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Estados Unidos Estados Unidos · Yoknapatawpha
Voto de Jewel:
9
Western. Drama Narra la historia del más famoso forajido del oeste americano, el carismático e impredecible pistolero Jesse James (Brad Pitt), un bandolero sudista hijo de un predicador. Mientras Jesse planea su próximo gran robo, declara la guerra a sus enemigos, quienes intentan hacerse con la recompensa -y la gloria- que implicaría su captura. Pero la amenaza más importante a su vida puede que venga de aquellos en quienes más confia... (FILMAFFINITY) [+]
16 de enero de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Oeste americano fue, -¿casi?- antes de ser Oeste, imagen. Los pioneros cruzaban el desierto mientras hacían desierto, y extrajeron de la arena hostil la pura posibilidad que no tiene hueco en la plenitud de lo real. Por ganar al, pero también el, desierto, pudieron convertirse a sí mismos en simulacros, espectacularizando una y otra vez la conquista del territorio y apuntalando las bases del mito. Pero el desierto todavía albergaba, para ser completo, un regalo más: en sus últimos kilómetros dio cabida a la caja de resonancia que borraría definitivamente todo rastro de realidad para dejar curso libre a la orgía de las imágenes de las imágenes de las imágenes. El ojo ya nunca vería el Monument Valley sino a Ford. Crecen la leyenda y los héroes como sólo pueden crecer en la sala de cine. Y a su altura debe estar, imposible que sea de otro modo, la catadura moral de la ontología del mundo: progreso, libertad, honor. La justicia, el deber, la lealtad del amigo. La lealtad del enemigo.

La imagen, otra vez, se retuerce sobre sí con un crepúsculo que llega sobrio y silencioso, aunque no haya pasado el tiempo. Entonces se ven más largas las sombras de los jinetes, de sus caballos y de sus ideales. Y Europa, siempre un poco vieja y cansada ya como para no sentirse de vuelta, reconoce en el Oeste a su propio vástago, y lo trae de vuelta a sí para dar la única respuesta que le queda: la hipérbole y la risa.

Para cuando el cowboy decide mirarse a sí mismo, se ve tan vapuleado que quiere defenderse y recuperar su voz y su dignidad. Denuncia la esclavitud de ser un héroe forzoso, cuando él sólo quería ser un hombre. La soledad de la llanura, toda ella inclemente. Pero la humanidad de la imagen sigue siendo imagen, y esta es la cadena que la aprisiona, su tragedia. Ser -ser- imagen. Nunca más que indios y vaqueros, ferrocarriles de cartón y piedra, los fastos de los viejos decorados. Nunca saldrán de la pantalla a un lugar que ya no queda.

Donde la imagen parece un cadáver exiliado forzosa y eternamente de la vida, la vida se inmiscuye y lo envenena. En uno de los últimos virajes del fractal, un neozelandés, sin paradoja alguna a estas alturas, consigue romper la urna del aislamiento a base de machacona honestidad humilde: la de la imagen que se asume imagen, y nada más. Y, ahí, todo respira.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jewel
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