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Todos a la cárcel

Comedia En la cárcel Modelo de Valencia se va a celebrar el Día Internacional del Preso de Conciencia. Gentes de la política, la cultura y la farándula asistirán al acto y aprovecharán la ocasión para hacer lucrativos negocios. (FILMAFFINITY)
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
4 de agosto de 2022
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Buena comedia escrita y dirigida por el gran Luis García Berlanga que esta vez substituyó a su inseparable Rafael Azcona por su hijo Jorge en la escritura del guion, pero aún así sigue siendo una película muy reconocible dentro de su filmografía.
"Todos a la cárcel" adopta la misma formula coral que ya utilizó Berlanga en "La escopeta nacional" además de compartir bastantes puntos en común, en aquella un industrial catalán pretendía vender porteros electrónicos en una cacería organizada por el gobierno de Franco, en esta ocasión un empresario que se dedica a vender inodoros intenta cobrar ochenta millones de pesetas que le debe la administración acudiendo a un acto que se celebra en la cárcel de Valencia, con la mala suerte que se ve involucrado en un motín, una huelga de funcionarios y hasta la fuga de un mafioso italiano. Otro punto de coincidencia entre las dos películas además del extenso y destacado reparto está en el papel protagonista a cargo de José Sazatornil, uno de los mejores actores de su generación.
Berlanga como siempre utilizó la película para criticar a la sociedad española de la época poniendo mucho énfasis en la corrupción política y los bancos especialmente. La película recibió cinco nominaciones a los Goya consiguiendo finalmente tres además de obtener una excelente acogida por parte del público.
"Todos a la cárcel" es en resumen una buena comedia, es de Berlanga y solo por eso ya merece ser vista.
Scarface
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7 de mayo de 2023
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Nos concienciamos, o al menos se intentó, con el pobre, con el pequeño empresario, con el exiliado, con aquél que quiso ascender en el escalafón social...
En esta ocasión el sr. Berlanga no arrastra por los pies hasta las tripas de una prisión para que nos pongamos frente a frente con el preso común y comprendamos mejor todo su mundo.

Es un viaje de esencia tan ácida que causa heridas en las fosas nasales. Y llega muy tarde, nada menos que seis años después de la chiflada "astracanada" de "Moros y Cristianos", marcando, para desgracia de todo el cine español, la última colaboración entre el director y su compañero de fatigas Rafael Azcona. Dejando a medias el frustrado proyecto de una 4.ª parte de la saga "Nacional" debido a la muerte de Luis Escobar se lanza precisamente a organizar una especie de curiosa relectura de la primera, "La Escopeta", junto a su hijo Jorge al guión.
Esto podría impedir a más de uno acercarse, por el mero hecho de repetir los mismos esquemas en los que se ha apoyado toda la obra del valenciano, y sería un error; en efecto, no hay nada en "Todos a la Cárcel" que no lo tengamos visto y oído, pero el tema a tratar en el mundo "berlangiano" siempre está en el fondo, porque lo importante es cómo se trata. No hay más que ver el disparate de trama que la inicia, con una intriga política llena de corrupción gubernamental y hampón italiano encerrado que pareciera sacada de las páginas de LeCarré; eso de fondo, y vemos otra vez a Sazatornil encarnando a un Canibell más envejecido y amargado, ahora con el nombre de Artemio.

Esto es: el fabricante de porteros electrónicos se dedica ahora al negocio de sanitarios, y su aventura al interior de la cárcel valenciana de Modelo repite los pasos en la cacería de los aristócratas Leguineche; sin embargo su participación aquí no se da de manera voluntaria, sino totalmente forzada, y el aire empieza a faltarnos incluso antes de haber entrado. Berlanga se hace con las galerías auténticas de la vieja prisión de Mislata, dentro de Picassent, y allí cuela toda su farándula, creando un esperpento en movimiento cuyas proporciones hacía tiempo no se veían en su cine.
Esta farándula va a formar parte de otra variante del festejo de "Acoja a un Pobre en su Mesa" que ya vimos en "Plácido", y sirve de escaparate para el asunto del mafioso retenido simplemente para que todos los invitados se intenten beneficiar de ello. Se trata de la generación del llamado "Pelotazo", los empresarios ejemplo del modelo económico neoliberal que ha desarrollado la administración González, y quienes sustituyen muy orgullosos a los mismos sinvergüenzas y caraduras que antes que ellos se aprovechaban del sistema. Un reemplazo con más lustre y más aceptación social, por ignorancia, muy en disfrute de sus repugnantes acciones.

Porque si antes había cacerías, como bien dice el personaje de ese gracioso Antonio Resines, ahora hay reuniones sociales de concienciación como la que vemos aquí. Pero las únicas conciencias que circulan están sucias y asquerosas, y es que Berlanga y su hijo escupen con mucha furia sus críticas, mofándose, bastante zafiamente, de todas las personalidades concentradas: de la política, de la cultura, de la iglesia, del mundo de los negocios, incluso de la Historia misma de España, que cara a cara se encuentran en una situación social nueva pero con los viejos rencores palpitando en sus hígados.
El clima en esta película es por tanto pegajoso, la mala sombra pulula por encima de las cabezas de todos, y mientras el pobre Artemio, como el pobre Plácido, sin poder arreglar los asuntos que le tienen con el agua al cuello. A su alrededor la cámara de Berlanga capta la miseria apiñada, a la que mira de manera más tierna (los presos, ruina de la Historia, quienes sólo desean comer) o más rabiosa (los funcionarios y políticos, que se refugian en apariencias). Pero algo les distingue a todos por igual: cada uno piensa sólo en su propio beneficio, y el sufrimiento del prójimo no importa lo más mínimo.

Así, mientras dos dicharacheros presos (Manuel Alexandre y Rafael Alonso) intentan fornicar con unas bailarinas de la fiesta, el responsable de su organización (José Sacristán) se carga sus principios cenándose los langostinos que en principio iban a servirse, sólo porque la televisión no va a retransmitir el evento; y como todos los periodistas sólo buscan morbo (en este caso el objeto de su interés es un preso que mató a hachazos a su esposa). A otro lado el director (Agustín González, irascible como siempre) es un caradura que se deja sobornar, siempre y cuando Hacienda no se entere, por los que quieren la liberación del gángster, sólo para fugarse con su amante travesti de las garras de su rancia esposa (Chus Lampreave, maravillosa).
Los cocineros escupen en la comida, los presos se amotinan y quieren violar a la ayudante del organizador (Marta Fernández), los dueños de fundaciones congregados en el festejo buscan llenarse los bolsillos, el ministro (Joaquín Climent) se regodea en su falsa confraternización y por detrás vomita sobre sus rivales de la oposición, y Artemio sin solucionar sus deudas y quien mandará todo a freír morcillas. Berlanga nos hace parte de su troupe de pícaros malencarados y repulsivos manipuladores con ese movimiento en plano-secuencia que hace aparecer de izquierda a derecha, de arriba a abajo, todo un universo de vocerío, grosería y engaño.

La maestría de este destripador social se revoluciona a través de los pasadizos de un microcosmos que ofrece en sus pocos metros cuadrados el reflejo perfecto de lo que es el mundo español de ahí fuera: esperpéntico, terrible, patético...de traca, vamos.
Con esta revolución silenciosa en su discurso por fin puede destacar en los Goya, donde será un gran ganador. Aquí, para muchos, incluido un servidor, capitula la obra del valenciano.
Chris Jiménez
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18 de febrero de 2009
13 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta vez sí que al tal Berlanga se le va la pinza. Una bobada monumental. El guión es tan malo, tan malo, tan malo, que no hay nada que hacer, por mucho que se esfuercen los actores y el director en sacar algo de la película. Quieren hacer una crítica a los desmanes de los primeros políticos de la democracia, pero se les queda en una sucesión de topicazos de tebeo malo, groserías y tonterías. Nada que resaltar.
davidlozoya
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