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El cuarto mandamiento

Drama A finales del siglo XIX, la mansión Amberson es la más fastuosa de Indianápolis. Cuando su dueña, la bellísima Isabel, es humillada públicamente, aunque de forma involuntaria por su pretendiente Eugene Morgan, lo abandona y se casa con el torpe Wilbur Minafer. Su único hijo, el consentido George, crece lleno de arrogancia y prepotencia. Años más tarde, Eugene regresa a la ciudad con su hija Lucy, y George se enamora de ella. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 57
Críticas ordenadas por utilidad
2 de diciembre de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagina que vas a la librería y te compras la novela de Booth Tarkington “Los magníficos Amberson”. Bien apoltronado en tu casa, has comenzado a leerla y te sientes muy complacido con la magnífica historia sobre la decadencia de la aristocracia que en ella se viene desenvolviendo… pero de pronto, notas que al libro le han arrancado tres capítulos justo cuando la historia se hallaba en un punto álgido, y en las escasas páginas que siguen, hay una descripción mínima de trascendentales hechos, y el final ¡luce modificado y reescrito por alguien extraño y contradictor del autor original!

Con semejante mierdada ¡¿podrías decir que lo que acabas de leer es una obra maestra ¿Una historia memorable?! ¡Por Dios! En tal caso, lo que tienes en tus manos es exactamente lo mismo que se puede decir de la película que Orson Welles quiso hacer con aquel libro: ¡Uno de los mayores e infames atropellos que una productora pudo haber cometido contra un gran artista y con el arte universal! El productor ejecutivo de la RKO, George Schaefer, aún tiene que estar purgando su aberrante decisión de que cortaran tres rollos de la película (45 minutos) los que además (cual pequeño Hitler) ordenó quemar para que a Welles no le fuera posible reversar nada de lo que habían hecho.

Tal y como ha quedado “THE MAGNIFICENT AMBERSONS” es como cuando uno almuerza Róbalo a la vizcaína y de sobremesa le traen agua negra. ¡Imposible calificar el conjunto!

Contra Orson Welles se armó un claro complot: No se podía permitir que dejara mal parada a la aristocracia que había forjado “la cultura” norteamericana. Ya había dejado empañada la imagen del señor William R. Hearst en “El ciudadano Kane”, pero ahora no se saldría con la suya. Por eso, tras la primera preview -en la que Welles no estuvo- se dijo que la acogida había sido atroz. Por eso, Nelson Rockefeller, uno de los jefes máximos de la RKO, decidió enviar a Welles a Brasil -con un nuevo y satisfactorio salario- para que hiciera un documental que nunca se terminaría. Y por eso, la cremación de un tercio de una posible (pero indemostrable) obra de arte. Por todas estas cosas, el único calificativo posible para los 88 minutos de película que hemos podido ver, ya lo hemos dicho: ¡Un intolerable atropello!

¡Cuán conmovido me sentía viendo a la siempre bella Dolores Costello, representando a Isabel, la madre de ese enano arrogante que prefiere verla muerta antes que romper las victorianas reglas de la honra! ¡Cuán fascinado me tenía Lucy Morgan (adorable Anne Baxter) poniendo en ascuas a su necio enamorado y demostrándole que le daba lo mismo que estuviera vivo o que se muriera! ¡Y cuánta consideración me venía despertando Eugene Morgan (Joseph Cotten) el padre emprendedor para quien el amor permanecerá siempre inalcanzable!

Pero todo se viene al piso, la aristocracia surge de las cenizas, los Amberson siguen “muy bien representados”, y la industrialización, con su consiguiente liberalidad y mejor redistribución de los recursos, pareciera tan solo un simple pero superable cambio.

Por eso, al ver lo que había quedado de su película, con rabia e impotencia Orson Welles solo se animó a decir: “Parece cortada por una segadora”.

Me gustaría poder ver “Pampered youth” (1925) de David Smith. Fue la primera adaptación cinematográfica que se hizo de “Los magníficos Amberson” y quizás ahí se encuentre auténticamente descrito lo que al final ocurre con la famosa familia.

Título para Latinoamérica: "SOBERBIA" (¡más que preciso!)
Luis Guillermo Cardona
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19 de noviembre de 2009
49 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intento de obra maestra, por supuesto, fallido.

La historia es un coñazo. Carece del menor interés, de la menor garra. Todo está impregnado en una deplorable teatralidad debido a una obsesiva búsqueda de la grandilocuencia, por lo que prácticamente todas las situaciones del filme acaban resultando extremadamente forzadas. Parece que todos los diálogos buscan sorprender, y no hacen otra cosa que dar fe del endiosamiento que sufría Welles cuando engendró esta soporífera obra.

Puto George, puta tía Fanny (o como sea, llorona), puta Lucy y putos todos los personajes que piden a gritos el odio del espectador mientras siguen punto por punto las coreografías dictadas por el director. Esas que acaban por completo con la naturalidad del filme. Con todo atisbo de vida al otro lado de la pantalla.

Ni siquiera el espectáculo técnico al que el director es propenso consigue obrar en favor de El cuarto mandamiento. Los clarooscuros de la fotografía son un exceso visual que empacha.

Menuda historia más insufrible. Cuántas pretensiones.
Flipé con un incomprensible monólogo de un señor que no sé muy bien a qué venía, que hablaba de algo relacionado con varios soles, creo.
Y es que aquí Orson Welles hace lo que le viene en gana, pero se pasa de trascendental, de buscar un impacto que acaba siendo irrisorio, sirviéndose de recursos de muy dudoso gusto. Por ejemplo: los cotilleos de la gente del pueblo metidos entre escena y escena; el desconcertante monólogo inicial sobre la vestimenta de la gente, que no hay por dónde encajarlo con el resto de la película, y, cómo olvidarlo; los créditos finales. Ese micrófono que se aleja de la cámara me dejó literalmente boquiabierto.
AGF
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13 de agosto de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El montaje es finalmente la película. El guión es sólo el comienzo, la red, la cual nos ponemos de salvavidas o excusa por si no encontramos en la sala de montaje nada mejor. Es necesario, sobre todo en ejercicios de cine independiente (digital o no), practicar sobre cómo podemos encontrar una historia dentro de la argamasa de imágenes que tienes rodada.

Este ejemplo es básico.http://www.youtube.com/watch?v=f65-cUhskBc

Una serie de imágenes que el director cogió a su parienta en el parque del capricho de Madrid, quizás llamado por el contraste de color del follaje verde de los árboles con el tinte rojo de su pelo. Después 6 minutos de imágenes desordenadas, ves en la sale de montaje si hay o no hay una pequeña historia dentro. En este caso, una mujer que va a un monumento y luego se va. Eso ya es algo significativo. Es un comienzo. Organizas las imágenes, el comienzo puede ser el final, sólo tienes que ver estar atento a las perspectivas de imagen que has cogido. Puede haber una historia escondidita ahí. Puedes darle un significado de primera persona. Pero es perfilar los detalles.

Por ello, cuando Welles habla de que con el montaje de "El cuarto mandamiento", le fastidiaron la película, puede ser que el espectador o cinéfilo medio, hable de que el bueno de Orson exageraba sin llegar a darse cuenta de todas las implicaciones que el cineasta apuntaba. La queja, de que el film finalmante se hace en la sala de montaje y no sólo consiste en captar imágenes, pudiera tildarse de tiquismiquis, cuando en realidad, no deja de ser la mayor verdad en esto del cine: si un director no está en la sala de montaje final, puede incluso negarse a poner su firma en el proyecto en el apartado "Dirigido por". Van unidas ambas labores de una manera inseparable.

Luego, no. "El cuarto mandamiento" no es de Welles. Y Welles está en su derecho de repudiar este film.
Travisloock
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20 de julio de 2006
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con esta segunda película que entraba dentro del contrato inicial que Orson Welles había firmado con la RKO, por el cual Welles disponía de absoluta libertad creativa en la realización de sus dos primeras cintas (Ciudadano Kane fue la primera) a pesar de que posteriormente la cinta se viera "cercenada" en la fase de post-producción, Welles optó por continuar con el incisivo e innovador ejercicio de estilo que inaugurara en su debut, con la celebérrima obra maestra "Ciudadano Kane".

Desde luego que esta película no está entre mis preferidas de Welles ni de lejos, pero aún así, no me resisto a revisitar esta pieza de vez en cuando en mi corta videoteca, quizá impulsado por la necesidad irrefrenable de respirar de vez en cuando cine de antaño, con sabor a claroscuro y roble de trineos, y aquellas maravillosas descripciones con que nos deleitaba Welles...

Basada en la obra "The Ambersons" del autor Booth Turkington, coguionista junto con Welles de la partitura adaptada para la gran pantalla, fue rebautizada por Welles como "The Magnificent Ambersons" (algo así como el esplendor de Los Ambersons"), en español titulada sin embargo como el "Cuarto Mandamiento", y con la substitución de su colaborador inicial en las lide fotográficas, Gregg Toland, por el no menos genial y reputado Stanley Cortez.

"Honrarás a tu padre y a tu madre" es el mandato divino que Dios ordenó a sus discípulos a través de la figura de Moisés, y esta cinta en parte tiene algo que ver con ello.

De esplendores y fastos gloriosos que forman parte del pasado, y a los cuales uno no se desacostumbra fácilmente.

La maravillosa profundidad de campo en interiores, tan magníficamente retratada en el Xanadú de "Ciudadano Kane", continúa refulgiendo como la plata en la Villa de los Ambersons.

Además el final de la cinta, cuando entra el tiempo de los títulos de crédito, Welles repite el esquema de "Ciudadano Kane" presentando de viva voz a los protagonistas del casting, incluído el mismo, por supuesto.

Sólo con el hecho de formar parte de la filmografía del director más influyente en la historia del cine deberíamos visionar esta cinta sobre la transición de una etapa decadente y clasista a otra, más moderna y prometedora.

A D I S F R U T A R.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
burton
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28 de marzo de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retrato sobre la alta sociedad de finales del siglo XIX y su declive frente al ascenso de una cada vez más poderosa burguesía. La aristocracia es personificada por un joven malcriado que se enamora perdidamente de la hija de un magnate de la clase burguesa, el cual a su vez estuvo enamorado y abandonó en su juventud a la madre de George, el representante aristocrático.

Pero esta historia, este drama familiar, es solo la parte superficial por la que nos mueve Welles para profundizar sobre cuál es el fondo real sobre el que trata el filme, que no es sino otro que la sustitución de los valores burgueses sobre los aristocráticos. El ascenso y la rápida progresión de la industrialización frente a las formas y modelos del Antiguo Régimen. Esto se expresa a través de una serie de personajes donde se enfrenta una anquilosada clase aristócrata que reclama una serie de privilegios con cada vez menos cabida en la sociedad de finales del siglo XIX frente a la clase burguesa, cuyos valores distan mucho y entre los que destacan el trabajo duro, la facilidad para adaptarse al cambio y el riesgo que proporciona la innovación tecnológica.
Oldboy
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