CAPITAN PHILLIPS, apartando el despliegue visual en un océano perdido del mundo donde la vieja práctica de la piratería aún se practica, es publicidad y propaganda. Es bastante frecuente que Hollywood y el Pentágono estrechen alianzas para obtener sendos beneficios. Los productores cinematográficos procurando obtener una recaudación mundial de cuantía a través de un entretenimiento masoquista alrededor de un secuestro sobre un escenario monumental, mientras que los militares, encuentran propicia la ocasión para mostrar todo el poderío estadounidense en forma de una máquina de guerra sofisticada y eficiente. Y es que es un tanto desproporcionado el despliegue de fuerzas por parte de la “caballería montada” y los cuatro famélicos secuestradores. El mensaje es claro luego de lo sucedido con las “Torres Gemelas”: enemigos de Estados Unidos, temblad, estén donde estén, sin importar los obstáculos, el que se meta con algún ciudadano estadounidense, o lo que es peor, con sus más sagrados intereses: será aniquilado. Esta postura fascista es odiosa y prepotente, y de por sí, la película termina decantándose en esto, algo que ni siquiera Tom Hanks logra apaciguar. Es más, no hay ni arte ni algo que se le parezca en ésta película exaltadora del poderío de los Estados Unidos como policía del mundo en éstas primeras décadas del siglo XXI. Con los “TRANSFORMERS” hubo algo parecido, aunque la lucha se libró en contra de un adversario de mayor valía, lo cual hacía soslayar toda la inmodestia que caracteriza al Poder, algo que no ocurre en ésta malograda CAPITAN PHILLIPS. Estados Unidos es un bastión de las leyes, obviamente, de sus leyes, porque cuando se trata de las leyes de los otros países no tiene ningún tipo de reparo en violarlas a su mayor gusto. En nuestra argumentación no queremos dejar establecido que apoyamos el delito del secuestro, éste de por sí es uno de los crímenes más corrosivos que puedan existir, sólo que así como hay “violencias malas” nos cuesta entender las “violencias buenas”.