Nostalgia
1983 

7,8
5.025
21 de junio de 2016
21 de junio de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que esta película puede llegar a transmitir, y lo que este hombre hizo con el cine, realmente no es de este mundo.
Una mente atormentada, oscura, a veces incluso siniestra; pero a la vez soñadora, utópica e idealista que, a través de su característico simbolismo y su delicada forma, es capaz de crear un universo paralelo –como en su día hiciese W. Faulkner a través de sus libros— en el que sólo la mente adquiera el papel protagonista. Si bien, puede ser un concepto de “mente” llevado al extremo, pues todo acaba desembocando en un drama psicológico absolutamente perturbador.
Si ya es una ardua tarea tratar de describir con palabras un sentimiento, una emoción, o una sensación, entes tan etéreos e incomprensibles; absolutamente admirable me parece poder conseguirlo con las imágenes. Y es que ofrece unos espacios líricos que son pura poesía visual. Secuencias pausadas pero de gran sensibilidad que, para mí, podrían ser interminables y no me cansaría de contemplarlas. Los juegos de luces (escasas, adecuadas), sombras (abundantes, relevantes) el color para el presente, la realidad, la vida; y los tonos grises casi imperceptibles, para el recuerdo, el dolor, la muerte y, en este caso, la NOSTALGIA: “¿Dónde estoy cuando no estoy en la realidad ni en mi imaginación?”.
Si a ese deleite para la vista, además se añade un guión escueto, cuidado, sutil, únicamente el preciso para no desviar la atención y seguir sumergiéndote en esa concatenación de versos implícitos que, de otra manera, les restaría belleza, acaba resultando este regalo para los sentidos: “Recolectando arriba y abajo mi cera derretida… Y al abrigo de un tejado improvisado, alumbrar póstumamente como una palabra”.
Resta decir que no es, para nada, una película (ni un estilo de cine) recomendable a cualquier público. Hay críticas que la tildan de lenta y tediosa; yo aún estoy asombrada.
Gracias, Tarkovski.
Una mente atormentada, oscura, a veces incluso siniestra; pero a la vez soñadora, utópica e idealista que, a través de su característico simbolismo y su delicada forma, es capaz de crear un universo paralelo –como en su día hiciese W. Faulkner a través de sus libros— en el que sólo la mente adquiera el papel protagonista. Si bien, puede ser un concepto de “mente” llevado al extremo, pues todo acaba desembocando en un drama psicológico absolutamente perturbador.
Si ya es una ardua tarea tratar de describir con palabras un sentimiento, una emoción, o una sensación, entes tan etéreos e incomprensibles; absolutamente admirable me parece poder conseguirlo con las imágenes. Y es que ofrece unos espacios líricos que son pura poesía visual. Secuencias pausadas pero de gran sensibilidad que, para mí, podrían ser interminables y no me cansaría de contemplarlas. Los juegos de luces (escasas, adecuadas), sombras (abundantes, relevantes) el color para el presente, la realidad, la vida; y los tonos grises casi imperceptibles, para el recuerdo, el dolor, la muerte y, en este caso, la NOSTALGIA: “¿Dónde estoy cuando no estoy en la realidad ni en mi imaginación?”.
Si a ese deleite para la vista, además se añade un guión escueto, cuidado, sutil, únicamente el preciso para no desviar la atención y seguir sumergiéndote en esa concatenación de versos implícitos que, de otra manera, les restaría belleza, acaba resultando este regalo para los sentidos: “Recolectando arriba y abajo mi cera derretida… Y al abrigo de un tejado improvisado, alumbrar póstumamente como una palabra”.
Resta decir que no es, para nada, una película (ni un estilo de cine) recomendable a cualquier público. Hay críticas que la tildan de lenta y tediosa; yo aún estoy asombrada.
Gracias, Tarkovski.
22 de octubre de 2017
22 de octubre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Andrei Tarkovsky bien podría ser un poeta del cine."
Vincent Canby: The New York Times
Y cito aquí al crítico Vincent Canby para sumar a su decir, que Andrei Tarkovsky no solo podría ser un poeta del cine, sino que lo es de por sí. En esta, una de sus casi últimas realizaciones, Tarkovsky nos habla con la voz de su alma, la del que siente el vacío, la ausencia y la nostalgia de no estar en casa, de recordar con quienes se convivió tanto tiempo, los lugares, las voces, las aves. Esta película casi autobiográfica (y lo digo pues como el mismo lo cita en su libro: Esculpir el tiempo, presenta situaciones propias de este realizador soviético) pero por supuesto variantes y o aportaciones que profundizan su sentir, su visión social y humana a través de sus personajes. La naturaleza de las imágenes, y la evolución de los personajes, no solo seducen sino nos invitan a abrir el alma propia, a establecer una comunicación que penetra las más sensibles fibras de nuestro ser, de nuestra humanidad.
Vincent Canby: The New York Times
Y cito aquí al crítico Vincent Canby para sumar a su decir, que Andrei Tarkovsky no solo podría ser un poeta del cine, sino que lo es de por sí. En esta, una de sus casi últimas realizaciones, Tarkovsky nos habla con la voz de su alma, la del que siente el vacío, la ausencia y la nostalgia de no estar en casa, de recordar con quienes se convivió tanto tiempo, los lugares, las voces, las aves. Esta película casi autobiográfica (y lo digo pues como el mismo lo cita en su libro: Esculpir el tiempo, presenta situaciones propias de este realizador soviético) pero por supuesto variantes y o aportaciones que profundizan su sentir, su visión social y humana a través de sus personajes. La naturaleza de las imágenes, y la evolución de los personajes, no solo seducen sino nos invitan a abrir el alma propia, a establecer una comunicación que penetra las más sensibles fibras de nuestro ser, de nuestra humanidad.
27 de julio de 2020
27 de julio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Harto complicado es hacer una crítica, o más bien un comentario, a alguna de las películas de Tarkovsky. Probablemente también sea innecesario, si bien es cierto que muchas de las interpretaciones y algunos datos que se han ido vertiendo en todas las criticas, terminan siendo claves para un acercamiento a su comprensión global. Como ya se ha ahondado mucho en este asunto, siendo que la voluntad del director no fue que sus películas fueran comprendidas a través de la lógica, sino interiorizadas y reconstruidas en el subconsciente de cada espectador, no reiteraré más en ello, aunque esa intención sobrevuele en toda su filmografía.
Estoy revisionando todas las películas de Tarkovsky en orden cronológico, y empapándome después de los comentarios referidos aquí sobre ellas, y solo puedo decir que lo estoy disfrutando. Me resulta interesante y agradezco a los que hacen una defensa dando explicaciones pormenorizadas por las que el director debe considerarse un genio, y he llegado a reírme e incluso comprender a aquellos que “encolerizados” despotrican la exigencia de su desaburrimiento. Para un artista, independientemente de la magnitud de su talento, tanto unos como otros son necesarios. Cuando has sido capaz de generar controversia, y te has quedado a vivir en las pulsiones internas del observador sin lanzarte al recurso fácil de lo escandaloso, creo que has generado cine a nivel de arte. Has llegado a las profundidades por el camino de la elegancia y la sutileza.
Si Tarkovsky hacía un símil del director de cine como escultor del tiempo, para mí el ruso es el cineasta que mejor ha sabido representar cómo funciona y se vertebra la memoria. Ahora veo todas y cada una de las escenas de sus películas con el convencimiento de que lo que en ellas se está filmando no son realidades sino los retazos inconexos de alguien que está recordando. La memoria no se rige por la sucesión lineal del tiempo, no sigue ningún ritmo narrativo. En la memoria perduran las cargas psicológicas sin orden, el movimiento tan pausado como fugaz de la belleza, el lirismo, en fin, de lo que nos ha impactado hasta erizarnos, como la vida convertida en una sucesión de imágenes desfilando en la retina del futuro ahogado. Y todo está lleno de agua y bruma porque todo es líquido e inconsistente en la memoria, porque la memoria es maleable y, cada vez que se recuerda, se vuelve a reinterpretar como un recuerdo distinto. Pasado el tiempo, a quién le importa si realmente sucedió así, a quién le importa si llenamos sus lagunas mezclándolas con anhelos y delirios, lo que finalmente podemos salvar, y no por demasiado tiempo, es aquello que nos quedó grabado a través de su impresión.
Escribo todo esto en Nostalgia, no por ser la mejor ni porque me parezca la mas redonda de sus obras, sino porque tiene un halo de encantamiento indescriptible para mí. Creo que consigue, junto con Stalker, la atmósfera que mejor define la inconfundible impronta tarkovskiana. Como Sergei, también caminé tratando de encontrar la respuesta a través de las ‘ruinas’ de la abadía de San Galgano. Y acabé convirtiendo su exploración en parte esencial de la mía. En realidad, creo que todas las películas de Tarkovsky crean vínculos entre sí, se intercomunican creando espacios comunes, independientemente de su género, por lo que me parece que funcionan mejor interpretadas como conjunto. Los personajes tomando conciencia de sí mismos en los espejos o mirando a cámara, nosotros viéndolos desde la zona donde ellos jamás podrán entrar. La soledad inconsolable de los artistas cuando han vaciado el alma en su obra, los viajes por el espacio a través de los túneles, el tráfico y más tráfico de las autopistas. Los perros. La infancia. Una madre. El hogar. La imposibilidad de traducir la poesía. El deleite estético sacramental, con todo lo que alguna vez temimos o quisimos reducido y condensado en la memoria. El cine de Tarkovsky apela al sacrificio por alcanzar la otra orilla sin que el camino, plagado de tropiezos, despedidas, y lugares a los que nunca se podrá volver, haya consumido por ello nuestra fe.
Estoy revisionando todas las películas de Tarkovsky en orden cronológico, y empapándome después de los comentarios referidos aquí sobre ellas, y solo puedo decir que lo estoy disfrutando. Me resulta interesante y agradezco a los que hacen una defensa dando explicaciones pormenorizadas por las que el director debe considerarse un genio, y he llegado a reírme e incluso comprender a aquellos que “encolerizados” despotrican la exigencia de su desaburrimiento. Para un artista, independientemente de la magnitud de su talento, tanto unos como otros son necesarios. Cuando has sido capaz de generar controversia, y te has quedado a vivir en las pulsiones internas del observador sin lanzarte al recurso fácil de lo escandaloso, creo que has generado cine a nivel de arte. Has llegado a las profundidades por el camino de la elegancia y la sutileza.
Si Tarkovsky hacía un símil del director de cine como escultor del tiempo, para mí el ruso es el cineasta que mejor ha sabido representar cómo funciona y se vertebra la memoria. Ahora veo todas y cada una de las escenas de sus películas con el convencimiento de que lo que en ellas se está filmando no son realidades sino los retazos inconexos de alguien que está recordando. La memoria no se rige por la sucesión lineal del tiempo, no sigue ningún ritmo narrativo. En la memoria perduran las cargas psicológicas sin orden, el movimiento tan pausado como fugaz de la belleza, el lirismo, en fin, de lo que nos ha impactado hasta erizarnos, como la vida convertida en una sucesión de imágenes desfilando en la retina del futuro ahogado. Y todo está lleno de agua y bruma porque todo es líquido e inconsistente en la memoria, porque la memoria es maleable y, cada vez que se recuerda, se vuelve a reinterpretar como un recuerdo distinto. Pasado el tiempo, a quién le importa si realmente sucedió así, a quién le importa si llenamos sus lagunas mezclándolas con anhelos y delirios, lo que finalmente podemos salvar, y no por demasiado tiempo, es aquello que nos quedó grabado a través de su impresión.
Escribo todo esto en Nostalgia, no por ser la mejor ni porque me parezca la mas redonda de sus obras, sino porque tiene un halo de encantamiento indescriptible para mí. Creo que consigue, junto con Stalker, la atmósfera que mejor define la inconfundible impronta tarkovskiana. Como Sergei, también caminé tratando de encontrar la respuesta a través de las ‘ruinas’ de la abadía de San Galgano. Y acabé convirtiendo su exploración en parte esencial de la mía. En realidad, creo que todas las películas de Tarkovsky crean vínculos entre sí, se intercomunican creando espacios comunes, independientemente de su género, por lo que me parece que funcionan mejor interpretadas como conjunto. Los personajes tomando conciencia de sí mismos en los espejos o mirando a cámara, nosotros viéndolos desde la zona donde ellos jamás podrán entrar. La soledad inconsolable de los artistas cuando han vaciado el alma en su obra, los viajes por el espacio a través de los túneles, el tráfico y más tráfico de las autopistas. Los perros. La infancia. Una madre. El hogar. La imposibilidad de traducir la poesía. El deleite estético sacramental, con todo lo que alguna vez temimos o quisimos reducido y condensado en la memoria. El cine de Tarkovsky apela al sacrificio por alcanzar la otra orilla sin que el camino, plagado de tropiezos, despedidas, y lugares a los que nunca se podrá volver, haya consumido por ello nuestra fe.
26 de noviembre de 2019
26 de noviembre de 2019
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este director está sobrevalorado, su cine "intelectual" va dirigido para el 000000,1% de la población y para unos cuantos que van de listos. La película va dedicada a su madre, no me extraña, solamente ella la va a entender. Es aburrida, sin ritmo, repetitiva, perfecta para gente con insomnio, si quieres ver monumentos y fotografía, te recomiendo un documental. La obsesión exagerada por el ruido del agua y por el movimiento lateral de la cámara me desespera. Ya había visto Solaris y Stalker, ahora puedo confirmar que su estilo no me gusta para nada. Su cine es una serie de fotografías y escenas interminables con conversaciones pedantes sin ir al grano. Solo me entraban ganas de dormir pero no me rendí gracias al café, y también porque tengo el mal habitó de terminar todas las películas que comienzo. Nostalgia es un disparate de más de 2 horas que no cuenta nada y no crea el más mínimo interés, me quedo con dudas sobre lo que quiere transmitir al espectador, creo que trata sobre la nostalgia y la decadencia.
28 de marzo de 2018
28 de marzo de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El arte consiste en explicar por sí mismo y a su entorno el sentido de la vida y de la existencia humana. Es decir: explicarle al hombre cuál es el motivo y el objetivo de su existencia en nuestro planeta. O quizá no explicárselo, sino tan sólo enfrentarlo a este interrogante.”
Nos encontramos seguramente ante una de las mayores experiencias vitales que un ser humano pueda sentir mientras ve una película. El genio ruso eleva el cine a una categoría suprema, donde nunca antes un director consiguió llegar(ni conseguirá llegar nadie en el futuro). Una cinta sobre un alma perdida que abandona su país y que no deja de sentir nostalgia y añoranza por el lugar y las experiencias que allí vivió. Esto mismo es lo que sentía Tarkovsky en aquella época, cuando harto de batallar contra las autoridades soviéticas, decidió rodar esta película lejos de su país natal. Por lo tanto el protagonista no deja de ser una extensión del propio director, que lo sumió en una crisis existencial.
Entre una densa niebla un coche transita por un paraje hermoso. El coche para, una mujer entra en una iglesia mientras el hombre(alter ego del director) espera junto al automóvil. El motivo no es otro que contemplar un cuadro, el cual le deja emocionada y rompe a llorar. La pintura es la "Virgen del parto" de Piero della Francesca. Mientras, el sacerdote la obliga a arrodillarse para rezar, algo a lo que ella se niega. Aquí ya tenemos una declaración de intenciones, ya que la auténtica espiritualidad que consigue conmoverla está más en la contemplación de una obra de arte que en los tradicionales ritos cristianos. Lo religioso ya no le vale al cineasta ruso en esos momentos de desamparo en los que se haya inmerso.
La obra, con una estructura narrativa no lineal, nos presenta a un poeta ruso que lleva meses de visita en Italia intentando recavar información sobre un compositor de siglos pasados. Lo ayudará en su misión una joven y bella intérprete italiana. La Italia que nos presenta el maestro ruso recuerda a la Grecia de Angelopoulos en filmes como "Paisaje en la niebla" o "La mirada de Ulises", con tonos grisáceos y una densa bruma, creando una atmósfera mística. Esa nieblina quizás sea un reflejo de cómo el espíritu de su Rusia natal invade el país transalpino. Las localizaciones del filme son hermosas, generando planos mágicos, con un lirismo desbordante. En uno de estos escenarios, Bagno Vignoni, localidad termal de la Toscana donde se hospedan ambos, nuestro protagonista comenzará a interesarse por un loco llamado Domenico, del que la gente se ríe y lo toman como un lunático. Domenico solo le pide a Andrei un acto de fe para salvar al mundo. Y con este argumento a priori tan sencillo, Tarkovsky construye una de las películas más poéticas y con mayor impacto visual que se han hecho nunca.
Como en otros trabajos del cineasta soviético los sueños vuelven a ser parte importante de la película. Estas secuencias oníricas, filmadas en tonos sepias, plasman recuerdos del poeta ruso, principalmente de su mujer y su madre, a las que extraña de manera ostensible. Para el director ruso los sueños forman parte de la realidad, ya que los recuerdos forman parte de lo que vivimos. Poco a poco el protagonista verá in crescendo el sentimiento de nostalgia hacia su tierra, transmitiendo también su falta de fe en el mundo, algo recurrente en toda la filmografía de Tarkovsky. Precisamente esos son los dos principales temas reflejados en la obra. Sus personajes principales son seres marginados por la sociedad, que no dan encajado en el mundo que les rodea. Esto puede ser un reflejo de un director que nunca tuvo apoyos en su país, teniendo que emigrar a Europa en sus últimos años de vida.
El poeta ruso es una persona incapaz de expresar sus sentimientos, algo que contrasta con la espontaneidad de Eugenia, que siente atracción hacia él. Los planos están cuidados al detalle, con una sofisticación que todavía hoy impresiona. Las largas secuencias vuelven a ser una constante, al igual que los sonidos del viento, el fuego o el agua, como suele ser habitual en toda la obra del maestro ruso. El trabajo de cámara resulta apabullante, movíendose de manera casi imperceptible para el espectador. La última escena es inolvidable, el mítico plano-secuencia donde el escritor intenta atravesar la piscina con una vela encendida(fabuloso travelling de ida y vuelta). Diez minutos para reflejar el esfuerzo de esa tarea aparentemente tan sencilla. Y aquí acaba el viaje espiritual, poético y existencialista que nos propone el bueno de Andrei Tarkovsky.
Un milagro de película. No hay necesidad de entender todo, simplemente deleitarnos ante cada plano de este genio irrepetible. Una obra inmarcesible, imperecedera e inimitable.
Nos encontramos seguramente ante una de las mayores experiencias vitales que un ser humano pueda sentir mientras ve una película. El genio ruso eleva el cine a una categoría suprema, donde nunca antes un director consiguió llegar(ni conseguirá llegar nadie en el futuro). Una cinta sobre un alma perdida que abandona su país y que no deja de sentir nostalgia y añoranza por el lugar y las experiencias que allí vivió. Esto mismo es lo que sentía Tarkovsky en aquella época, cuando harto de batallar contra las autoridades soviéticas, decidió rodar esta película lejos de su país natal. Por lo tanto el protagonista no deja de ser una extensión del propio director, que lo sumió en una crisis existencial.
Entre una densa niebla un coche transita por un paraje hermoso. El coche para, una mujer entra en una iglesia mientras el hombre(alter ego del director) espera junto al automóvil. El motivo no es otro que contemplar un cuadro, el cual le deja emocionada y rompe a llorar. La pintura es la "Virgen del parto" de Piero della Francesca. Mientras, el sacerdote la obliga a arrodillarse para rezar, algo a lo que ella se niega. Aquí ya tenemos una declaración de intenciones, ya que la auténtica espiritualidad que consigue conmoverla está más en la contemplación de una obra de arte que en los tradicionales ritos cristianos. Lo religioso ya no le vale al cineasta ruso en esos momentos de desamparo en los que se haya inmerso.
La obra, con una estructura narrativa no lineal, nos presenta a un poeta ruso que lleva meses de visita en Italia intentando recavar información sobre un compositor de siglos pasados. Lo ayudará en su misión una joven y bella intérprete italiana. La Italia que nos presenta el maestro ruso recuerda a la Grecia de Angelopoulos en filmes como "Paisaje en la niebla" o "La mirada de Ulises", con tonos grisáceos y una densa bruma, creando una atmósfera mística. Esa nieblina quizás sea un reflejo de cómo el espíritu de su Rusia natal invade el país transalpino. Las localizaciones del filme son hermosas, generando planos mágicos, con un lirismo desbordante. En uno de estos escenarios, Bagno Vignoni, localidad termal de la Toscana donde se hospedan ambos, nuestro protagonista comenzará a interesarse por un loco llamado Domenico, del que la gente se ríe y lo toman como un lunático. Domenico solo le pide a Andrei un acto de fe para salvar al mundo. Y con este argumento a priori tan sencillo, Tarkovsky construye una de las películas más poéticas y con mayor impacto visual que se han hecho nunca.
Como en otros trabajos del cineasta soviético los sueños vuelven a ser parte importante de la película. Estas secuencias oníricas, filmadas en tonos sepias, plasman recuerdos del poeta ruso, principalmente de su mujer y su madre, a las que extraña de manera ostensible. Para el director ruso los sueños forman parte de la realidad, ya que los recuerdos forman parte de lo que vivimos. Poco a poco el protagonista verá in crescendo el sentimiento de nostalgia hacia su tierra, transmitiendo también su falta de fe en el mundo, algo recurrente en toda la filmografía de Tarkovsky. Precisamente esos son los dos principales temas reflejados en la obra. Sus personajes principales son seres marginados por la sociedad, que no dan encajado en el mundo que les rodea. Esto puede ser un reflejo de un director que nunca tuvo apoyos en su país, teniendo que emigrar a Europa en sus últimos años de vida.
El poeta ruso es una persona incapaz de expresar sus sentimientos, algo que contrasta con la espontaneidad de Eugenia, que siente atracción hacia él. Los planos están cuidados al detalle, con una sofisticación que todavía hoy impresiona. Las largas secuencias vuelven a ser una constante, al igual que los sonidos del viento, el fuego o el agua, como suele ser habitual en toda la obra del maestro ruso. El trabajo de cámara resulta apabullante, movíendose de manera casi imperceptible para el espectador. La última escena es inolvidable, el mítico plano-secuencia donde el escritor intenta atravesar la piscina con una vela encendida(fabuloso travelling de ida y vuelta). Diez minutos para reflejar el esfuerzo de esa tarea aparentemente tan sencilla. Y aquí acaba el viaje espiritual, poético y existencialista que nos propone el bueno de Andrei Tarkovsky.
Un milagro de película. No hay necesidad de entender todo, simplemente deleitarnos ante cada plano de este genio irrepetible. Una obra inmarcesible, imperecedera e inimitable.
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