Tengo que empezar afirmando que por momentos se ve con cierto agrado, sobre todo si no se toma en serio desde un principio, si obviamos lo ampulosa y pretenciosa que es. Porque la película parece un spot sobre la importancia de la literatura en las relaciones personales, con un mensaje que diría algo así como: "si eres ocurrente y profundo, si no eres mediocre o vulgar, la vida puede ser maravillosa". Así resumiría yo la película, como un ejercicio de estilo que diría un pedante, como un: " vamos a ver si conseguimos que 4 personajes tengan diálogos brillantes en todo momento, que pase lo que les pase tengan un agudo sentido del humor que les haga salir airosos de la situación, y si cabe (que cabe) más ingeniosos, sin que en ningún momento aparezcan frustrados, contrariados o con alguna emoción negativa". Vamos, que no es que sea sólo una postal de Zaragoza, como he leído en otras críticas, es además una postal ideológica, una apología sobre el mágico poder de los pensamientos livianamente profundos. Es decir, todo lo contrario a la realidad, en el sentido más cinematográfico o irreal de la palabra.

En cuanto a los actores, con esos diálogos que les obligan a declamar, que muchas veces están en total disonancia con la situación emocional que se les supone a sus personajes, habría que darles una nota casi alta por salir más o menos airosos, quizá con la excepción del personaje (es un decir) de Gabino Diego, que ese tiene difícil arreglo, aunque afortunadamente para el actor su metraje es mínimo.