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Happy End

Drama La película gira en torno a una familia burguesa que posee una empresa en Calais, al lado de los campamentos donde viven miles de refugiados. (FILMAFFINITY)

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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
22 de mayo de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Quemado, dolido y débil, mi sufrimiento, al parecer,
no requiere palabras ni explicaciones tantas, que es poca cosa”.

Hafez Shirazí (1315-1390)



Hay directores como el alemán Michael Haneke (1942) consagrados ya en vida que no necesitan justificarse. Lo que hagan bien o mal le es completamente indiferente: esa es la suerte de los genios o la confianza de los artistas de talento aunque lo que propongan nos luzca a los mundanos como muy experimental o incomprensible. Haneke ha hecho películas muy retorcidas pero con un efecto intelectual cuyo contenido en la esfera de la psicología humana no debería pasar desapercibido a nadie. Su exploración del absurdo humano está presente en obras remarcables como “La Pianista” (2003), “Funny Games” (2007), “La cinta blanca” (2009) y la excepcional “Amor” (2012). Ahora en “Happy End” (2017) hurga en el retrato de una familia burguesa de la provincia francesa disfuncional como lo son casi todas las familias aunque el maquillaje de la respetabilidad social lo disfrace.

Desde la mirada de una niña de trece años, perturbada y hasta con instintos caíniticos, Haneke nos lleva a un paseo por el infierno humano sin requerir de la moralina acostumbrada. Hay veces que comparto la crítica de Fernando Vallejo respecto a los niños y su inocencia decretada. “Dejad que los niños vengan a mí” es puro cuento. Los niños son corruptores de mayores y en cada uno de ellos hay un asesino en potencia. Estripan con sus piececitos a los grillos y les sacan los ojos a las ranas”.

Haneke es seco y brutal. Su tosquedad es interesada porque todos sus protagonistas son demasiado humanos, y en consecuencia, imperfectos y disimuladamente malos, o lo que es peor: han pactado con el dolor. Cada vida es un drama: una mezcla explosiva de impulsos contradictorios donde se entremezcla el amor con el odio; la herida abierta que no se cierra y que va machacando sin cesar vidas al límite y sin apenas redención. Este cine de Haneke es una pedrada hacia el centro de la línea de flotación de las producciones de Hollywood cuyo candor termina siendo festivo aunque insulso. No hay final feliz en la existencia humana: ese es el mensaje pesimista de Haneke a través de ésta película sin poses de ningún tipo. ¿Tenemos que compartir este coctel de amarguras sin rebelarnos? No lo creo. Porque cada transitar en el camino de la existencia es distinta de acuerdo a las propias y ajenas experiencias.

“Happy End” (2017) tiene un comportamiento en su desarrollo errático porque procura mimetizarse con las fracturas vitales de sus principales protagonistas. Lo que parece que no tiene sentido sí lo tiene porque el hastío vital hace que Haneke se interrogue de la misma forma que lo hizo Qohelet en el “Eclesiastés”: “Toda obra de Dios llega a su tiempo, pero ha puesto la eternidad en el corazón de los hombres; y estos no encuentran el sentido de la obra divina desde el principio al fin”. La errancia humana por una vida cuyos sentidos esenciales se va erosionando o incluso nunca está definida lleva al colapso de una convivencia social/familiar insatisfactoria e inconstante porque los compromisos son vulnerables o la afectividad que la sostiene es frágil.

Hay escenas memorables en ésta película de personajes sombríos, impecablemente interpretados por Isabelle Huppert, Jean-Louis Trintignant y Mathieu Kassovitz sobre la fatalidad de una existencia fallida. Y eso ocurre, no obstante, a pesar que el logro material está resuelto. ¿Qué podemos esperar de existencias materiales atrapadas en la miseria física?

La caída proviene en el ámbito de las emociones volubles y traicioneras y de una existencia que se va consumiendo hacia la nada. Al final de la película, el viejo patriarca de la familia (Jean-Louis Trintignant), procura encontrar “la solución final” ante un imponente cielo azulado sobre un mar tenebroso bajo la indiferencia de una nieta cuyo analfabetismo emocional es más que evidente. “Happy End” de Haneke es un cine diferente, radicalmente diferente, a quienes sólo buscan un escape fácil y pasajero en la sala oscura.
bucefalo
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10 de febrero de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminando de ver “Happy End” (2017) de Michael Haneke con Isabelle Huppert, Jean-Louis Trintignant, Mathieu Kassovitz, Fantine Harduin, Toby Jones, Franz Rogowski, entre otros. Drama seleccionado para concursar por La Palme d’Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes; y presentación de Austria al Premio OSCAR a la mejor película extranjera, que no fue seleccionada, es la espera más larga para una película de Michael Haneke, 5 años, y obra menor de un director brillante, que muestra la crisis migratoria europea como telón de fondo, en una familia burguesa que vive al margen de los problemas cotidianos de sus conciudadanos, hasta que estos les afectan directamente, debido a un accidente laboral. A todo ello se une la mirada de una niña que les observa e intenta comprender el porqué de tanta frivolidad, frente a un mundo que se muere por culpa de sus acciones. Haneke deja en evidencia una vez más, a esa Europa sin fronteras que, en realidad, ha construido inmensos muros, el que evita a los refugiados, y el que margina a la clase trabajadora. Es un relato más de la hipocresía de la burguesía y de la maldad oculta que reside en su tranquilo seno. Y para narrarlo, hace uso de la tecnología, las redes sociales y a los nuevos lenguajes de Internet, empezando con planos rodados con iPhone4, a modo de un comentario mordaz sobre el tipo de mundo en el que vivimos, donde lo único que importa es la celebridad, y donde los problemas nos distancian; por lo que el cineasta los usa para revelar gradualmente un mundo en el que la ira y el resentimiento, se convierten en la única arma que cualquiera de estas personas sabe cómo manejar. De los personajes, puede decirse que es un “collage” de personajes de sus filmes anteriores, por ejemplo: La niña que mata a su madre, y la graba, también asesina a un hámster, “por probar”, es como la prima no muy lejana del protagonista del “Benny’s Video” (1992); y la “hanekiana” Isabelle Huppert, en su 4ª colaboración con Haneke”; aunque aparecen algunas conversaciones filmadas en la distancia sin que sepamos de qué se trata, otro tópico “hanekiano”, y la sensación de “déjà vu”, llega a su paroxismo cuando Jean-Louis Trintignant, cuyo personaje también se llama Georges, como el de “Amour” donde asfixió a su mujer, curiosamente aquí también mató a su esposa hace 4 años, sofocándola, aparentemente para liberarla de circunstancias insoportables… Y es que el motivo recurrente de matar a un familiar querido, a pedido en las obras de Haneke, tiene una referencia autobiográfica: Según él, cuando era joven, su tía que sufría, una vez le habló acerca de la eutanasia. Y ahora, aunque Jean-Louis Trintignant está retirado desde 2003, solo vuelve a trabajar en películas si Michael Haneke está dirigiendo; pues lo considera “el mejor director vivo”, y actuaría para él en cualquier película, sean papeles grandes como pequeños. Y de hecho, Michael Haneke también considera a Trintignant, “uno de sus actores favoritos de todos los tiempos”, junto con Marlon Brando… y el hijo tonto de la Huppert en la película, es casi una réplica del de “Elle” (2016) de Paul Verhoeven, que nos gratifica con una escena de karaoke pasada de vueltas, una persona mentalmente enajenada, pero empática. En definitiva, Haneke muestra que Europa se va al traste porque las élites lo han decidido, porque no quieren mojarse en las mismas costas en la que llega gente pidiendo auxilio. La ironía es que ese “Final Feliz” del filme es una ilusión.
RECOMENDADA
NO tendrá nota en Lecturas Cinematográficas.
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
Alvaro Zamora Cubillo
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19 de julio de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy mala señal que una película te deje indiferente, sobre todo si viene de la mano del director y guionista austriaco Michael Haneke, capaz de sacar los peores y mejores sentimientos del espectador. Quizá la culpa la tengan unos personajes antipáticos interpretados y filmados intencionadamente de manera muy distante.

O puede que la responsable sea una historia que se recrea mostrando, casi de forma aleatoria, una amplia variedad de secretos y miserias de una familia que se está desmoronando. Sea como sea es necesario hacer un esfuerzo para llegar a un final, que por desgracia es bienvenido cuando acaba llegando.

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Cine de Patio
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20 de julio de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eve, una niña de 13 años, comenta las tareas domésticas que realiza su madre mientras graba todo ello a través de su smartphone. La joven también recoge en el móvil un vídeo en el que ella misma envenena a su hámster con los medicamentos que acabarán causándole una sobredosis a su madre. La ausencia materna obligará a la niña a irse a vivir con su padre Thomas, ahora casado en segundas nupcias y con otro hijo, lo que supone un problema para la estabilidad del hogar. Aunque para problemas de verdad los que acucian a Anne, hermana de Thomas y tía de Eve: la obra en la que trabaja su empresa acaba de presenciar un accidente que le puede costar una multa millonaria a la compañía. Por si fuera poco, Pierre, el hijo de Anne, presenta una clara inestabilidad emocional fruto de su excesivo apego al alcohol.

Estos problemas domésticos y laborales de una familia burguesa de Calais, en el norte de Francia, son el motor que mueve a Happy End, la última obra cinematográfica del gran Michael Haneke. Cada uno de los personajes principales que contemplamos en la película tiene su razón de ser, en el sentido de que nos muestra una temática interesante que el propio Haneke pretende diseccionar. Eve es la víctima de las malas decisiones por parte de sus padres, lo que le ha llevado a construirse un carácter ciertamente oscuro. Thomas vive engañado en un matrimonio que no le reporta placer, tal y como demuestran las tórridas conversaciones que mantiene por Facebook con otra mujer. Anne es el reflejo de una persona que siente más predilección por su trabajo que por su propia familia. Pierre mezcla los caprichos de los que siempre ha gozado por su condición burguesa con el odio interior que posee por esa misma razón. Finalmente, Georges, el pater familias, es un hombre ya anciano y cansado de la vida, que parece buscar desesperadamente a alguien que le ayude a calmar el dolor para abandonar por fin este mundo.

Dicho así, pareciera que Happy End es un film compuesto de ideas sugerentes que, con la mano de Haneke, podría convertirse en un trabajo memorable. Especialmente si tenemos en cuenta que, de manera progresiva, ese relato central se irá mezclando con una temática de actualidad como es el debate sobre la situación de los refugiados, asunto que precisamente en Calais tuvo uno de sus epicentros más bochornosos. La vida acomodada y burguesa frente a la desesperación y pobreza de aquellos que tienen que vivir con lo justo suena a un argumento en el que Haneke podría moverse con mucha facilidad. Sin embargo, la cinta tiene algo que no termina de enganchar. El cineasta muniqués abandona su parcela más cruel, su conocida habilidad para transmitirnos lo peor del ser humano a través de su inteligencia cinematográfica, para abrazar un relato bastante más comedido en apariencia y definitivamente sarcástico en el fondo. Con ello, Haneke consigue que en Happy End apenas haya rastro de esas imágenes perturbadoras que nos ha mostrado en otros de sus títulos. Solo las mencionadas escenas iniciales y la secuencia final poseen cierta fuerza, el resto del film se mueve en un terreno demasiado frío como para que nos permita entrar en su atmósfera.

Uno siempre espera lo máximo del director de La pianista o Funny Games, sobre todo cuando se rodea de grandes figuras de la interpretación como Isabelle Huppert y Jean-Louis Trintignant. En esta ocasión, Haneke ha apostado por un cierto cambio en su perspectiva, lo cual tiene mérito al tratarse de alguien que lleva tiempo detrás de las cámaras. Pero el resultado sería poco más que interesante si valorásemos a Happy End como una película alejada de la figura de su director, y claramente decepcionante si tenemos en cuenta que es Michael Haneke quien está detrás de este trabajo.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para @CineMaldito
Kasanovic
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25 de marzo de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto muchas películas de Haneke. Nueve en total, hasta ahora. Ésta es la peor. Ni siquiera voy a perder mucho tiempo explicándolo. Basta con decir que hace la defensa -- o así lo parece -- de muchas cosas que me suenan abominables, empezando por el suicidio/eutanasia. Sin embargo, me ha cautivado la actuación de Fantine Arduin, en la piel de la niña Eve Laurent. Tal vez la película valga la pena aunque sea para ver a esa Eve tan desgraciada por motivos que en ningún momento quedan realmente claros. Merece verla sencillamente porque da mucho que pensar. Por otro lado, no entiendo algunas críticas que se dedican a decir que ese filme muestra "el drama de los refugiados al fondo". No, no lo hace. Y hay dos escenas absolutamente absurdas en las que el hijo mimado de Anne Laurent (Isabelle Huppert) hace el ridículo reivindicando ridiculeces. Pero sobre ese tema no hablo. Sería politicamente incorrecto. Ya me entienden.
Helga Maria Saboia Bezerra
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