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España España · Barcelona
Voto de Feu Follet:
10
Drama. Romance Quinta y penúltima parte de la serie "Comedias y proverbios". Delphine es una joven secretaria parisina sin planes para sus vacaciones después de que su amiga las cancelara en el último minuto. Sola y triste, ella está decidida a viajar. En el camino conoce a una chica sueca que intenta animarla pero que sólo consigue acentuar su sensación de soledad, hasta que su destino de repente da un giro inesperado. (FILMAFFINITY)
28 de octubre de 2015
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De dónde nace una película como ésta? El Rayo verde es una de esas películas que caracterizan a la etapa de comedias de mediados de los 80 del director Eric Rohmer. Personajes sencillos en situaciones ordinarias, muchas conversaciones en ocasiones de temas filosóficos, en otras, de temas más banales, no obstante todas tratadas con sencillez y ligereza cotidiana. Los planos se suelen dirigir con indiferencia hacia los protagonistas casi con un sobrio afán documental. La cámara no tiene ninguna intención protagonista, la cámara solo muestra. Pero, ¿De dónde nace entonces el milagro? Uno ve la película y sale sintiéndose más ligero, más enamorado, más entusiasmado y emocionado

Uno de los ingredientes principales del milagro es que aquí los protagonistas de esta película no son protagonistas, son personas. No son títeres de un director, no son títeres de una idea platónica que los conduzca a todos hacia un mismo destino moral, nadie tiene que aprender nada concreto, precisamente porque el creador de la obra no es un demiurgo, el creador es aquí alguien a nivel de sus protagonistas. No les juzga, no opina sobre ellos en ningún momento ni las guía hacia ningún lado, simplemente los muestra, les permite expresarse, deja que la infinitud salga de su concreción individual. De tal manera los actores que contrataba Eric Rohmer para sus películas los contrataba en función de su personalidad y los ponía en situaciones de improvisación para examinar sus personalidades, es así como la naturalidad se convierte la nota clave que rodea a toda la película, el protagonista crea más película que el propio director, que pone el marco para que éste se desarrolle en su plenitud, y precisamente por dicha naturalidad es como podemos conectar la aparente banalidad de las situaciones con todo lo que queda latente en sus palabras, en sus gestos… La obra, que en principio puede parecer prosaica guarda una carga lírica en su interior, en el potencial de que uno de sus personajes, su naturalidad eleva a nuestra mente ideas de su pasado y de su futuro, de toda la infinitud que él podría ser y que pudo ser.

La película casi no parece consciente de sí misma, simplemente avanza, muestra, el personaje evoluciona sin ser trastornado, llora cuando debe llorar y la cámara no le seca las lágrimas ni las provoca, se interrumpe, e intenta agarrar una sonrisa allá donde cree poder encontrarla. En esta desnudez en la que se desarrolla la película es donde el verso tiene un mayor peso. En esta aparente prosa y su lírica latente la música es inexistente, queremos simplemente oír el sonido de la realidad, como se quiebran las hojas, como rompe el viento, como llora Delphine. En la aridez que nos impone esta realidad surgen en determinados momentos una música, unida a la recolección de una carta al azar. La música es la esperanza de que efectivamente algo más existe, Delphine es soñadora y esas porciones de música son extensiones de su propio sueño. La propia vida tiene música y ahí lo vemos.

El final redondea el cuento, verifica la magia, aparece el rayo verde y agrega el verso final, un verso que se siente como un oasis en un desierto. Un verso en un poema en prosa se siente como un milagro, de la misma manera que los milagros no se aprecian en el cielo, si se aprecian allá donde son necesarios. Con este final Rohmer, que en otras películas de la misma etapa se había limitado a un realismo más puro, acervando la comedia y volviendo más explícitos los dilemas (Cuatro historias de Reinette y Mirabelle, por ejemplo), aquí logra hacer esa síntesis entre romanticismo y realismo. Logra ubicar el puente necesario entre la vigilia y el sueño.

Es difícil expresar la magnificiencia de esta película ya que lo que la caracteriza es su sencillez, su esencialidad, sin adornos ni florituras. Esas cosas que se consiguen solo dando en el clavo de alguna manera, con elementos intangibles y que no están muy claros. Estas obras son, si cabe, más importantes que las obras pretenciosamente grandes, porque son más misteriosas y más irrepetibles. Son obras de alguna clase de milagro, de muchos aspectos que se reúnen en su máxima expresión en un momento concreto, de la forma concreta. Una actriz, un momento, un pensamiento fugaz del director que le permitió que se hiciera este gesto y no otro… Estamos ante una película invisible y por tanto infinita.
Feu Follet
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