Cuando fui al cine a ver una película de Spielberg sobre el conflicto israelí-palestino, me temía lo peor, seguramente propaganda manipuladora prosionista. Por eso salí del cine muy gratamente sorprendido.
Me encanta porque esta película no divide a los bandos en buenos y malos, ya que en una guerra no hay buenos. No aporta soluciones al conflicto, porque no hay de momento nadie capaz de encontrarlas. Simplemente muestra el modus operandi de un comando israelí cuyo objetivo es detectar y matar a los principales mandos del brazo armado de la OLP tras el terrible atentado de los juegos olímpicos de Munich, y como sus actos y su mentalidad cada vez se diferencian menos de los terroristas que ellos tanto desprecian, aunque en ellos siga quedando algo de mentalidad democrática y compasión humana que hace a su conciencia dudar sobre la conveniencia de sus asesinatos. Supongo que en Israel no habrá gustado demasiado esta pelìcula, pero también supongo que a muchos ciudadanos les habrá abierto los ojos. En cualquier caso, hacer o por lo menos intentar un ejercicio de objetividad y neutralidad por parte de alguien que pertenece a una de las partes implicadas, es sin duda meritorio.
Tras ver esta película, no puedo evitar pensar: si hubieses querido, Steven, te hubieses convertido en uno de los mejores directores de la historia del cine. Talento no te falta, desde luego. Pero tiraste por el camino fácil del dinero y el cine comercial. Pero bueno, cada uno tiene derecho a escojer su propio cine.