Sherlock: La novia abominableTV
Intriga
¡Bienvenidos al Sherlock de 1895! Para el detective más famoso del mundo y su mejor amigo, algunas cosas continúan igual: la amistad, la aventura y sobre todo... los asesinatos. ¿Por qué se sorprende Thomas Ricoletti de ver a su mujer con su vestido de boda? Porque apenas unas horas antes la vio morir... El fantasma de la señora Ricoletti ahora parece recorrer las calles con sed de venganza, y sólo Holmes y el doctor Watson pueden hacer ... [+]
30 de enero de 2016
30 de enero de 2016
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La novia abominable es, sencillamente, una hora y media de brillante televisión.
Viendo esto, uno se da cuenta de lo mucho que todavía tenemos que aprender en España, aunque en los últimos tiempos se hayan producido muchas mejoras. Simple y llanamente, la calidad que se ve en Sherlock es apabullante. El guión de este episodio le da mil vueltas al 90% de las películas (si no más), la ambientación victoriana es un caramelo para todos los fans (así como la repetición del esquema de aquel primer episodio maravilloso de la primera temporada, con el que empezó todo), la realización es fantástica, la elegancia brilla por todas partes (¡cómo no! es una producción inglesa) y todos los actores, del primero hasta el último, dan una lección de talento, buena dicción y preparación de la que podrían aprender muchos (¡cómo no! son ingleses).
Y qué decir de la pareja que forman Martin Freeman y Benedict Cumberbatch, salvo que es la mejor pareja vista en televisión en años. Bravo.
Lo mejor: Todo
Lo peor: Podría ser quince minutos más corto y tampoco hubiera pasado nada.
Viendo esto, uno se da cuenta de lo mucho que todavía tenemos que aprender en España, aunque en los últimos tiempos se hayan producido muchas mejoras. Simple y llanamente, la calidad que se ve en Sherlock es apabullante. El guión de este episodio le da mil vueltas al 90% de las películas (si no más), la ambientación victoriana es un caramelo para todos los fans (así como la repetición del esquema de aquel primer episodio maravilloso de la primera temporada, con el que empezó todo), la realización es fantástica, la elegancia brilla por todas partes (¡cómo no! es una producción inglesa) y todos los actores, del primero hasta el último, dan una lección de talento, buena dicción y preparación de la que podrían aprender muchos (¡cómo no! son ingleses).
Y qué decir de la pareja que forman Martin Freeman y Benedict Cumberbatch, salvo que es la mejor pareja vista en televisión en años. Bravo.
Lo mejor: Todo
Lo peor: Podría ser quince minutos más corto y tampoco hubiera pasado nada.
21 de enero de 2016
21 de enero de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Hasta que la muerte nos separe, por segunda vez”; “sí, él siempre es así”
El escenario está listo, que se levante el telón y empiece la investigación; el juego está en marcha.
Y éste es exquisito, ágil, veloz, sutil, irónico, vivaz, dicharachero hasta la extenuación, quisquilloso hasta el entusiasmo, fanático hasta el contagio.
“La verdad es aburrida”, pero este Sherlock la presenta con estilo, gracia y una fascinante sugerencia que hace las delicias del oído y de la vista pues, no es sólo el magnífico y detallista guión que envuelve cada escena, personaje e intercambio de habla, es esa cálida y devota fotografía que abraza todas y cada una de las tomas creando un incesante espectáculo de placer, sabiduría, afecto e interés por dejarse llevar y que transmita, todo su arte y encaje, a un espíritu complaciente que aspira sin descanso, que saborea con degusto su textura y que únicamente concluye está ante un brillante trabajo, de producción inglesa para la televisión, a la que muchos parientes de la gran pantalla deberían envidiar, y de paso aprender.
“No hay fantasmas en este mundo, excepto los que nos hacemos a nosotros mismos”, y de estos hay de sobra para todo participante, sea víctima, familiar o el propio investigador del caso; un locuaz, avispado y exigente Holmes, que odia perder el tiempo y esperar a rezagados cuya inteligencia no está a la altura de las demandas y circunstancias.
Un absorbente Benedict Cumberbatch encarna a tan mítico personaje con soltura, seducción y una credibilidad hipnótica que se observa y respira a cada fotograma, más un sabio, leal y estable Watson -con más intervención e importancia, para disfrute del caso-, que representa la querencia, orden y estabilidad como único gran amigo y perfecto conocedor de tan ingenioso hombre, de talento exclusivo para la deducción y el uso puntiagudo de las palabras; Martin Freeman como colofón a tan pasional, sublime y adecuado andamiaje que eleva sus estructura con solvencia y fiabilidad, conforme avanza en materia y juega al ratón y el gato con su protagonista y con su enamorada concurrencia que no parpadea por no perder detalle pues, ya es difícil captar la completa sagacidad verbal expuesta y que sea devorada y consumida con su merecida y deseada intensidad.
“Nunca es la caída lo que te mata, es el aterrizaje” y Douglas Mackinnon ameniza sobre segura al apostar, con vertiginosa sorpresa de idas y vueltas, con tiempos alternos de un pasado y presente que cambian la fisonomía, lugar, esencia y razón cuerda de todos los integrantes, comparación sublime que te despierta del acomodo placentero de una época para trasladarte, azotarte, cuestionarte y volver de nuevo al túnel del tiempo.
Mordaz, potente, incisiva y delirante, es un honor su descubrimiento, un gusto su consumo, un acierto su visión, una alegría su recuerdo, divertida referencia de este ilustre detective que expone todos sus rasgos clásicos con genialidad original de apetitosa mezcolanza; un caos cómico, de tradicional empaquetado, que hace fácil la adopción y abrazo de este episodio de una serie con fans incondicionales y mucho respeto ganado a lo largo de los años.
Innecesario estar al tanto de la misma para catar y relamerse de este nuevo plato entregado, es lo ya conocido ofrecido con aguda perspicacia y contemplada astucia, donde los de siempre adquieren nueva consideración y mayor envergadura, para redondear a una locura de Sherlock Holmes que sufre más de lo intuido y necesita de ayuda más que sus secretos clientes.
Visita a este “viejoven” amigo, no te arrepentirás.
Lo mejor; la pericia y destreza de su guión para redondear con carisma los personajes ya visionados.
Lo peor; su atractiva e imparable velocidad puede dejarte sin aliento.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
El escenario está listo, que se levante el telón y empiece la investigación; el juego está en marcha.
Y éste es exquisito, ágil, veloz, sutil, irónico, vivaz, dicharachero hasta la extenuación, quisquilloso hasta el entusiasmo, fanático hasta el contagio.
“La verdad es aburrida”, pero este Sherlock la presenta con estilo, gracia y una fascinante sugerencia que hace las delicias del oído y de la vista pues, no es sólo el magnífico y detallista guión que envuelve cada escena, personaje e intercambio de habla, es esa cálida y devota fotografía que abraza todas y cada una de las tomas creando un incesante espectáculo de placer, sabiduría, afecto e interés por dejarse llevar y que transmita, todo su arte y encaje, a un espíritu complaciente que aspira sin descanso, que saborea con degusto su textura y que únicamente concluye está ante un brillante trabajo, de producción inglesa para la televisión, a la que muchos parientes de la gran pantalla deberían envidiar, y de paso aprender.
“No hay fantasmas en este mundo, excepto los que nos hacemos a nosotros mismos”, y de estos hay de sobra para todo participante, sea víctima, familiar o el propio investigador del caso; un locuaz, avispado y exigente Holmes, que odia perder el tiempo y esperar a rezagados cuya inteligencia no está a la altura de las demandas y circunstancias.
Un absorbente Benedict Cumberbatch encarna a tan mítico personaje con soltura, seducción y una credibilidad hipnótica que se observa y respira a cada fotograma, más un sabio, leal y estable Watson -con más intervención e importancia, para disfrute del caso-, que representa la querencia, orden y estabilidad como único gran amigo y perfecto conocedor de tan ingenioso hombre, de talento exclusivo para la deducción y el uso puntiagudo de las palabras; Martin Freeman como colofón a tan pasional, sublime y adecuado andamiaje que eleva sus estructura con solvencia y fiabilidad, conforme avanza en materia y juega al ratón y el gato con su protagonista y con su enamorada concurrencia que no parpadea por no perder detalle pues, ya es difícil captar la completa sagacidad verbal expuesta y que sea devorada y consumida con su merecida y deseada intensidad.
“Nunca es la caída lo que te mata, es el aterrizaje” y Douglas Mackinnon ameniza sobre segura al apostar, con vertiginosa sorpresa de idas y vueltas, con tiempos alternos de un pasado y presente que cambian la fisonomía, lugar, esencia y razón cuerda de todos los integrantes, comparación sublime que te despierta del acomodo placentero de una época para trasladarte, azotarte, cuestionarte y volver de nuevo al túnel del tiempo.
Mordaz, potente, incisiva y delirante, es un honor su descubrimiento, un gusto su consumo, un acierto su visión, una alegría su recuerdo, divertida referencia de este ilustre detective que expone todos sus rasgos clásicos con genialidad original de apetitosa mezcolanza; un caos cómico, de tradicional empaquetado, que hace fácil la adopción y abrazo de este episodio de una serie con fans incondicionales y mucho respeto ganado a lo largo de los años.
Innecesario estar al tanto de la misma para catar y relamerse de este nuevo plato entregado, es lo ya conocido ofrecido con aguda perspicacia y contemplada astucia, donde los de siempre adquieren nueva consideración y mayor envergadura, para redondear a una locura de Sherlock Holmes que sufre más de lo intuido y necesita de ayuda más que sus secretos clientes.
Visita a este “viejoven” amigo, no te arrepentirás.
Lo mejor; la pericia y destreza de su guión para redondear con carisma los personajes ya visionados.
Lo peor; su atractiva e imparable velocidad puede dejarte sin aliento.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
24 de enero de 2016
24 de enero de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un marco impresionante como producción, con un Sherlock ajustado a las ropas de una caballero del siglo XIX, un Watson con bigotito y traje, y un Mycroft que padece de gula y obesidad, se genera este nuevo capítulo de la grandiosa serie británica que rastrea las historias de Sir Arthur Conan Doyle. En esta ocasión todo pintaba un poco extraño porque se nos dirigía la atención a un Sherlock que desencajaba con los anteriores capítulos de esta versión, todos poco más que modernos y sofisticados. Sin embargo, en el avance de la serie vamos comprendiendo las tuercas que Steven Moffat y Mark Gatiss (como guionistas) han querido insertar en esta maquinaria.
Ahora se hace eficaz una relación muy estrecha entre Sherlock y el siglo diecinueve, las adicciones, los viajes mentales, la meditación dentro de la meditación, las complejidades del tiempo y de la mente. En este juego que tiene una buena dosis de inteligencia algunas cosas pueden dejarnos desconcertados, tanto por lo brillantes como por lo ridículas, pero en el fondo triunfa la ficción y sus artilugios para hacernos ver lo que no está en la realidad. Sherlock: The Abominable Bride, como se titula este capítulo, es un buen homenaje a la genialidad de Conan Doyle para desplegar una aventura de fantasmas en la que Sherlock tendrá que liberarse, primero, de sus propios temores, y luego de las amañadas manipulaciones que otros quieren imponerle.
Ahora se hace eficaz una relación muy estrecha entre Sherlock y el siglo diecinueve, las adicciones, los viajes mentales, la meditación dentro de la meditación, las complejidades del tiempo y de la mente. En este juego que tiene una buena dosis de inteligencia algunas cosas pueden dejarnos desconcertados, tanto por lo brillantes como por lo ridículas, pero en el fondo triunfa la ficción y sus artilugios para hacernos ver lo que no está en la realidad. Sherlock: The Abominable Bride, como se titula este capítulo, es un buen homenaje a la genialidad de Conan Doyle para desplegar una aventura de fantasmas en la que Sherlock tendrá que liberarse, primero, de sus propios temores, y luego de las amañadas manipulaciones que otros quieren imponerle.
10 de septiembre de 2019
10 de septiembre de 2019
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entiendo que hoy en día todo está pasado por el tamiz del sistema, es decir, el neomarxismo cultural y su colección de teorías y subideologías progretrasadas. Pero lo que nunca se había hecho es escribir un largometraje, crossover de una serie espectacular, específicamente como panfleto propagandístico político. Anonadado me hallo.
Y tal y como dictan las normas de hoy en día con esta tiranía de lo políticamente correcto y el ginocentrismo imperante: si las mujeres matan, es porque los hombres se lo merecen. Las mujeres matan, ergo son las víctimas. "Porque tienen razón", es una de las frases de esta octavilla feminista.
Lamentable de principio a fin.
Y tal y como dictan las normas de hoy en día con esta tiranía de lo políticamente correcto y el ginocentrismo imperante: si las mujeres matan, es porque los hombres se lo merecen. Las mujeres matan, ergo son las víctimas. "Porque tienen razón", es una de las frases de esta octavilla feminista.
Lamentable de principio a fin.
11 de enero de 2016
11 de enero de 2016
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las piezas del rompecabezas son la clave del éxito. Piezas claras, bien definidas y que encajan a la perfección. La pieza central es la reinvención de la figura de Sherlock, con sus manías renacidas, sus ironías exacerbadas y sus histríonicas necesidades... todo actualizado y bien acomodado a las necesidades actuales. Las piezas que encajan con esta central son el juego del tempo, unas historias entrelazadas, buenas interpretaciones, unas subtramas integradoras, unos personajes versátiles, unos paralelismos temporales y una difusa interacción del yo narcisista de Sherlock inmortal. Si juntamos todas las piezas, nos regalan a ojos de sus seguidores más bellas imágenes de lo que gusta, a los foráneos un trabajo bien hecho y a los propios una delicada conjunción de exóticas ideas ensambladas sin el menor roce. Ver, disfrutar y esperar...
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