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Voto de Helena:
9
7,2
9.474
Documental. Drama
Entre 1990 y 2003, Timothy Treadwell, camarero, actor ocasional y ex-alcohólico, pasó catorce veranos conviviendo con los osos grizzly. Él mismo grabó con su cámara de vídeo sus estancias en Alaska y su obsesiva relación con los plantígrados (unas cien horas). Werner Herzog usó parte de este material. El último verano, uno de los osos atacó a Timothy y a su novia Annie. (FILMAFFINITY)
10 de abril de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son sus críticos.
Yo sólo he visto a un tipo muy listo descojonándose de un grupo de personas en el límite de la normalidad que por ello mismo siguen a pies juntillas, como posesos, a un chaval permanentemente colocado, supongo que por su facilidad de palabra o por ser buen amante, como afirma. No sé. No sé nada de la historia ni de la vida de Herzog, pero creo que se está burlando de los estadounidenses en general. Me voy al "spoiler" que si no luego me regañan.
Yo sólo he visto a un tipo muy listo descojonándose de un grupo de personas en el límite de la normalidad que por ello mismo siguen a pies juntillas, como posesos, a un chaval permanentemente colocado, supongo que por su facilidad de palabra o por ser buen amante, como afirma. No sé. No sé nada de la historia ni de la vida de Herzog, pero creo que se está burlando de los estadounidenses en general. Me voy al "spoiler" que si no luego me regañan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
No era broma lo del "buen amante"; el tipo en cuestión de hecho hace esa afirmación, y sus únicas valedoras postmortem son una exnovia y otra mujer, con menos aspecto de subnormal pero más de idealista ingenua, de la que se vierten dudas sobre su relación con el jamado por los osos.
Para ver ositos hay documentales mucho más interesantes y científicos, todos lo sabemos. Pero ver trastornos mentales 'in situ' es prácticamente imposible, si son expresados como tales, por razones de ética médica o de rechazo de los implicados o sus familiares, según el caso. Este era el caso perfecto para el director: Un tío permanente ebrio o drogado, como se deduce fácilmente de sus propias autograbaciones; tocándole las narices literalmente a bichos salvajes de quinientos kilos, que son sus amiguitos, a los que se dirige verbalmente diciendo tonterías sin mesura para regocijo de su ego y de los espectadores más ignorantes; intentando convencernos de que un zorrillo ha dejado a su familia y congéneres y se ha ido a vivir con él 'motu propio' (y vuelve a él cada verano año tras año); y con un complejo de superioridad que pasa del colocón esporádico al trastorno mental permanente, en cuyas crisis más acusadas se llega a definir a sí mismo como el "amable guardián de los osos" frente a los servicios estatales de protección del parque, los visitantes y la humanidad en general.
El director deja bien patente todo el asunto: El tipo está colgado, tiene un ego como la catedral de León, busca follar a toda costa, miente como un bellaco (falsea las tomas para hacer creer que está completamente solo, por ejemplo), sus únicos seguidores manifiestos son una señora con evidente discapacidad intelectual y otra de la que se justifica su adoración con el hecho de no habérselo tirado... No se da una descripción del seguimiento que se hacía de las andanzas del colocado en los medios de comunicación, pero se sugiere que existía una amplia divulgación de las mismas, con lo que de hecho se está concluyendo que su vida y su muerte son el alimento intelectual de un pueblo -de un país- que comparte con los protagonistas su minusvalía mental.
Diría que Herzog les ha metido un golazo (bueno, o una buena hostia, que yo de fútbol no entiendo) a los estadounidenses tachándolos de imbéciles, pero que además algunos son tan imbéciles que hasta le han dado premios por la película porque no se han enterado. Aunque también puede todo ello ser una interpretación personal errónea.
Para ver ositos hay documentales mucho más interesantes y científicos, todos lo sabemos. Pero ver trastornos mentales 'in situ' es prácticamente imposible, si son expresados como tales, por razones de ética médica o de rechazo de los implicados o sus familiares, según el caso. Este era el caso perfecto para el director: Un tío permanente ebrio o drogado, como se deduce fácilmente de sus propias autograbaciones; tocándole las narices literalmente a bichos salvajes de quinientos kilos, que son sus amiguitos, a los que se dirige verbalmente diciendo tonterías sin mesura para regocijo de su ego y de los espectadores más ignorantes; intentando convencernos de que un zorrillo ha dejado a su familia y congéneres y se ha ido a vivir con él 'motu propio' (y vuelve a él cada verano año tras año); y con un complejo de superioridad que pasa del colocón esporádico al trastorno mental permanente, en cuyas crisis más acusadas se llega a definir a sí mismo como el "amable guardián de los osos" frente a los servicios estatales de protección del parque, los visitantes y la humanidad en general.
El director deja bien patente todo el asunto: El tipo está colgado, tiene un ego como la catedral de León, busca follar a toda costa, miente como un bellaco (falsea las tomas para hacer creer que está completamente solo, por ejemplo), sus únicos seguidores manifiestos son una señora con evidente discapacidad intelectual y otra de la que se justifica su adoración con el hecho de no habérselo tirado... No se da una descripción del seguimiento que se hacía de las andanzas del colocado en los medios de comunicación, pero se sugiere que existía una amplia divulgación de las mismas, con lo que de hecho se está concluyendo que su vida y su muerte son el alimento intelectual de un pueblo -de un país- que comparte con los protagonistas su minusvalía mental.
Diría que Herzog les ha metido un golazo (bueno, o una buena hostia, que yo de fútbol no entiendo) a los estadounidenses tachándolos de imbéciles, pero que además algunos son tan imbéciles que hasta le han dado premios por la película porque no se han enterado. Aunque también puede todo ello ser una interpretación personal errónea.