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Voto de Shinboneniná:
7
24 de septiembre de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película casi desconocida, que alguna vez han puesto por televisión, a horas intempestivas, y trufada de cortes publicitarios. Y es una lástima, porque merece la pena. Tuve ocasión de verla en cine allá por los ochenta, y me causó muy grata impresión. Esta tarde he decidido recuperarla de mi baúl de viejos DVD’s. Sigue conservando la mayoría de sus alicientes.
Entre ellos, su elaborada puesta en escena, tanto en la composición de planos, nada gratuitos y algunos realmente logrados, como en la hermosa fotografía, que convierte al paisaje afgano –aunque en realidad creo que se rodó en Israel- en componente esencial de la película, casi tanto como los propios personajes. Entre ellos destacaría algunos, no por arquetípicos, menos fascinantes, como el hijo de puta que comanda el tanque soviético; o el cabecilla de los moteros muyahidines, una especie de tarado a medio camino entre un fundamentalista islámico y un Mad Max adicto al opio.
La narración roza lo inverosímil, pero Reynolds logra que uno se crea la historia de venganza y redención en medio del desierto. Solo reniego del minuto final, con un desenlace que, a mi entender, desentona con el resto de la película. La verdad es que Reynolds da en el clavo. Ahora mismo, no recuerdo una película, de las muchas que he visto ambientadas en las guerras de Irak o Afganistán, que dejen atrás a ésta. Pero es sólo una impresión. Pasajera. O no.
Entre ellos, su elaborada puesta en escena, tanto en la composición de planos, nada gratuitos y algunos realmente logrados, como en la hermosa fotografía, que convierte al paisaje afgano –aunque en realidad creo que se rodó en Israel- en componente esencial de la película, casi tanto como los propios personajes. Entre ellos destacaría algunos, no por arquetípicos, menos fascinantes, como el hijo de puta que comanda el tanque soviético; o el cabecilla de los moteros muyahidines, una especie de tarado a medio camino entre un fundamentalista islámico y un Mad Max adicto al opio.
La narración roza lo inverosímil, pero Reynolds logra que uno se crea la historia de venganza y redención en medio del desierto. Solo reniego del minuto final, con un desenlace que, a mi entender, desentona con el resto de la película. La verdad es que Reynolds da en el clavo. Ahora mismo, no recuerdo una película, de las muchas que he visto ambientadas en las guerras de Irak o Afganistán, que dejen atrás a ésta. Pero es sólo una impresión. Pasajera. O no.