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Voto de Luis Guillermo Cardona:
3
Bélico. Drama Durante la campaña del Pacífico, una heroica compañía americana lucha contra el avance de las fuerzas japonesas en Filipinas, perdiendo cada vez más terreno. Dos oficiales de lanchas torpederas, en contra de la opinión de sus superiores, intentarán frenar el avance utilizando las viejas embarcaciones contra los barcos nipones... (FILMAFFINITY)
4 de agosto de 2010
16 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es absurdo, pero, con el convencimiento de la "ingenuidad del pueblo", esta película se realizó, en 1945 -apenas terminada la II Guerra Mundial-, con un sólo objetivo: Había que cambiar la imagen de la guerra: "No queremos que la gente piense en atrocidades como los millones de cadáveres con horrendas heridas tirados como cardúmenes de peces en las barracas; ni en los cientos de mutilados que perdieron los brazos o las piernas; ni en las infames y crueles torturas a que sometíamos a los prisioneros; ni en los millones de niños, mujeres y ancianos inocentes exterminados en los hornos crematorios. Que no se acuerden de las órdenes despóticas dadas a cientos de soldados, ni los rigores ni el maltrato a que los sometimos. Que se olviden de las injusticias y atropellos que cometimos defendiendo la justicia, de las niñas que prostituimos, de los varoncitos que sodomizamos… y que se olviden de que estuvo en nuestras manos haber parado la guerra, pero, no lo hicimos porque el negocio de las armas es altamente lucrativo.

Para este juego se prestó, John Ford, un director brillante y un hombre sensible quien, en los 10 años previos, se había convertido en uno de los más grandes cineastas del mundo, pues, había realizado sus mayores hitos cinematográficos (“El Informante”, “La Diligencia”, “El Joven Lincoln”, “Las Uvas de la Ira” y “Qué verde era mi valle”). Con estas obras, había demostrado que su mente y su corazón estaban al servicio del pueblo; le dolía la pobreza y la explotación; le indignaba el racismo y soñaba con un país donde a todos los seres humanos se les respetara su derecho a la dignidad y a la vida. Así las cosas, los "poderosos" entendieron que, con un artista de este talante no se podía pelear; preferible era halagarlo y seducirlo para que comenzara a servir a los intereses del gobierno... y Ford no era, Fritz Lang, quien prefirió abandonar su tierra antes que servir a los intereses de Goebbels. El director irlandés, agradecido con la tierra que lo había acogido, se inclinó ante los gobernantes y empezó a hacer (con apenas excepciones donde parecía recordar sus auténticos sentires), un cine patriotero, reaccionario y ajeno a la verdad.

<<NO ERAN IMPRESCINDIBLES>>, fue el inicio de su deshonra, y para timar a los ingenuos –aquellos que creen más en lo que oyen decir, que en lo que ven con sus propios ojos- osa mostrarnos la guerra como un paseo: Un tiempo feliz donde abunda la camaradería, donde los altos mandos son encantadores amigos, donde se baila y se bebe, y queda tiempo para enamorar y para disfrutar cantando en el esplendor de las noches. Donde ¡claro! no falta "uno que otro herido y uno que otro muerto", pero eso hace parte de la rutina en cualquier tiempo y lugar.

Imagino, ahora, a un soldado de aquellos que padecieron el fragor de las batallas y al que una granada le cercenó ambas piernas y le dejó la piel como tierra del desierto, sentado luego en su silla de ruedas, olvidado del gobierno y presenciando esta película. Donde, Ford, se ponga a su alcance… ¡no quiero ni pensarlo!

Título para Latinoamérica: FUIMOS LOS SACRIFICADOS
Luis Guillermo Cardona
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