Haz click aquí para copiar la URL
España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
8
Drama Willka y Phaxsi, una pareja de ancianos de más de 80 años viven abandonados en un lugar remoto de los Andes del Perú, a más de cinco mil metros de altura. Enfrentan la miseria y el inclemente paso del tiempo, rogando a sus dioses para que por fin llegue su único hijo a rescatarlos. (FILMAFFINITY)
12 de agosto de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta interesante película peruana aclamada en cuasi todo su territorio, grabada plenamente en aymara, muestra un muy interesante drama centrado en la soledad de la senectud que, por desgracia, no es algo exclusivo de la entrañable pareja que protagoniza el filme. Phaxsi (Rosa Nina) y Willka (Vicente Catacora) son dos ancianos que viven aislados en un lugar ignoto de los Andes peruanos, haciendo su austera vida mientras esperan a su único hijo, Ankutu, que se fue a la ciudad y no volvió jamás. Una serie de catastróficas desdichas muy relacionadas con el espiritismo y la superstición sudamericana harán, si cabe, más larga la cada vez más desesperanzadora espera de la pareja.

Este impresionante debut de Óscar Catacora a la dirección, al guion e incluso a la fotografía, con muchos familiares también inmiscuidos en el trabajo frente los focos (Vicente Catacora) y tras los focos, consiguiendo brindar una historia única, narrada de una forma única donde el mensaje traspasa las fronteras culturales, geográficas y lingüísticas haciendo un íngrimo retrato de la situación de nuestros mayores, desamparados y solos hasta por la misma familia, y que están a la espera, acompañados del triste espíritu de la fe, del cálido amor y compañía de ellos mientras la Muerte está meciendo su guadaña. Con mucho amor y reivindicando el folclore peruano, Óscar Catacora nos acerca a la soledad más inhóspita con un estilo intimista que se asemeja mucho a las obras del legendario Yasujirō Ozu.

Es muy curiosa la utilización de la cámara, ya que no hay movimientos de cámara, no hay contraplanos y rara vez se pueden observar planos que no sean frontales. Este estatismo, con la cámara impasible y de alturas bajas, nos acerca a la rutina, para nosotros atípica, de los dos únicos personajes que soportan un guion entero a ritmo pausado, y también la hostilidad que acecha en un entorno tan extremo, pero sin perder la belleza. Esta aparente simpleza de técnica casa con la atmósfera que desea crear Catacora, basada en la popular expresión latina del aurea mediocritas (dorada medianía), anteponiendo el equilibrio y la templanza a una vida alocada, despreciando el éxito o la fama. Una vida cotidiana y decente, simple pero complaciente, aunque con un vacío, que es expresado con esa quietud de la cámara, esa visión tranquila, y que Catacora desfigura livianamente cuando las vidas de Phaxsi y Willka son obstaculizadas por las ‘inclemencias divinas’ con algunos cenitales y picados, inclusive acercando la cámara que hasta entonces siempre era usada con ángulos naturales. El tópico latino es invocado directamente en una escena en el interior de la casa, mientras Phaxsi cocina y, con un plano proyectante horizontal y la gama de colores, recuerda al popular cuadro de Velázquez llamado Vieja friendo huevos, también expresión artística de la austeridad y cotidianidad.

Aunque Catacora realice un gran drama, también crea de forma colateral una gran aventura tanto emocional como física, haciendo de sus personajes dos Penélopes que esperan la llegada de su Ulises, pero también dos Ulises luchando contra la hostilidad natural y la muerte, esperando vivir para ver a su Penélope. Esta triste realidad de la vejez es elevada por sus dos actores, no profesionales, que saben representar tanto un amor puro de pareja, como el dolor de la soledad, con una humanidad en sus acciones, palabras y rostros tristes consolados por la fe y la ilusión típicas a las que se acogen aquellos abandonados como viejos en un asilo. Ello no podría haber sido posible sin la increíble y, seguramente, de las más bonitas que he visto, fotografía del mismo director y una edición de sonido natural que crea el espacio fílmico perfecto para sintamos cómo actúa, cómo habla y cómo siente la naturaleza. Una exhalación de aire puro que limpia el alma.

Phaxi y Willka hablan desde el corazón, desde la pureza, desde la esencia misma de la humanidad. Por eso, Wiñaypacha es una ópera prima tan inmensa y con una denuncia que no se deja caer en el pataleo que la convierte, también, en uno de los romances más inmaculados que haya visto en una película.
Tiggy
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow