El film debut de Carlos Vermut, es un indescriptible cocktail de historias bizarras con un toque postmoderno, a medio camino entre las películas de Isabel Coixet y Buffy Cazavampiros. Este Diamond Flash con la que Vermut se inspiró antes de consagrarse con la apoteósica Magical Girl, cuenta varias historias, todas ellas rodadas con un toque intimista y un alto grado de dramatismo. La diferencia fundamental es que, lejos que querer ahondar en el mundo interior de los personajes, de encarnizar y desgarrar las almas, el guión decide desmarcarse totalmente e introducir elementos muy alejados de esta metodología fílmica. Un superhéroe, asesinos en serie y brujas malvadas irán apareciendo a lo largo de la cinta para dibujar un imprevisto escenario dramático. Una inimaginable mezcolanza entre temas de máxima relevancia social como el maltrato y la pederastia, con la fantasía y la imaginación expuestas a pie de calle.
Si la fórmula funciona o no, dependerá de cada espectador. Hay que tener la mente abierta para no indigestarse con este experimento ácido, pero para los que gozan probando cosas nuevas y se atreven a sumergirse en otros mundos y estilos, Diamond Flash les sorprenderá con aportaciones ciertamente importantes.
La originalidad de Diamond Flash, es el primer valor intrínseco de la película. El corrosivo mundo en lo que prácticamente nada es lo que parece, arrastra y juega con el espectador, lo prepara para lo imprevisible, lo traslada a crueles escenarios en los que la magia es más negra de lo que aparenta.
La otra gran virtud es un montaje extraordinario. A lo largo de la película Vermut nos irá dejando un rastro engañoso de migas de pan capaz de hilvanar las diferentes historias. Personajes intrascendentes que cobran protagonismo en otros ámbitos, pequeños detalles sobre los que apenas repara la conciencia del espectador y que de manera súbita cobran sentido, profundas conversaciones que sin esperarlo hacen referencia a acontecimientos de los que el espectador ya es partícipe. Diversas fórmulas sirven para coser un guión imposible, para dar cordura a una paranoia.
Ciertamente, hay que tener algo de mano izquierda para cerrar los ojos ante la construcción de un guión forjado a modo de montaña rusa y que se mueve entre extremos, pero hacerlo, tiene sus recompensas. En Diamond Flash destacan largos diálogos (para algunos demasiado), reflexiones profundas e interiores de personajes extrañamente humanos y que permite que, mientras conocemos el alma y los pensamientos de algunos de estos personajes, se nos deja el misterio sempiterno de saber que hay una mano negra detrás de todo que jamás llegamos a conocer.
En el apartado interpretativo hay una gran variedad de personajes (casi todos femeninos) y por tanto muy diversas actuaciones. El tono general deja un cierto debe a ópera prima y cierto poso de inexperiencia. Destaca Ángela Boix con una interpretación más que aceptable en un complejo papel que saca adelante con soltura. Pero en general hay muy poca base interpretativa para dar credibilidad a una atípica configuración de personajes.
El otro gran debe de la película es su notable falta de presupuesto que deja algunas pequeñas aberraciones en apartados como el maquillaje, pero incluso así y salvo contadas excepciones, Carlos Vermut resuelve bien en el apartado de las localizaciones y el vestuario para dar un tono más uniforme a este extraño filme.
Salta a la vista que Diamond Flash es cine de valientes para valientes, que no agradará a todos pero sí los sorprenderá. Un azote de aire fresco, un irreverente juego de géneros para armar esta inefable película sólo imaginada por un Enfant terrible.

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Tiene Corazón de León un ‘algo más’ que una comedia romántica facilona y fútil. Esta cinta argentina deja cierto poso, trata de conectar con otra zona cerebral del espectador alejada de la típica sensiblería. Pero es una conexión breve y poco intensa ya que está basada únicamente en la construcción de un personaje sobre el que gira toda la película. Epicentro de una romántica historia de dos, en la que sólo uno marca el camino del guión.
León (tan protagonista es que su órgano vital da título a la cinta) es un encantador conquistador que encandila con su personalidad y su simpatía pero que tiene un único defecto que le aleja de la sociedad. Su estatura es de 1,34 centímetros, es decir, es un enano.

Las dificultades que estos 45 centímetros de diferencia suponen entre él y su enamorada suponen el reto sobre el que transcurre un relato que, por lo demás transcurre casi como cualquier otra comedia romántica y es aquí donde radica el principal problema del filme.
Corazón de León no termina de arriesgar, sienta las bases de un conflicto, incluso de una crítica social, pero el guión se centra en el buenismo. Corazón de León no incomoda, no avergüenza, no enseña ni marca pautas sociales. Al contrario, balancea suavemente una romántica historia, dulce, ensoñadora, con situaciones cómicas poco originales, con los tópicos micromachismos caballerescos en los que un galán defiende a su dama y la conquista poco a poco.
Bien es cierto, que el solo hecho de presentar un personaje tan diferente. De romper con los estereotipos de Clark Gable o Hugh Grant ofrecen un punto de altura a la película (disculpas por el chiste malo) pero en sí mismo esto no es un pasaporte al lado del cine con galones.

Guillermo Francella pone el Corazón de León a la historia

Al rescate de esta historia archirrepetida en su formato de comedia romántica, acuden unas interpretaciones firmes, solventes y serias que otorgan la solidez necesaria para hacer que la cinta en su extraña configuración de personajes resulte creíble y que al menos los detalles de ternura y los momentos cómicos dejen su punto de sal en el espectador. Muy bien Julieta Díaz en su papel tampoco demasiado complejo de treinteañera separada y estresada por el trabajo que se abre al amor. Enorme Guillermo Francella en su papel de enano conquistador, aportando valor y cariño a un personaje de por sí especial y con el que (obviamente) el actor empatiza al 100%.
La fotografía y escenografía se configura con más clichés en este tipo de historias. Elegantes despachos y mansiones, bellos parajes naturales y un gusto especial por lo cenital debido a la afición de los deportes de riesgo del enano que trata de subirse a las alturas. El paracaidismo y el parapente servirán de escusa para regalarnos algunos de los planos más bellos y coloridos de la cinta, todo ello para servir en bandeja la conquista de la damisela. El trabajo de dirección de Marcos Carnevale, pasa más bien desapercibido, sin que sea trascendente para un filme facilón y destinado a públicos mayoritarios por lo que no necesita demostrar maestría alguna.
Pese a todo, la película ofrece ese punto diferente a la típica y sensiblera comedia romántica norteamericana, una condimentación insuficiente pero que se agradece para al menos tener la sensación de no haber perdido del todo el tiempo.

Nota : 5

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Es una experiencia de dolor adrenalítica. La ópera prima de Sergi Pérez tiene un claro corte ‘indie’. El camino más largo para volver a casa es expresiva, moderna, sutil y speedíca a ratos. Sigue la moda iniciada por filmes como Stockholm dentro del cine español de armar un guión en el que es el espectador es el que tiene que sacar las conclusiones de lo que ocurre a partir de diferentes pistas que se van dando a lo largo del metraje. Aunque en esencia, toda la trama queda a expensas de la interpretación propia, casi todos llegarán a conclusiones comunes o muy parecidas. Un intento de tratar bien la inteligencia del espectador y de sorprender con detalles, que bien valen un visionado.

El camino más largo para volver a casa, cuenta la odisea de un personaje abatido por el dolor de una pérdida reciente que sale a la calle para llevar a su perro al veterinario después de varios días sin atenciones. Dejarse las llaves dentro le impedirá entrar en el que ha sido su refugio durante los últimos días, lo que motivará a este personaje a llevar a cabo acciones desesperadas para intentar regresar al hogar.

El camino más largo para volver a casa es una cinta estimulante, de una factura moderna, que incluye originales planos dentro del coche viendo el recorrido que hace el personaje, música electrónica, mucho dominio de la cámara y de los espacios y grandes conocimientos del fuera de campo y de la profundidad de campo. Con ello, el director quiere motivar al espectador a descubrir por sí mismo los detalles que va ofreciendo la película sin evidenciarlos. Como director, un prometedor debut de Sergi Pérez que puede marcar futuro en el mundo del cine, si tiene la oportunidad.

Al mismo tiempo es una cinta lacerante, que muestra el poder de autodestrucción de los hombres ante el dolor, de los rincones opresivos en los que uno mismo puede llegar a esconderse para no afrontar una realidad y esto lo hace un guión muy afilado, que en ocasiones puede parecer excesivo y con aristas pero que al fin y al cabo resiste a los embates de la coherencia y la comprensión.

Si prometedor es el debut de Sergi Pérez, esperanzadora también es la actuación de un Borja Espinosa que borda una interpretación, intensa y dolorosa en un personaje nada fácil de encajar por sus conductas antisociales y erráticas. Gran futuro también el que se le puede atribuir a este Borja Espinosa que se come la cámara y hace creíble a este ser deambulante y obsesivo.

Una apuesta arriesgada, subversiva y valiente para el cine español que pone buenos cimientos para el futuro pero que por desgracia no ha logrado la proyección o exhibición en cines que mereciera una cinta de tan alta calidad como esta, perdida en el panorama de una industria española poco dada a los riesgos. Perra vida para el cine español, perra vida para un personaje que pone algo nuevo en el panorama con su desasogante camino para llegar a caso, con su perro vivo en brazos, tratando de encontrarse a sí mismo.

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Tiene Truman, una mirada condescendiente y a la vez, una ‘mala leche’ contenida. Cesc Gay lleva a cabo una película bien plantada, quizás algo cobarde y con tintes demasiado comerciales, pero que al menos sabe desarrollar una historia y que cuenta con dos actores como la copa de un pino para elevarla de nivel.

La historia de un actor de prestigio que encara sus últimos días de vida por un cáncer que le ha sido diagnosticado, es un retrato, más alegre de lo que pareciera a simple vista. Una reacción vitalista ante la muerte gracias al reencuentro que ofrece la historia entre el desafortunado personaje interpretado por Ricardo Darin, con su gran amigo que vive en Canadá y recorre miles de kilómetros para visitarlo, un no menos extraordinario Javier Cámara.

El otro gran protagonista de la cinta es un perro, y no desdeñen su presencia porque será el animal el que da título a la cinta y no sólo eso, si no que será el protagonista de la acción principal de la película. Buscar un nuevo amo para Truman cuando haya perecido su dueño actual, será la trama principal de una cinta que trata con ternura, alegría, dolor y optimismo a partes iguales una historia destinada al drama más puro pero que se gestiona desde otro ámbito con cierto interés.

Otra cosa son las añadiduras del guión, la historia de amor, algún secundario forjado con clichés y sobreactuado, ciertos excesos en la comedia… pero en líneas generales Truman es una buena película, no es fácil sacarle el punto alegre a una historia que llora por dentro pero que logra sonreír y hasta carcajear por fuera. Es normal que Cesc Gay quiera dar algunas concesiones al espectador medio, obrar una cinta que también tiene intenciones de atraer a muchos hasta la taquilla con dos actores reconocidos y con su estreno no sólo en España si no también en Argentina, donde Darin es Dios.

Dos actores que lo dan todo y que se llevaron ex aequo el premio al mejor actor en el Festival de cine de San Sebastián, casi nada. Saben llorar, saben reprimirse las lágrimas, saben reir y bromear y hasta esconder la rabia. No voy a descubrir ahora a estos dos genios de la interpretación, lo mejor de cada casa.

Truman es, en definitiva, una tragicomedia accesible, sencilla en su concepción, emotiva por momentos y que es difícil que no guste, tanto un público menos cinéfilo, como los sesudos adoradores del séptimo arte, encontrarán en ella algo a lo que agarrarse para salir de la sala con media sonrisa y una sensación de haber visto algo trascendente.

Habrá quién eche en falta el abigarrado dolor ante la muerte, la explosión de llanto por el cáncer que realmente nunca termina por explotar para dejar a Truman en algo más complaciente, pero aquí se ha querido hacer otra película diferente, y funciona bastante bien, el público ha ganado.

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Puede que en Costa Rica este filme pavimentado de buenas intenciones pueda resultar rompedor o útil a la sociedad, pero una mirada más profunda de la cinta sólo deja prejuicios a medio camino, un guión almibarado artificialmente y algunas ideas obsoletas, más idóneas para púberes onanistas que para un público más serio y avezado en las artes cinematográficas.

El título de Gestación no engaña. La película cuenta la nuevemesina historia de una jovencísima pareja de adolescentes a los que no les va la goma. Una vez confirmado el embarazo sus vidas cambiarán para siempre y sus relaciones con los amigos de la escuela, los familiares y su entorno más cercano no volverá a ser el mismo.

La historia intenta escandalizar y hacer una crítica social, pero se queda a medio camino un poco más allá del ‘póntelo, ponselo’ cuyo mensaje es evidente. Pero las paladas de azúcar con los que se cimenta el guión no ayudan mucho a creerse el mensaje.

Es cierto que hay una crítica a la Iglesia católica y a la forma de gestionar sus instituciones (el colegio de la traviesa niña es una férrea institución religiosa), no es menos cierto que también hay una visión de clase con dos jóvenes a los que sus diferencias económicas les separan, hay hasta un pequeño bofetón al mundo de las drogas y a su fácil distribución en la adolescencia. Pero el guión prefiere enterrar todas las historias paralelas y cerrarlas a golpe de edulcorante en vena, con la misma conclusión para todas las subtramas: El amor puede con todo. Una certeza poco convincente para los cinéfilos que aman las segundas lecturas y las dobles intenciones.

No hay tampoco un elemento destacable en las interpretaciones más allá de la propia caracterización de los personajes. Miradas frías y maneras inexpertas como corresponde a actores de su edad, espesos en el drama y algo más cálidos y hasta creíbles en los momentos cómicos, pero en general a los dos protagonistas les falta crecer algunos centímetros en talento interpretativo para sumar puntos a un largometraje.

En los apartados técnicos, Gestación se mantiene a flote sin más alharacas. Es una cinta correcta visualmente en la que ni un solo plano te llamará la atención pero tampoco te sacarán de contexto. La fotografía y la escenografía muestran la vida en los diferentes ámbitos en los que se desarrolla la historia y suelen funcionar bien marcando los ambientes adecuados, al igual que en apartados como vestuario o maquillaje que no necesitan de grandes alardes para que la película se desarrolle.

Gestación es, en definitiva, un gatillazo cinematográfico, una promesa cargada de buenas intenciones con discursos dominantes y críticas que, al poco tiempo, se desinflan en la candidez de una historia principal. La inocencia arrolla por completo a los momentos rebeldes de la película, haciendo de Gestación un empalagoso filme de adolescentes, mundano, pequeño y acobardado que sólo dejará algo de huella en la conciencia de algunos ‘teens’ por los que empiezan a fluir las hormonas.

Al menos, el director de la cinta, Estaban Ramírez, consiguió un éxito de taquilla inusitado en centroamérica con esta película que también consiguió buenos datos de distribución e incluso de contratos para la emisión en televisión y puso al cine de este lugar del mundo en la plana internacional.

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