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Voto de Luis Guillermo Cardona:
5
Thriller. Drama El marchante americano Tom Ripley (Hopper) intenta poner a prueba la integridad de Jonatham Zimmermann, un humilde fabricante de marcos (Bruno Ganz) que padece una enfermedad terminal. Ripley le presenta a un gánster que le ofrece mucho dinero a cambio de que trabaje para él como asesino a sueldo. En un principio rechaza la oferta, pero, al pensar en el precario futuro que espera a su mujer y a su hijo después de su muerte, acaba aceptando el trato. (FILMAFFINITY) [+]
9 de julio de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque, genéricamente, el término marchante se aplica a cualquier comerciante, traficante o mercader, en alusión a, ‘aquel que va de un lado a otro’ intercambiando cosas por dinero, con mayor frecuencia, marchante se llama al agente dedicado al comercio del arte -pintura, escultura- como intermediario entre un artista y las galerías y coleccionistas.

Tom Ripley (Dennis Hopper), es un marchante que trabaja para el artista, Andrew Pogash (Nicholas Ray), y al sentirse rechazado, durante una subasta, por el curador y enmarcador, Jonathan Zimmermann (Bruno Ganz), Ripley lo recomienda a, Raoul Minot, un hombre de oscuros negocios que planea deshacerse de algunos tipos de la mafia. Por su condición de enfermo de Leucemia (Neoplasia hematológica), Zimmermann tiene un pronóstico médico bastante delicado y esto motiva a Minot, para tentarlo con una buena suma de dinero con la que podrá dejar en mejores condiciones a su esposa y a su amado hijo.

Así comienza la llamativa trama que, la gran escritora, Patricia Highsmith, plantea en su novela “Ripley’s Game” (El Juego de Ripley, 1974), la cual hace parte de su serie ‘Ripliad’, cuyo protagonista es ese astuto, y a veces muy peligroso marchante, llamado, Tom Ripley. Con guion del propio director, Wim Wenders, éste decide centrar la historia en el personaje de Zimmermann, tratando de mostrar el lado humano de un padre de familia que está dispuesto al sacrificio para favorecer a los seres que ama. Pero, siento que Wenders no atina y las reiteradas torpezas del personaje (explicables, quizás, por su enfermedad, pero, nada conmovedoras en su ejecución), sumadas a una fotografía sin relieve alguno y una iluminación bastante plana, no logran atraernos hacia él suficientemente. Mucho menos llegamos a sentir al personaje de Ripley, el cual luce como un fantasma durante la primera hora larga de película… y sólo en la secuencia del tren comienza a tener cierto protagonismo.

Wenders, busca servirse de una cierta simbología que conseguimos palpar con ese marco donde la figura de Zimmermann luce enmarcada (encerrada, limitada), mientras él busca desenmarcarse asumiendo la riesgosa tarea; pero, la frialdad de la trama donde el suspenso y la intriga no tienen espacio alguno; la ausencia de una edición más rigurosa (se dejaron pasar muchos puntos muertos y se alargaron escenas innecesariamente); la presencia de grandes realizadores (Nicholas Ray, Samuel Fuller, Peter Lilienthal, Daniel Schmidt y otros), en roles tan insignificantes que apenas lucen como un simple gancho para darle nivel a la película… hace que, <<EL AMIGO AMERICANO>>, nos deje una amplia sensación de desencanto.

(Aquí cito escena clave)

… ¿Y qué tal ese cuento de que Minot maquina el “empeoramiento” de la enfermedad de su “sicario” de ocasión… y sin embargo vemos que resulta ser cierto?
Luis Guillermo Cardona
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