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España España · Barcelona
Voto de Risard:
8
Terror. Intriga. Drama Una pareja estadounidense que no está pasando por su mejor momento acude con unos amigos al Midsommar, un festival de verano que se celebra cada 90 años en una aldea remota de Suecia. Lo que comienza como unas vacaciones de ensueño en un lugar en el que el sol no se pone nunca, poco a poco se convierte en una oscura pesadilla cuando los misteriosos aldeanos les invitan a participar en sus perturbadoras actividades festivas.
30 de septiembre de 2019
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El solsticio de verano como lienzo para narrar una obra iluminada de dolor, oscuridad y paganismo. Esa es la base de Ari Aster para describirnos uno de los festivales más antiguos de la humanidad. Es innegable su basta influencia de 'El hombre de mimbre' de 1973. Aster va más allá de una convencional película de terror, ya que es el género que roza, profundizando así en el drama de una joven que pierde de manera trágica a su familia.

La gestión del duelo es la pincelada que va dando una y otra vez tocando colores como la etnografía pagana de la cultura escandinava, donde mucho se podría decir en contraposición al lugar de donde la protagonista proviene. Las antiguas culturas ritualísticas empoderan el crecimiento personal a través de la naturaleza, su simbología, y honra a la muerte como transformación en contra de un cultura industrializada y judeocristianizada posteriormente. Una cultura que acepta y naturaliza, incluso celebra la muerte al revés de otra que la teme, esquiva y dramatiza, cuando no deja de ser un proceso natural de la vida. Las pinceladas de Aster continúan en la mutua ridiculización de ambas culturas entre sí. La incomprensión de los visitantes por las costumbres macabras que sus anfitriones presumen, y a la vez la anulación de la ignorancia de éstos al mancillar de forma inconsciente sus sagradas creencias, son el paisaje donde su protagonista irá inmiscuyéndose en un lugar oscuro que engañosamente iluminado la acogerá más allá de sus expectativas. Las pinturas de sus costumbres nos dan el preámbulo del retablo que poco a poco, va a quedar al final.

Las relaciones sentimentales, en este caso de pareja, donde ella vampiriza y él se insensibiliza absorto ante la hipnosis de la feminidad, sirven de detonante para implosionar en una venganza no preparada, sino fluida como el horror de la naturaleza misma. Momentos lisérgicos con resutados que empeoran la estancia, aunque no se sabe si necesarios o irrisorios para la historia. La incomprensión del sexo, la muerte, o la vida misma llevan a sus invitados a la banalización más ignorante de nuestra cultura occidental y donde el espectador ríe confirmando esa ignorancia a través de la mofa. La concepción sagrada a través de la mera instrumentalización masculina en aquelarres para desechar después y purificar o destruir a través del padre fuego bajo la supervisión de la madre tierra. En la danza de cautivación y coronación de la venganza por el falso compromiso, forzado y temeroso da lugar a la saciedad de algo inesperado, aunque sorprendentemente saboreado por su protagonista, que sonríe y ríe al descubrir ser la ganadora del juego.

Nos deja así de tibios pero reflexivos ante la profunda metáfora sobre aspectos que hoy día el ser humano huye encsombreciéndolos, y Aster no hace más que darles luz y empastelártelos en la cara para que sigamos huyendo como cobardes que somos en esta sociedad tan 'evolucionada' pero que no deja de ser más cruel que su predecesora, o para que al contrario podamos reflexionar y valorar las diferentes necesidades de expresar nuestra esencia en costumbres y culturas que tanto unas como otras se ridiculizan a sí mismas.

Para más críticas y recomendaciones en instagram; @risard_egoteabsorbo
Risard
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