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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
6
Terror. Fantástico Jennifer Corvino, hija de un famoso actor de Hollywood, ingresa en la Academia Richard Wagner, un internado situado en las montañas que rodean Zurich (Suiza). Muy pronto empiezan a producirse una serie de brutales asesinatos, obra de un psicópata, con una especial inclinación por las jovencitas del colegio. Jennifer, que tiene los dones paranormales de la telequinesia y la telepatía, intentará no sólo desenmascarar al sádico que ... [+]
27 de septiembre de 2010
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una hipotética competición de los argumentos más idiotas de la historia, el de “Phenomena” no estaría, desde luego, muy lejos de los primeros lugares. De no ser por la gran inteligencia que demuestra y porque la suya es, de largo, la interpretación más conmovedora y rica en matices de la peli, uno podría llegar a sospechar que el autor del guión no es otro que el adorable chimpancé que cuida de ese entomólogo inválido y especializado en insectos necrófagos (Donald Pleasence), al que la poli suiza acude para tratar de dar caza a un cruel y retorcido psicópata que se está dedicando a asesinar salvajemente a tiernas jovencitas y a hacer desaparecer después sus cuerpos, de los que no quedan sino algunos tristes cachitos agusanados.

Inexplicablemente, sin embargo, fueron el propio Argento y Franco Ferrini (coautor, entre otras, de “Érase una vez en América”) quienes se partieron el cráneo para parir la alucinante historia de esa Señora de las Moscas adolescente (una jovencísima Jennifer Connelly), que pasea en camisón bajo la luz de la luna de la Transilvania suiza mientras gobierna a su antojo a abejas, luciérnagas y gusanos comedores de tripas, encargados de guiar sus pasos tras ese asesino de potenciales clientas de bancos, bombonerías y estaciones de esquí y de defendarla de las crueles bromas de sus lerdas compañeras de internado. Y la verdad es que, como ellas, uno está a ratos tentado de echarse a reír a carcajadas: ciertas escenas, su fallida atmósfera onírica y el uso dislocado de temas de Iron Maiden y Motörhead la dejan a medio camino entre “En compañía de lobos” y un casposo videoclip metálico de los 80. Si por eso fuera, esta película sería un puro descojone de risa.

Pero eso sería olvidar que el trabajo de Argento consiste en acojonar, en hacer que nos caguemos encima de miedo. Y hay que admitir que eso lo logra, y con creces. Para Argento, sospecho, todo lo que hay entre crimen y crimen no es sino morralla inútil y martingalas sin importancia. Lo que de veras importa son esos truculentos y malsanos fogonazos de sangre y violencia, esos soberbios y febriles juegos de planos en los que Argento juega al gato y el ratón con el espectador y explora sus miedos más profundos, llevando al límite el poder inagotable de las fuentes primigenias de asco y terror: objetos afilados, cristales rotos, pasos y sombras furtivas, espejos, la deformidad, lo viscoso y lo hediondo, el viento agitando los árboles en la oscuridad. Es en esos momentos cuando Argento demuestra ser un maestro del género, cuando se hace perdonar todos los desastres de la trama. Bueno, en esos y en aquellos en los que aparece Dalila Di Lazzaro (pelo recogido y tirante, tacones, falda ceñida, blusa con hombreras) como la severa directora del internado. Ya veis que la cabra tira al monte: hay momentos en los que me recuerda a la mismísima Tori Welles. Y no me vengáis ahora fingiendo que no sabéis de quién os hablo, que a estas alturas ya empezamos a conocernos.
Normelvis Bates
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