El director de un museo de arte contemporáneo acaba de inaugurar una nueva y peculiar obra y se encuentra en plena campaña publicitaria para atraer a los visitantes para que la vean. Aunque tal vez se la haya ido de las manos la forma en qué lo ha hecho, traspasando todos los límites.

Sin leer ni informarme nada previamente acerca de esta película, me apetecía verla por las buenas críticas recibidas en incontables festivales de medio mundo y porque la anterior película del director sueco Ruben Östlund, Fuerza mayor, me había producido una muy buena impresión. A pesar de todo, este nuevo título me parece una estafa, un reírse de los espectadores a costa de la buena fama cosechada anteriormente, un endiosamiento mal entendido y peor interpretado por el director. De la película solo hay tres escenas que me atrapan y que merecen la pena: La que abre el telón, un hurto en toda regla en la cara del único transeúnte que se para a ayudar a la mujer que grita desolada, el divertido momento, con un humor ácido a prueba de bombas, en donde los visitantes del museo corren cual buitres a por la comida en el momento que el orador está acabando el discurso y dejan al solitario chef con la palabra en la boca y, por último, la escena por la que sin duda será recordada la película, el actor que, imitando a un primate, siembra el desasosiego entre los comensales, incapaces de reaccionar ni de enfrentarse al energúmeno, con cabezas gachas y derrotados. Mezquinos. El resto del metraje es tedioso y todo lo que tiene de pretencioso lo tiene de fallido, para este viaje no hacían falta alforjas. Todo el mundo con una pizca de inteligencia y de moralidad sabe que el mundo se está yendo a la mierda por la incompetencia de los que mandan, pero es que la plebe tampoco ponemos mucho de nuestra parte para mejorarlo, desgastando nuestras energías en cosas supérfluas y siendo cada vez más egoistas, tropezando siempre con la misma piedra sin querer salir de nuestra zona de confort y disfrutando de los placeres de la vida en nuestras jaulas de oro. El fondo de tu film te lo compro señor director, la película como tal, empero, ya la tengo más que olvidada.

Sacapuntas de oro: El carisma del protagonista, Claes Bang. La aterradora idea que nos lanza que el día que no exista el dinero metálico y todo se tenga que pagar con tarjetas o con smarthpones…¿Qué será de los mendigos?. El zasca a las agencias de publicidad porque no vale todo.

Sacapuntas de madera: Innecesariamente alargada. Muchos de los planos secuencia en donde el director se cree que está redescubriendo el cine y que solo provocan bostezos. Que a los responsables del montaje final habría que meterlos en la nevera un tiempo o que se dedicasen a otra cosa.

Nota: 2,5 Sacapuntas.