Excelente debut en el largometraje de la realizadora franco libanesa Chloé Mazlo, que dota a la cinta de una arrolladora personalidad, sobre todo en la puesta en escena, ya que combina diversos elementos que la hace muy rica visualmente y gratamente sorprendente , sin dejar aparte su lado emotivo.
Utiliza las figuras de plastilina, el stop-motion, las fotos fijas del Líbano antiguo, impregnando el relato de una especia de realismo mágico que nos envuelve sin remedio, emocionando en ocasiones, divirtiéndonos en otro y también ofreciendo momentos duros, por más que parece estemos viendo una especie de cuento, pero sin dejar una realidad del pasado Líbano, que tanto dolor y muerte causó en sus días.
Un drama profundamente humano, lleno de entrañables personajes y situaciones que impregnan de vida al relato.
Técnicamente es un portento, con una preciosa fotografía de Hélène Louvart y un exquisito montaje como el que tiene lugar durante la cena, en la que de repente se apaga la luz y se cambia de situación como por arte de magia.
Muy bien interpretada, sobre todo por una tierna Alba Rohwacher, magnífica en su papel.
Una película hermosa, muy "bonita", que deja un excelente sabor de boca a cine bien hecho, con cariño, originalidad y mucho amor.
Un bello canto a la vida, al amor, a la fuerza de la familia, a la paz.

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