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España España · Villardeciervos
Voto de McKnight:
8
Drama En 1920, Gran Bretaña contaba con dos atletas excepcionales: Harold Abrahams y Eric Lidell. Las razones que los movían a correr era tan diferentes como sus vidas: pertenecían a mundos distintos, cada uno tenía sus propias creencias y su propio concepto del triunfo. (FILMAFFINITY)
14 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá la reciente muerte de Ben Cross en el pasado mes de agosto sea la espoleta adecuada para escribir esta crítica a la que fue su mejor y más memorable película. Y más aún cuando esta comienza con una misa funeral, coincidencia luctuosa, por el personaje que el actor interpreta en pantalla, el atleta británico Harold Abrahams. Se debe decir que la carrera cinematográfica posterior a Carros de fuego de Ben Cross es bastante mediocre y olvidable, en la cual uno apenas puede recordarle en pantalla haciendo del malo de El primer caballero, aquella fallida recreación artúrica para mayor gloria de Richard Gere.

Creo que es justo además, cuando con proximidad se cumplirá el cuarenta aniversario de su estreno, realizar una alabanza abierta y sincera de esta película, me temo que abandonada por muchos de manera cruel en el baúl del olvido. Ahora que, debido al parón por el coronavirus, se están reestrenando grandes películas míticas de la historia del cine Carros de fuego no ha sido siquiera tenido en cuenta. Seguramente apenas cuatro amantes del buen cine hubieran ido a verla. La ley del dinero. Ni siquiera la revista Cinemanía, en su reciente y más que irrisoria lista de las mejores 300 películas de la historia, la encuentra un hueco para tener la oportunidad de codearse entre grandes hitos inmortales como ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Aterriza como puedas o Moulin Rouge...

Con la celebérrima escena inicial (no es en absoluto una boutade afirmar que es una de las mejores escenas de la historia del cine) en la cual aparecen corriendo sobre la arena los atletas bajo la música imperecedera de Vangelis ya se sabe que se va a ver algo glorioso. Casi dan ganas de levantarse en ese momento y dejar de ver la película sabiendo que es imposible que esta ofrezca algún momento más culmen. Solo después de ver Forrest Gump uno siente las mismas ganas de salir corriendo libre y jubiloso con el viento golpeándole a uno el rostro. Para quien no la conozca, recomiendo ver en youtube la referencia cómica que sobre esta escena realizó Mr. Bean con ocasión de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012.

La película es una recreación precisa de una época lejana, los años 20, es una loa de la juventud, de la superación, de la mejora, de la fraternidad, de la persecución y conquista de unos ideales. Y es, junto con Hoosiers, la mejor película sobre deporte de todos los tiempos. No una película en la cual el deporte aparezca de manera tangencial o arbitraria sino una película en la cual el deporte es motor y centro de la misma. Una película que ennoblece el deporte mostrando que más allá de la pura actividad deportiva y competitiva, puede llegar a ser algo que sea sentido mismo de la vida, trascendente y espiritual.

Hasta siempre Ben Cross.
McKnight
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