El film muestra una sociedad en la que tras la llamada guerra de los zombies, una gran corporación consigue adiestrar a éstos colocándoles un collar que reprime sus instintos de supervivencia, por lo que ya no sentirán ese irrefrenable deseo de comer carne humana y se convertirán así en esclavos para hacer el trabajo sucio de los aún vivos. Los vecinos se mirarán con recelo para competir por ver quién puede afrontar el tener más criados-zombies. Así llegará un zombie de nombre Fido a casa de una sencilla familia.
La ambientación se sitúa en los años 50, con su consecuente vestuario y decoración recargada, cosa que no ayuda a crear una atmósfera apropiada para una película con esta temática, se podría decir que todo es muy colorido. El principal problema que yo le veo es que no consigue establecerse en el género apropiado. La película tiene cierto aire a cine familiar, con unos personajes muy estereotipados y una banda sonora simpática y cargante, y una película de zombies no puede ser, por defecto, familiar. Quizá sería más conveniente, como digo por la naturaleza de la película, que se moviera más entre el terror y la comedia, como ocurre en ‘un hombre lobo americano en Londres’, dejando a un lado las enseñanzas morales y dando vía libre al gore, prácticamente inexistente en toda la película. Por otra parte, si se trata de reírse con zombies se echa en falta más cinismo y humor negro (me reí, eso sí, con ese vecino que se apropia de una mujer-zombie cuyo cuerpo aún no se ha descompuesto y usa para saciar sus deseos y perversiones).
Las actuaciones dejan mucho que desear (especialmente el niño protagonista) y los personajes son bastante poco carismáticos, dirección y montaje al uso, y un maquillaje precario, pecado capital para una película de zombies.
En definitiva, este filme canadiense recuerda más a ese fallido episodio de Masters of horror series de Joe Dante ‘el regreso’, que a la aclamada e hilarante parodia de Edgard Wright ‘Shaun of the Dead’, y con eso queda todo dicho.