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Voto de Luis Guillermo Cardona:
10
Western. Drama Nevada, 1885. Gil Carter (Henry Fonda) llega a una pequeña población del oeste en busca de su antigua novia, una mujer de dudosa reputación. Le acompaña su amigo Art (Harry Morgan). La inesperada noticia del asesinato de un conocido ranchero provoca que, ante la ausencia del sheriff, se forme un grupo de linchamiento del que tanto Gil como Art formarán parte. (FILMAFFINITY)
31 de mayo de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El inconsciente humano es mucho más poderoso que su consciente, aunque no debería ser así porque, en el primero, hay impulso, y en el segundo, hay razón. En el inconsciente suele esconderse todo lo que teme salir a flote... y cuando escapa, suele proceder sin medir las consecuencias. Es entonces, cuando se hace daño a otros porque necesitamos culpables para poder aliviar el enorme peso que nos atormenta. De aquí, la gran atracción que se tiene por los noticieros y las telenovelas, pues sirven de mecanismo de proyección. En estos espacios, abundan los acusados, y ¡ay, que nos digan que alguien fue exonerado de aquello por lo que se le juzgaba!… ¡Qué gran decepción! ¡Tenía que haber sido culpable! ¡Por algo lo detuvieron!

Un hombre que se siente así, no es precisamente malo ni perverso, sólo está enfermo por los errores del pasado... y las injusticias, y a veces atrocidades que comete desde entonces, obedecen al miedo de sentirse descubierto porque, en lo más hondo de su conciencia, algo le dice que la impunidad no existe. Entonces, hay que tapar, tapar y tapar… aunque sea convirtiéndose en verdugo de otros, para tener así la careta del justiciero. Quien no puede mejorarse a sí mismo, se dedica a condenar a los demás.

Con un magnífico guion de Lamar Trotti, basado en la novela homónima que, Walter Van Tilburg Clark, publicara en 1940, <<INCIDENTE EN OX-BOW>>, hace referencia a un grupo de hombres que habita en un pueblo olvidado, donde la única mujer soltera tiene 82 años y donde los pasatiempos disponibles son de cinco clases: dormir, comer, beber, jugar al póquer o buscar camorra.

Muy pronto, el ambiente se anima cuando alguien informa del asesinato de un hombre: Larry Kinkaid, un ganadero apreciado por muchos. Ante la ausencia del alguacil, y con la venia de su irresponsable ayudante, los hombres más “audaces” (parecidos a los que describimos arriba), deciden tomarse la justicia por su mano y salen en busca de los forajidos. Para poder lograr su personal catarsis, se tapan los oídos para no oír sino lo que convenga; apagan la razón para poder satisfacer sus ansias; y actúan con mucha prisa, para que el tiempo no vaya a frustrar sus aspiraciones.

Un brillante grupo de actores encabezado por Henry Fonda -cuyo personaje llega al pueblo en busca de una mujer que ya se ha marchado, y a quien encontrará luego en condiciones imposibles-, hace de esta película un impactante momento del western cinematográfico.

La composición de imágenes del prolífico director, William A. Wellman, logra significados precisos; y el clima de soledad, impotencia e injusticia, podemos respirarlo en cada uno de sus planos. Las luces son mortecinas, simbolizando el escaso eco que tienen las voces que claman por el ejercicio de la dignidad y del derecho... y el sentimiento que, quizás nos quede en el alma, es ver a este mundo como un lodazal sombrío, en el que la justicia humana, desde tiempos inmemoriales, ha extraviado su sendero.

Una gran película. Otro clásico del western.

Título para Latinoamérica: CONCIENCIAS MUERTAS
Luis Guillermo Cardona
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