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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama Continuación de la historia de los Corleone por medio de dos historias paralelas: la elección de Michael como jefe de los negocios familiares y los orígenes del patriarca, Don Vito Corleone, primero en su Sicilia natal y posteriormente en Estados Unidos, donde, empezando desde abajo, llegó a ser un poderosísimo jefe de la mafia de Nueva York. (FILMAFFINITY)
19 de marzo de 2013
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran éxito alcanzado por, “The Godfather”, animó al director, Francis Ford Coppola, a continuar llevando al cine la larga novela de la familia Corleone que había escrito el newyorkino, Mario Puzo, con la que se podía hacer toda una saga. Surge, en ésta segunda parte, una primera pregunta: ¿Por qué, Vito Andolini -el hijo de aquella familia asesinada por don Cicchio-, al llegar a América en 1901, acepta quedarse con el apellido que le asignan en inmigración (en alusión a su tierra natal) y nunca recupera el de sus padres, si Corleone no significaba una forma de ocultar su identificación?, ¿Fue, entonces, que simplemente se acogió a las normas americanas?

Enseguida me siento confundido: Cuando el pequeño Vito se asienta en los Estados Unidos de Norteamérica, Coppola prosigue con un plano donde presenta a su nieto, Anthony Vito Corleone, ambientado en 1958, cuando tenía unos 10 años de edad. Narrativamente, se entiende que han pasado dos generaciones y que seguiremos la vida de éste nuevo chico a quien vemos haciendo la primera comunión. Pero, enseguida el niño sale de escena, y durante media hora, será Michael el protagonista de una serie de hechos en los que apenas sucede que se sienta amenazado. Finalmente, con un gesto paternal de Michael, se nos deja ver de nuevo a Vito, el nieto, durante un minuto… y su figura se enlaza (sin un claro sentido) con Vito Corleone padre, en la Nueva York de 1917, comenzando entonces la alternación de dos historias: Vito padre en los comienzos de su vida delictiva, y Michael en su consolidación como líder de la familia Corleone… ambos tomando la justicia por su propia mano. En éste ordenamiento de imágenes, algo confunde y algo sobra, y quizás sea la razón para que, Coppola, luego se animara a realizar, “La saga de El Padrino”, para la televisión donde ordena los hechos cronológica… y sobre todo, lógicamente.

Por alguna razón distinta a la argumental, en <<EL PADRINO. Parte II>>, vemos que, Tom Hagen (Robert Duval), vuelve a estar al lado de su hermanastro Michael, pese a que éste lo había sacado en el filme anterior. Resulta también tonta la idea de que, Robert de Niro, sea puesto a imitar la voz afónica de Brando, cuando esta afonía debió producirse en la tercera edad; y el senador, resulta obligado y no sobornado -cosa rara-, dejando así bien cuidada la imagen del gobierno. El enredo en la edición, se complementa de nuevo con el descache argumental, pues, vuelve a imponerse la visión romántica de la mafia en contra de una realidad a muchos pasos peor de lo que aquí se muestra; y si se mira, objetivamente, la propuesta ideológica del filme es de corte puramente fascista, pues se apunta, se aboga y se impone, que el paso a seguir con los enemigos (aunque se trate de viejos desahuciados) es borrarlos del mapa por nuestra propia mano, y así, la igualadora venganza se llevará las palmas y la sociedad se empobrece con rancias ideologías.

La estupenda fotografía lograda por Gordon Willis; las buenas actuaciones de Al Pacino, John Cazale y Lee Strasberg (el famoso fundador y ex-director del Actor’s Studio, en su debut cinematográfico), entre otros; la elocuente escena con la metáfora del pastel para ilustrar la repartición de la Cuba de Batista; y la buena música de Nino Rota (un tanto repetitiva, pero mejor dosificada que en la primera parte), no salvan a un filme para el que los aplausos suenan como hechos con una sola mano.
Luis Guillermo Cardona
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