Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Petra no sabe quién es su padre, se lo han ocultado a lo largo de su vida. Tras la muerte de su madre inicia una búsqueda que le conduce a Jaume, un célebre artista plástico poderoso y despiadado. En su camino por conocer la verdad, Petra también entra en contacto con Lucas, hijo de Jaume, y Marisa, esposa de Jaume y madre de Lucas. A partir de ese momento, la historia de estos personajes se va entretejiendo en una espiral de maldad, ... [+]
26 de enero de 2021
Sé el primero en valorar esta crítica
“Petra” es una obra que embelesa, que te capta, que te coge de las tripas y no te suelta, pero también es una película no apta para todos los paladares y, sin embargo y paradójicamente, es la más abierta y menos críptica cinta de la compleja pero fascinante filmografía de Jaime Rosales, un ser de otro mundo, un creador único, reconocido y reconocible.

“Petra” es un culebrón, de hijas buscando padres y secretos escondidos cruzados, pero un culebrón sublimado, de calidad, con tintes de tragedia griega y varios puñetazos bien dados en pleno estómago del espectador a lo largo de su metraje. “Petra”, incluso se permite el perdón, tan extraño en su creador pero tan oportuno en su trama.

Jaime Rosales, propietario de una filmografía con inmensas señas de identidad autorales y reconocible de lejos al primer plano al que se le pone el ojo encima, siempre ha jugado con la pantalla como si de un lienzo en blanco de la protagonista de “Petra” se tratase. Cada película es un nuevo salto al vacío de su autor, con una concepción trágica siempre gélida, distante, mirada a través de una cámara que nunca deja de ser el ojo de un dios que no tiene la más mínima piedad ni empatía con sus criaturas, que no las juzga ni las salva, que las deja condenarse libremente, demiúrgica como pocas.

“Petra” es la historia de una mujer que ha obtenido una beca para aprender de un artista plástico consagrado, Jaume Navarro. Pero sus razones para llegar hasta él son otras bien distintas, familiares, complejas. Jaime Rosales nos propone un auténtico culebrón, pero tamizado por una apuesta artística de primer nivel.

En primer lugar, fragmentado en capítulos con título (como si de una novela se tratase, incluso adelantado lo que va a suceder en las citadas denominaciones, para crear aún más distancia y frialdad en el espectador, spoilers que dinamitan a propósito el contenido de la narración) que ni tan siquiera están ordenados cronológicamente porque (y ahí está una de las grandes virtudes de la cinta) la narración no es lineal y Rosales va a jugar con tu psique y con tus sentimientos como mejor le plazca, alterando si es preciso para ello hasta el orden de los capítulos (la película comienza por el capítulo 2).

En segundo lugar, a través de una cámara que en ningún momento para quieta, que prescinde del montaje en las escenas (algo que personalmente me apasiona, un tanto alérgico como soy al actual abuso del montaje acelerado), que se desarrollan mientras que la cámara tiene vida propia y un itinerario preciso. Un alarde autoral que ayuda a la narración y no la perjudica (como ocurriera por desgracia con la lejanía de la cámara en su más arriesgada propuesta, “Tiro en la cabeza”, que llega a lastrar lo que se cuenta por la lejanía de cámara y micrófono en esa propuesta).

En tercer lugar, Bárbara Lennie, como estrella de la función, con la solvencia, seriedad, dolor, entereza y dignidad que siempre derrochan sus personajes. Y con la sorpresa de un malo antológico, pareciere sacado por su brutal sinceridad de “La cinta blanca” de Michael Haneke, interpretado por un sorprendente Joan Botey, repugnante en su despiadada maldad. Ellos dos perfectamente secundados por nombres del nivel de Àlex Brendemühl, Marisa Paredes u Oriol Pla.

Jaime Rosales, en su película más “normal” y comercial, logra seguir manteniendo lo mejor de sus señas de identidad autoral, lo cual lo señala como uno de los grandes autores de nuestro cine.
Sergio Berbel
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow