Sin poder negar que nunca será una de las grandes películas de la historia, tenemos que reconocer que sí pasará a la historia en nuestros corazones. Marcó época. Sensualidad, inocencia, fervor, deseo, inexperiencia, calidez, electricidad... confluyen de manera
exquisita y placentera en la relación de la tímida Baby y el ardiente Johny. Todas quisimos ser esa chica del montón, que no puede evitar la revolución de sus hormonas antes los sexys movimientos de cadera de su profesor de baile; todas quisimos el verano posterior a verla, ir a un campamento de verano y dejarnos guiar por los impulsos del corazón, la música, y el deseo de la mano de un Johny como Patrick, sin importar el qué dirán, la escala social y los valores establecidos. Todas hemos querido rebelarnos como Francis sin perder nuestra dulzura e ingenuidad. En definitiva, esta película marcó todos nuestros corazones, y si bien no será nunca un peliculón, será siempre La Película que nos hizo querer amar y ser amadas, al ritmo de la música.