Nunca me han gustado las segundas partes, y he de decir que esta segunda parte me ha enamorado. Cuando vi la primera “Pocahontas” hube de mirar dos veces quién la firmaba, no me creía del todo que Disney firmara aquella casposa y vomitiva “vuelta de tuerca” a los ideales más huecos que el mundo ha revelado. Sí, Disney es infantil, sí Disney adolece de léxico amable y de temas dulzones y otrora nebulizados por su idiosincrasia. Pero Disney siempre ha tenido clase, y ver a toda una india americana gritar a los cuatro vientos las sandeces que se marcaba en la primera peli, daba ganas de hundirse en el sillón hasta llegar al suelo. Aquello era caspa, caspa y escamación cutánea por todas partes. Horror horroris.
Pero me faltaba la segunda parte. Me faltaba la “peli que quisieron hacer en Pocahontas 1 y no tuvieron los bemoles de hacer”. Aquella en la que John Smith – o mejor dicho, el alter ego de John Smith – es metafóricamente apaleado, descuartizado y destruido. Hecho polvo. Qué gusto he sentido al verlo desaparecer, aunque si por mi fuese, tal personaje inmundo y perdonavidas no hubiese ni existido ni sobre el boceto.
Ciñéndome a la película, Pocahontas 2 hace un driblaje cuasi perfecto en los temas adecuados, para no salirse del subgénero imberbe al cual pertenece y nos regala una historia en forma de sonrisa, sin bluff de propaganda. La forma en que Pocahontas en Pocahontas 2 se comporta recuerda a una mujer auténtica e inteligente, a ratos resulta hipócrita – es sencillamente encantador ver a una heroína disney tan humana – por lo ironizante del conjunto del entorno y ese pintoresquismo de todo nos llega también a nosotros. Aún así tiene un toque ingenuo encantador, que en la primera parte habían dinamitado a favor de los mensajes propagandísticos machacones en forma de canciones dulcecitas y falsas.
En resumen, la segunda parte de un clásico resucitado para bien, y aunque mantiene el código Disney, revisa ciertos aspectos cotidianos de una manera muy inteligente y curiosa. Ameno y certero.