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Voto de Ferdydurke:
4
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7,3
192
Documental
¿Qué pasó en Francia justo después de la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1949? Un interesante documental histórico examina el destino de los colaboradores (presuntamente) masculinos y femeninos con los nazis, el uso del prisionero de guerra en la reconstrucción del país saqueado y devastado. (FILMAFFINITY)
12 de agosto de 2021
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un puto infierno en la tierra, pandemónium o gran descalzaperros.
Esclavitud, prostitución, violación, venganzas cruentas, asesinatos masivos, miseria, enfermedades, abusos, deportados, expulsados, refugiados, prisioneros, de hambre muertos, Europa después de la guerra.
Ciudades arrasadas, destruidas, quemadas, vandalizadas.
Y los gerifaltes más importantes, mientras tanto me levanto, se reparten, como metáfora del resto del mundo, del universo entero, Berlín, Stalin, Churchill, Roosevelt y de Gaulle, nada menos.
Han muerto aproximadamente cincuenta millones de personas, la mitad de ellos soviéticos, por cierto, el mundo es un inmenso cementerio.
La narración cuenta desapasionadamente los hechos terribles que intercala con absurdos testimonios/comentarios de varios Juan Nadie, me sentí muy bien cuando llegué a casa, me alegró mucho ver a mi mujer e hijo, lo había pasado tan mal...
Las imágenes están coloreadas para que no falte de nada. El recuento de atrocidades es un poco caótico, va de acá para allá sin mucho criterio, bueno, pasamos del gueto de Varsovia al espanto de Nápoles en un periquete o suspiro, de una trifulca en Marsella a un ahorcamiento en Baviera un poco a lo que salga, todo nos vale, el ser humano en su desnudez más violenta y cafre.
Esclavitud, prostitución, violación, venganzas cruentas, asesinatos masivos, miseria, enfermedades, abusos, deportados, expulsados, refugiados, prisioneros, de hambre muertos, Europa después de la guerra.
Ciudades arrasadas, destruidas, quemadas, vandalizadas.
Y los gerifaltes más importantes, mientras tanto me levanto, se reparten, como metáfora del resto del mundo, del universo entero, Berlín, Stalin, Churchill, Roosevelt y de Gaulle, nada menos.
Han muerto aproximadamente cincuenta millones de personas, la mitad de ellos soviéticos, por cierto, el mundo es un inmenso cementerio.
La narración cuenta desapasionadamente los hechos terribles que intercala con absurdos testimonios/comentarios de varios Juan Nadie, me sentí muy bien cuando llegué a casa, me alegró mucho ver a mi mujer e hijo, lo había pasado tan mal...
Las imágenes están coloreadas para que no falte de nada. El recuento de atrocidades es un poco caótico, va de acá para allá sin mucho criterio, bueno, pasamos del gueto de Varsovia al espanto de Nápoles en un periquete o suspiro, de una trifulca en Marsella a un ahorcamiento en Baviera un poco a lo que salga, todo nos vale, el ser humano en su desnudez más violenta y cafre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Al otro lado del telón de acero. La peste roja. Se les ve, a estos franceses documentalistas, demasiado el plumero, maniqueo, Occidente democrático y bueno, plan Marshall mediante, versus Oriente europeo y comunista perverso, intrigas, crímenes, derrocamientos, aislamientos, mucho vituperio, de estos otros, todo malo, nada benéfico.
En esta segunda parte se habla del reparto del mundo. La mitad, poco más o menos, para cada uno. Europa dividida/partida, capitalismo o marxismo, susto o muerte.
Todo se acabó definitivamente con las bombas atómicas, no precisamente rusas, y ahora se reparten el botín de guerra, el tablero de juego está abierto, yo me quedo con esto y ya veremos qué hacemos con el resto.
Este repaso somero es muy superficial, mucho, y tendencioso, bastante. No negaremos ahora la barbarie rusa, toda su perfidia, dios me libre, pero no ponemos tampoco la mano en el fuego, ni mucho menos, por los yanquis y sus colegas europeos, vaya miedo.
Lo mismo, si me apuras un poco, que antes los alemanes igual no eran tan cocos ni monstruosos ni extraordinarios ni irracionales, esos demonios, llámame loco. No suele ser tan fácil separar lo uno de lo otro, el grano de la paja, en la viga ajena se vive más cómodo, era esa, por mucho que nos pirren los cuentos de villanos y santos, de malvados y víctimas inocentes, y por mucho que hicieran la comedia de los juicios de Nuremberg, ese teatrillo de tres al cuarto, no muy fino, pasto de películas de todo tipo, y todos se rasgaran, y se rasgan, eso pasa, tanto las vestiduras ante lo acaecido (oh, señor, cómo pudo pasar/nos, qué increíble que fue, imposible, oh, dios, por qué, cuando sigue pasando de una u otra manera en tantos rincones del mundo algo parecido, a la vuelta de la esquina, hasta en el nuestro a poco que mires donde no debes o te preguntes, y en verdad casi, como creo que se decía en Hanna y sus hermanas, lo verdaderamente raro es que no pase todavía más, o, por lo menos, que no se cuente, que se calle tanto o siempre, que no se haga espectáculo como en este caso; el que conoce su historia está condenado a repetirla, eternamente, de una u otra forma, esa es otra, y el que la desconoce, también, igualmente) y todo el posterior cuento, las grandes palabras huecas, los homenajes, efemérides y grandes conmemoraciones, las solemnidades y enormidades para tapar las fechorías de antes y las de ahora, para ocultar toda la responsabilidad, tanto para lo bueno como para lo malo suele ser normalmente mucho más compartida e inextricable de lo que luego siempre se dice o reconoce, en aquella masacre señera de los señorones triunfantes y, con su anuencia o complacencia, silencio o miedo, de todas las masas tan serviles y pacientes, convenientes o cómplices, para ocultar todos los pactos y negocios antes durante y después de la contienda, en fin, esa farsa sempiterna que necesita de gente que se golpee mucho el pecho, se escandalice y haga películas y documentales, de paso, tan concienzudos y dolientes, que no molesten a nadie, que no revuelvan ni cuestionen nada, que se sorprendan muy hipócritamente de todo lo que pasó enfrente de tu casa, o de cómo cuanto más gestos exagerados hagas, más demostrarás que ni tú ni los tuyos tenéis ni tuvisteis nada que ver con todo eso tan extraño y feo, con el mal, que es siempre muy puro y de los otros, de aquellos que les dio un aire de repente, los trastornados, efímeros enfermos, esos tan extravagantes y delirantes.
En verdad os digo que esto al final parecía como de Barrio Sésamo.
Muerto el perro, (no) se acabó la rabia.
Las ratas nunca descansan.
En esta segunda parte se habla del reparto del mundo. La mitad, poco más o menos, para cada uno. Europa dividida/partida, capitalismo o marxismo, susto o muerte.
Todo se acabó definitivamente con las bombas atómicas, no precisamente rusas, y ahora se reparten el botín de guerra, el tablero de juego está abierto, yo me quedo con esto y ya veremos qué hacemos con el resto.
Este repaso somero es muy superficial, mucho, y tendencioso, bastante. No negaremos ahora la barbarie rusa, toda su perfidia, dios me libre, pero no ponemos tampoco la mano en el fuego, ni mucho menos, por los yanquis y sus colegas europeos, vaya miedo.
Lo mismo, si me apuras un poco, que antes los alemanes igual no eran tan cocos ni monstruosos ni extraordinarios ni irracionales, esos demonios, llámame loco. No suele ser tan fácil separar lo uno de lo otro, el grano de la paja, en la viga ajena se vive más cómodo, era esa, por mucho que nos pirren los cuentos de villanos y santos, de malvados y víctimas inocentes, y por mucho que hicieran la comedia de los juicios de Nuremberg, ese teatrillo de tres al cuarto, no muy fino, pasto de películas de todo tipo, y todos se rasgaran, y se rasgan, eso pasa, tanto las vestiduras ante lo acaecido (oh, señor, cómo pudo pasar/nos, qué increíble que fue, imposible, oh, dios, por qué, cuando sigue pasando de una u otra manera en tantos rincones del mundo algo parecido, a la vuelta de la esquina, hasta en el nuestro a poco que mires donde no debes o te preguntes, y en verdad casi, como creo que se decía en Hanna y sus hermanas, lo verdaderamente raro es que no pase todavía más, o, por lo menos, que no se cuente, que se calle tanto o siempre, que no se haga espectáculo como en este caso; el que conoce su historia está condenado a repetirla, eternamente, de una u otra forma, esa es otra, y el que la desconoce, también, igualmente) y todo el posterior cuento, las grandes palabras huecas, los homenajes, efemérides y grandes conmemoraciones, las solemnidades y enormidades para tapar las fechorías de antes y las de ahora, para ocultar toda la responsabilidad, tanto para lo bueno como para lo malo suele ser normalmente mucho más compartida e inextricable de lo que luego siempre se dice o reconoce, en aquella masacre señera de los señorones triunfantes y, con su anuencia o complacencia, silencio o miedo, de todas las masas tan serviles y pacientes, convenientes o cómplices, para ocultar todos los pactos y negocios antes durante y después de la contienda, en fin, esa farsa sempiterna que necesita de gente que se golpee mucho el pecho, se escandalice y haga películas y documentales, de paso, tan concienzudos y dolientes, que no molesten a nadie, que no revuelvan ni cuestionen nada, que se sorprendan muy hipócritamente de todo lo que pasó enfrente de tu casa, o de cómo cuanto más gestos exagerados hagas, más demostrarás que ni tú ni los tuyos tenéis ni tuvisteis nada que ver con todo eso tan extraño y feo, con el mal, que es siempre muy puro y de los otros, de aquellos que les dio un aire de repente, los trastornados, efímeros enfermos, esos tan extravagantes y delirantes.
En verdad os digo que esto al final parecía como de Barrio Sésamo.
Muerto el perro, (no) se acabó la rabia.
Las ratas nunca descansan.