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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Drama Adaptación de varios relatos del escritor norteamericano Raymond Carver que retratan la vida cotidiana de un grupo muy heterogéneo de personas que viven en Los Ángeles. De profesiones, caracteres y orígenes muy diferentes, todos intentan afrontar como pueden las dificultades de su vida laboral y personal; personas que se cruzan indiferentes ignorando los dramas ajenos. Sin embargo, en medio de tanta cotidianeidad, late la presencia del terror. (FILMAFFINITY) [+]
10 de octubre de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconozco la obra del reputado escritor Raymond Carver y apenas tenía noticia de la de Robert Altman, más allá de su gusto por los repartos multitudinarios, pero esta “Short Cuts” –me pregunto a qué lumbrera se le ocurriría reemplazar el sugerente juego de palabras que el título original hace con “Atajos” por el ramplón, incluso cursi, “Vidas cruzadas”– constituye una invitación irrechazable a ponerse al día con el trabajo de ambos autores.
Un rápido repaso a la extensísima nómina de rostros “jóvenes aunque sobradamente preparados” –la datación de la cinta, 1993, y el característico grano de la imagen bien merecen echar mano de expresiones coetáneas– supone en sí mismo un aliciente poderoso. En pocas producciones –y recientes no digamos– se habrá visto tamaña aglomeración de carisma, más si cabe tras la irrupción del gran Jack Lemmon en su pícara senectud.
El entrecruzamiento de hilos argumentales es un recurso narrativo cuyo abuso por cineastas de imaginación declinante ha acabado tornando previsible, por ende escasamente atrayente. Sin embargo, en “Short Cuts” se trataba todavía de una técnica novedosa, lo cual, junto a su aire “indie”, coadyuva a la frescura que transmite el mencionado, núbil elenco. La verdad es que el complejo engranaje funciona como un reloj de alta precisión, hasta tal punto que las tres horas que dura la película se pasan en un suspiro. Y no es fácil. No sólo porque, insisto, en otras manos la extrema fragmentación discursiva pudiera perfectamente haber supuesto un lastre de ardua digestión, sino en gran medida a causa del océano de vitriolo del que a duras penas consiguen emerger unos muy contados momentos de franco humorismo que nos permitan, a los espectadores y a los propios personajes, coger aire.
Me cuesta creer, a modo de reflexión final, que pueda nadie serle infiel a la encantadora Madeleine Stowe... salvo un redomado imbécil como el madero que encarna Tim Robbins. A partir de un papel desagradecido donde los haya, éste hace una exhibición del enorme talento que lo engalana, reafirmado un año después y para siempre en la excelente “The Shawshank Redemption” (Cadena perpetua, 1994).
Carorpar
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