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España España · san sebastian
Voto de Izeta:
7
Drama Biografía de William Thomas Morton, el inventor de la anestesia dental. (FILMAFFINITY)
21 de agosto de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al parecer Preston Sturges tuvo ciertos problemas con los productores de esta película biográfica acerca de
William Thomas Green Morton, carnicero dentista del siglo XIX ( porque en aquella época dificilmente se podía desligar una profesión de la otra, imagínense) descubridor del éter como método anestésico y, con ello, contribuir a uno de los mayores avances de la humanidad; las operaciones sin dolor.
Por lo visto, los productores no quedaron satisfechos del aire desenfadado y cómico que había dado Sturges a este film ( cosa que no entiendo porque si no querían una comedia, ¿ para qué se la encargan a un especialista en ellas?) y la montaron un poco al tún tún, con un flash back inicial que comienza por el final y que, en realidad, contradice bastante lo que un segundo flash back y vertebrador de la historia, nos muestra, no dejándonos muy claro a los espectadores, si Morton era un venerable y altruista benefactor de la humanidad, un avispado hombre de negocios o si por el contrario es la humanidad la que paga con ingratitud a los mayores bienhechores.
Sea como sea, es la mano de Sturges la que, a mi modo de ver, beneficia al film y es, precisamente, ese aire alegre y desenfadado la que sube el nivel de esta película.
Todo el comienzo de su carrera como dentista, después de haber abandonado sus estudios como médico, los hilarantes esfuerzos por extirpar las muelas a sus pacientes, sin que éstos le rebanen el pescuezo. Su obsesiva búsqueda en una fórmula que consiga convertir a sus fieros pacientes en dulces mininos. Sus primeros experimentos con diversos gases y los desiguales y sorpresivos resultados obtenidos con ellos. Finalmente, el éxito y la fortuna que también le reportará la envidia, los celos, las suspicacias médicas y varios sinsabores más. La contribución de su descubrimiento a la comunidad médica quienes, por fin, podrán realizar amputaciones y otras operaciones gravísimas eliminando el terrible sufrimiento del paciente, mientras todavía luchaba por hacerse con la patente es lo que no terminan de dejarnos muy claro, si fue un acto voluntario y altruista o se vio obligado a ello pero sí cabe agradecerle, sea como sea, que los pacientes del siglo XIX pudieran empezar a dormir plácidamente mientras les abrían en canal. Y a Sturges, que nos lo cuente tan animadamente.
Izeta
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