Una de las obras más importantes de su director y de la década de los cuarenta en la que expresaba el poder abusivo de la Iglesia protestante en la Dinamarca del siglo XVII hasta el punto de generar paranoia, miedo y grandes sentimientos de culpabilidad entre los habitantes de este hermoso país. Con una gran sutilidad, Dreyer supo orquestar una gran tragedia con un fino sentido del desarrollo psicológico y la acentuación del dramatismo escénico, vertebrado por un gran uso de la iluminación y el sonido. Con una estética efectivamente tenebrista, asistimos a un espectáculo decadente, inmoral (aunque disfrazada de ruin moralidad), inhumana y por qué no decirlo, con un trasfondo de inmadurez emocional que marcaría gran parte de esos siglos oscuros.
Maravillosa y peligrosa la apasionada historia de amor de sus protagonistas que, sin embargo no logran huir de su entorno y sufren las consecuencias de vivir en una época retrógrada que castiga el amor pasional y premia el sufrimiento y el castigo más vil y retorcido. En este sentido Dreyer finaliza su obra con un fuerte sentido pesimista, desplegando un auténtico círculo vicioso del cual solo la muerte es capaz de liberar a sus protagonistas y donde no se salva nadie en términos de crítica, desde el hipócrita pastor, a la mentirosa Ana, al débil Martín y a la amenazadora madre del pastor. Curiosamente, solo el personaje de la "bruja", interpretado soberbiamente por Anna Svierkier resulta ser el alma más cándida y fuerte de todas las que aparecen en escena. Un film imprescindible.
Nota final:
7'7