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Voto de Amin Adabaman:
9
7,5
7.578
Documental A primera vista, los Friedman (Arnold Friedman, Elaine Friedman, David Friedman, Seth Friedman y Jesse Friedman) parecen una típica familia americana. Judíos de clase media-alta, él es un reconocido profesor, ella es ama de casa, y viven con sus tres hijos en Great Neck (Long Island). Un Día de Acción de Gracias, mientras la familia se prepara para la cena, la Policía irrumpe en su casa, la registra de arriba abajo y detiene a Arnold, ... [+]
21 de mayo de 2013
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un retrato de varios horrores sobrepuestos, en muchos casos complementarios. De entrada y especialmente, retrato del horror de la familia, hecho de la única manera que eso es posible, o sea, centrándose en una en concreto. El horror de una paidofilia llevada en secreto y autorepresión, malamente satisfecha a base de revistas pornográficas, y acaso con actos furtivos, aquí y allá (aquí la ambigüedad forma parte del mismo horror: ¿molestó a niños, hijos de amigos suyos, a lo largo de los años?). El horror de una histeria colectiva, desencadenada en una pequeña comunidad de clase media acomodada, que hace de la exageración de un caso de pederastia (en principio, un señor que compra revistas porno por correo) una violencia contra sus propios menores, obligándoles a confesar (y a creerse) unas violaciones que no han sufrido. El horror de una policía y un sistema judicial descontroladamente perversos.

Pero todavía queda un horror por señalar, que esta película explora sabiamente y sin el cual no existiría: la compulsión fílmica (llamémosla así), de una familia “normal”, cuyos miembros se pasan el día filmándose. Incluso practican el diario filmado (el padre y un hijo, separadamente, se ponen ante la cámara y hablan ante ella). Y no solo se filman en fiestas familiares, en la playa, durante los juegos infantiles, sino que también lo hacen en momentos tan terribles como en las noches previas al ingreso en prisión del padre y del hijo.

Cada familia con su horror. Uno piensa en el cruel retrato de El desencanto, de Chávarri. También los padres y tres hijos varones encerrados en su infierno. Aquí el retrato es más árido porque uno puede ver a los protagonistas siendo niños, jovencitos y hombres que entran en la madurez y viven aplastados por una experiencia que no hay manera de manejar bien. Está muy bien ver al padre siempre ausente, raramente hablando (y en el momento de hacer la película ya no lo podía hacer, puesto que ya había muerto). La madre, “componiendo” un personaje tremendo, frío (era frígida, según uno de los hijos), ajeno a los juegos y al sentido del humor del marido y los hijos, que incomprensiblemente se prestó a dejarse entrevistar en largas sesiones. Sorprende ver al hijo que ejerce de payaso de cumpleaños para niños, “el mejor de Nueva York”, se dice al final de la película: ¿sería consciente ese hombre del raro servicio que se hacía a sí mismo, aireando el turbio caso del padre pederasta, acaso también su hermano?

Quedan las grandes dudas que nadie puede resolver, y que la película deja honestamente en el aire: ¿hubo algún caso de abuso sexual por parte del padre, en el colegio donde daba clases? ¿colaboró su hijo menor en esos abusos, en colaboración con el padre? ¿fue objeto de abusos el mismo hijo, en su infancia? ¿fueron manipulados los alumnos por parte de la policía y autoridades judiciales, teledirigiendo los interrogatorios, como sugiere un psicólogo infantil? Etcétera. El único caso cierto, probado, es que el padre había comprado una revista de porno infantil y que, tras un registro, la policía encontró más revistas de este tipo en su casa.

Hay más, mucho más, pues la película está sutilmente montada, mostrando muchos detalles, con breves referencias. Por ejemplo, está el impagable hermano del padre, que va apareciendo a lo largo de la película, en declaraciones que hace frente a la cámara. Es un hombre de 65 años, de maneras suaves, con afectados movimientos de ojos y de manos. El caso de su hermano y sobrino queda algo lejos, y el hermano ya murió, pero él sigue completamente abrumado por aquel caso, que no comprende ni cree que se basara en hechos realmente ocurridos. Sólo al final de la película se muestra lo que resultaba obvio: al lado de su compañero sentimental, otro señor de cierta edad, con el perro salchicha que tratan con gran dulzura. Esto, por supuesto, no tiene ninguna importancia, pero la sabia manera de ser presentado en la película aporta otro interrogante: dos únicos hermanos (con una hermana muerta poco después de nacer) con una misma orientación sexual, bien que uno de ellos dirigida a menores. Y de nuevo se lanza otra ambigüedad: ¿abusó el hermano mayor –el padre de los tres hijos– de su hermano menor, cuando eran niños, cual iniciación sexual de ambos? La duda surge de un comentario que había hecho en este sentido el hermano mayor, ya difunto, a una periodista. Pero el hermano menor no lo recuerda de ninguna manera, si eso ocurrió se le borró completamente de la mente, y lo dice haciendo un gesto de gran teatralidad, manteniendo un largo rato la palma de una mano pegada a su frente, como intentando revelar una verdad íntima que se le escapa completamente.

Hay otro entrevistado cuyo retrato va más allá de las palabras que dice. Se trata de un o de los niños, supuesta víctima de abusos, que aparece ya adulto ante la cámara. Todo lo que dice está envuelto entre las brumas de la declaración inducida por la policía, cuando era niño. Incluso empleando la hipnosis, como él mismo recuerda (y que un psicólogo dice en la misma película que resulta muy poco recomendable, pues en un niño puede crear recuerdos falsos, a partir de las insidiosas preguntas que se le hacen). Pero hay que ver cómo se sitúa ese hombre ante la cámara: la cara está oscurecida para que no se le reconozca –lo cual es perfectamente justificable–, pero lleva un pantalón corto, y pasa de estar sentado a recostarse en el sofá, de una forma crecientemente indolente, casi impúdica.

En fin, no sé cuándo se estrenó ni con qué audiencia. Yo la pillé en una filmoteca, en un ciclo de cine documental, y veo que puede ser alquilada en ciertos videoclubs. Vale la pena hacerse cargo de ella.
Amin Adabaman
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