El tren del infierno

Entre aquella Siberiada y este Runaway Train, ambas de Konchalovsky, pasaron siete años. Y en estos siete años el director moscovita cambió de continente pero no de paisaje. Aquellas estepas siberianas heladas donde los caminos conducían a las estrellas se tornaron gélidos raíles de ferrocarril en un desenfrenado viaje a ninguna parte. Y cambiando las formas cambiaron los fondos. Y cambiando los fondos cambió Konchalovsky.

Porque Siberiada era un cuento de estrellas y abuelos eternos, de caminos inmemoriales, de familias, de reencuentros, de olvidos... Y Runaway Train es otra cosa. Si hasta su propio título lo anuncia. Es cine de acción, ciertamente con dosis de psicología a lo gran Kurosawa, pero acción al fin y a la postre, lo cual no es necesariamente malo. Solo se lo advierto para que no se confundan, que la nieve es tan blanca en Siberia como en Alaska, pero no es lo mismo...

Dicho esto, estamos ante una película carcelaria por partida doble, la cárcel real y la que viaja sobre raíles. Ambas presagian la misma crónica, la de la muerte anunciada. Y todo el film no deja de ser una tentativa de escapar a un destino que se muestra frío (no podría ser de otra manera) e insensible a las ansias de libertad de los dos evadidos. ¿Libertad para que? Para acabar fregando lavabos y tragándote las protestas por unos cuantos dólares a la semana. Ese es el destino de un tren al que hay que subirse porque no pasa otro.

Jon Voight, cowboy de medianoche sobre un caballo de hierro desbocado, nos regala una interpretación magistral, de esas que disipan dudas a quien las tuviese. Merecida su nominación. Lo mejor de una película con algunos momentos espectaculares y otros realmente duros y donde la psicología pone su adecuado contrapunte a la acción. Con algunos "clichés" propios de este tipo de cine y cierta previsibilidad final, estamos ante un film ágil y dinámico, que se ve con mucho interés. Sigue siendo un buen Konchalovsky pero, aunque haga frío y todo esté nevado, no busquen Siberiadas que no las encontrarán.

Uno de los mejores filmes de aventuras de la década de los 80. Nominados a los oscars con justicia sus dos principales protagonistas (Jon Voight y Eric Roberts). Basado en un guión de Akira Kurosawa, la historia es un film a medio camino entre el cine de aventuras y el drama carcelario, donde dos fugados de un penal gobernado con extrema crueldad por un malvado alcaide, tienen la desgracia de subirse en un tren sin maquinista y descontrolado, que los lleva a una muerte cierta. La ambientación en un lugar tan hostil para la vida como una Alaska nevada, con 30 grados bajo zero, sitúa a los protagonistas en una continua lucha por la supervivencia.

Diálogos y situaciones muy creíbles, con un espectacular papel de Voight, que ganó el globo de oro ese año a mejor actor dramático, el film se enmarcaría en las postrimerías del cine catastrófico de aventuras, donde gente corriente debe enfrentarse a una situación imposible para sobrevivir. La película se apoya en una gran realización de Konchalovsky, dinámica, que oculta los agujeros que pueda tener el guión, y un vibrante montaje.

El film tuvo la desgracia de ser producido por la Cannon de los Go-go boys, lo que le supuso sufrir los prejuicios y animadversión que sufrían estos productores israelíes, famosos por sus filmes de Bronson y Norris. Sin embargo, el film en cuestión, es solvente, directo y sólido. Un magnífico film que hubiese merecido mejor suerte. Y un Jon Voight inconmensurable, apoyado en un sorprendente Eric Roberts, que siempre tuvo más recursos de los que pudo mostrar en los filmes.

Y la escena final del filme tiene una elegancia, por su sencillez, solo comparable a "Duelo en la alta Sierra" de Peckimpah, encerrando en unos segundos, todo el buen cine que atesoraba Konchalovsky.

Manny, un criminal recluido en una prisión de máxima seguridad, que acaba de salir de tres años en una celda de castigo, y cuya relación con el alcaide de la prisión es de odio mutuo, se fuga junto a Buck, un ingenuo joven que le venera. En su huida por las gélidas tierras de Alaska, optarán por subir a un tren que les conduce a un callejón sin salida, y a un encuentro consigo mismos.
Atípica historia, en la que detrás de un tema aparentemente simple y fantástico, se ponen de manifiesto ciertas ideas y razonamientos de un peso moral y ético bastante profundo.
Se encarga de ella el director y guionista ruso, (aunque aquí sólo dirige) Andrei Konchalovsky, que rinde a buen nivel; aunque siempre nos quedará la duda de que hubiera sucedido si la hubiese dirigido el maestro Akira Kurosawa.

Hay algunos aspectos de la película que dejan mucho que desear, por ejemplo: la fuga de la prisión; la visión que se ofrece de esta cárcel, que es muy pobre; algunos personajes, como el alcaide, son desmesuradamente arquetípicos, o la banda sonora, que es francamente mala.
Además, el argumento parece de cine de sobremesa de Antena 3, salvo por dos puntos determinantes: el fondo moral que plantea, y el duelo interpretativo.

El trabajo de John Voight es fenomenal, con una fuerza y una fiereza que corta la respiración, compone a un animal, que fulmina con la mirada y que derrocha resquemor hacia todo y hacia todos; una lástima que esta fuese una de las últimas demostraciones de su auténtico potencial.

Le da la réplica Eric Roberts, que brinda la mejor actuación de su trayectoria, (otro que entró en barrena después de esta), como un joven que conjunta inocencia, pero a la vez garra y energía.
El toque femenino lo agrega Rebecca De Mornay y sus ojazos. El resto de secundarios me parecen bastante normalitos, por no decir flojos.
Película que propone bastante más de lo que puede parecer a simple vista, y en la que Voight echa el resto.

Dos peligrosos reclusos escapan de un penal de máxima seguridad en Alaska. Consiguen llegar a una estación y se montan en un tren cuyo maquinista sufre un infarto y muere dejando el tren sin control. Con esta sencilla premisa argumental basado en un guión de Akira Kurosawa, el director ruso afincado en Hollywood Andrei Konchalovsky dirigió una trepidante película de aventuras carcelarias ambientada en los bellos paisajes nevados de Alaska.

Una entretenida cinta de acción que combina violencia con pequeñas dosis de humor protagonizada por dos grandes actores como Jon Voight y Eric Roberts ambos nominados al Oscar por sus excelentes actuaciones. Les acompañan una joven Rebecca de Mornay y el gran John P. Ryan. En el reparto también figura el mítico Danny Trejo.

La banda sonora de Trevor Jones así como la preciosa fotografía de Alan Hume ensalzan una obra que no tuvo mucho éxito en su momento pero que es muy digna y a la que lo único que le falla es el humor de los personajes que controlan el tren desde una oficina porque le resta dramatismo y seriedad. Todos ellos son una caterva de inútiles que con su incompetencia acaban dirigiendo el tren a una vía muerta lo que significa que puede estrellarse en cualquier momento.

Los enfrentamientos entre Voight y Roberts cual maestro y aprendiz son lo más interesante de la cinta unido a un par de escenas como la de la violenta pelea a cuchillazos del comienzo o aquella en la que la policía alcanza el tren con un helicóptero y tratan de frenarlo.

Intenso y trepidante film en el que se mezcla hábilmente, el cine carcelario con el suspense y la acción más intensas. Destacando a un gran Jon Voigth, en una interpretación de esas de de quitarse el sombrero, como un delincuente prísionero de su propia leyenda, bien acompañado por un joven Eric Roberts, como el aprendiz de delincuente cegado por el mito del personaje de Jon Voight y no olvidemos a una intensa y valiente Rebecca De Mornay como la atribulada ferroviaria atrapada entre la espada y la pared. Tensión constante y un ritmo endiablado, sin duda una de las mejores películas de la canon, a reivindicar.