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Corazón borrado

Drama El hijo (Lucas Hedges) de un predicador baptista de una pequeña ciudad norteamericana, se ve obligado a participar en un programa para "curar" su homosexualidad, apoyado por la Iglesia. Cuando a los 19 años Jared Eamons (Lucas Hedges) cuenta a sus padres Nancy y Marshall Eamons (Nicole Kidman y Russell Crowe) que es gay, el joven comienza a ser presionado para que asista a un programa de terapia de conversión gay, o de lo contrario será ... [+]
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
20 de abril de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mi gusto algo decepcionante film que, tratando un tema que requiere mucha fuerza e intensidad dramática, se queda en esquemática, discursiva y bastante fría.
Y es que, Joel Edgerton, buen actor y hasta ahora también estimable realizador, parece ir por los caminos de profunda reflexión, tan profunda que muchas veces no llega al corazón del espectador pues resulta durante tres cuartas partes del filme bastante distante.
Se puede deducir fácilmente, viendo lo que más o menos ocurre (tampoco se nos explica con claridad) en el "terrible" centro de terapia, el sufrimiento del protagonista, pero tal y como nos lo cuenta Edgerton más hay que suponerlo.
Lo mejor y lo que sin duda hace que se siga la película con cierto interés, es el elenco interpretativo, sustentado en la actuación de Nicole Kidman, dulce y luchadora por su hijo cuando debe serlo, Russell Crowe, como atribulado padre que piensa más en sí mismo que en su sufriente hijo, y Lucas Hedges que, y esto es mera opinión mía, se está especializando en este tipo de tristes personajes.
Me gustaría verle en un personaje "normal" a ver cómo lo desempeña. Me imagino que bien, si el guión está bien escrito, pero está por ver. A mi entender se ha encasillado peligrosamente.
Aspectos técnicos como la banda sonora y fotografía dan empaque a una cinta que a mí me ha dejado a medias. Esperaba bastante más, la verdad.

https://filmsencajatonta.blogspot.com
Constancio
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1 de mayo de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil analizar un film de estas características sin entrar a opinar en el debate que propone, y más en los tiempos actuales, en los que nuevas corrientes de intolerancia parecen estar invadiendo parte del mundo, recordando tiempos pasados en los que la peor cara del hombre cometió verdaderas barbaridades.

El director/actor Joel Edgerton ya dio muestras de su buen hacer detrás y delante de las cámaras con su ópera prima, "El regalo", todo un ejercicio de terror psicológico con ecos a Haneke y su "Caché". Con su segundo trabajo, profundiza en el caso real de Garrard Conley, hijo de pastor y actual activista LGTBI, forzado por su familia a entrar en un centro terapéutico para "curar" su homosexualidad. Basado en los escritos del propio Conley, la trama se centra en las experiencias sufridas en dicho centro y en cómo éstas afectan a los internos. En cierta medida, el director se aleja del drama costumbrista al que podría verse abocado el un film con estas características, y se adentra en los terrenos propios del terror psicológico (al igual que hiciera en su anterior trabajo) para narrar todo aquello que acontece tras las paredes del centro.

Respaldado por una tenebrosa fotografía, retrata los interiores siempre en penumbra, acentuando esos horrores que son producto de la represión, como degeneran en monstruos interiores incapaces de controlarse, impulsando la autodestrucción del individuo y de todo su entorno. Precisamente el mensaje del film (como es la no aceptación de uno mismo, la lucha interna para intentar cambiar y el desprecio hacia los demás), habla de que los peores abismos del horror, son los que imparten aquellos que reprimen su yo interior y escupen todo ese mundo de tinieblas hacia el exterior con afán destructivo. Sirva como ejemplo de ello la escena en que el personaje interpretado por Lucas Hedges es forzado a aceptar la terapia en la cocina, o el terrible primer encuentro sexual del protagonista, todo un ejercicio de terror.

La densa atmósfera pesa como una losa sobre los personajes y por ende, en el espectador, que vive la agotadora experiència hasta llegar a los convencionalismos finales que, en cierto modo, restan contundencia al mensaje final. Por suerte, las interpretaciones de todo su reparto elevan la película por encima de la media, consiguiendo esquivar esos aires de telefilm tan propio de este tipo de producciones.

Lo mejor; Los actores, en especial un contenido Lucas Hedges.

Lo peor; Ciertos convencionalismos en los que cae en su tramo final.
did79
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10 de mayo de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la enorme sorpresa que supuso su debut como director, El regalo, Joel Edgerton acomete esta vez la adaptación de la autobiografía de Garrard Conley sobre el tiempo que hubo de pasar en una terapia de conversión de su homosexualidad. Y aunque la película no es perfecta, lo cierto es que sí es impactante.
Lo que más se graba en el espectador es, por supuesto, el testimonio sobre una cosa que nos suena marciana, pero que, como se nos dice al final, todavía es legal en muchos estados americanos, y ya no hablemos de otras partes del mundo, que es la "conversión" de homosexuales en heterosexuales. Esas son las mejores escenas del largometraje, las de la terapia, en las que está presente el despreciable personaje a quien da vida el propio Edgerton. Son escenas de un impacto emocional brutal en el espectador, pues cuesta creer que cosas así ocurran sencillamente porque aún hay tantas personas o tantos aspectos de la sociedad que no pueden aceptar que la gente haga con sus sentimientos y su vida privada lo que le nazca de dentro.
Por su parte, Lucas Hedges, en una interpretación extraordinaria (ver su última conversación con Russell Crowe, o cuando admite su homosexualidad frente a sus padres), saca petróleo no sólo de las escenas de la terapia, sino especialmente de las que describen el paso de Jared por la universidad y las conversaciones con sus padres, unos Crowe y Nicole Kidman que brillan a un gran nivel como secundarios. El gran atractivo es Hedges, sin duda.
La dirección de Edgerton no es tan buena como en El regalo, y es verdad que se hace un poco pesada en su tercio final, pero sin duda está hecha con gusto y supone un notable ejemplo de cine comprometido.
La auténtica enfermedad es la homofobia, ese es el mensaje de Identidad borrada. Un mensaje que conviene no olvidar nunca.

Lo mejor: Lucas Hedges, fabuloso a la cabeza de un gran reparto, y su impacto emocional.
Lo peor: No es una obra maestra y la dirección de Edgerton no está a la altura de su ópera prima.
Sibila de Delfos
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19 de mayo de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez hayan oído hablar del DSM (Diagnostic and Statistic Manual) como obra de referencia para el diagnóstico de todo tipo de trastornos y enfermedades psiquiátricas que desde hace varias décadas edita la American Psichiatry Association (APA) y que, si no me equivoco, corre por su quinta edición. En la primera de sus ediciones, en consonancia con el pensamiento imperante en la sociedad de la época, la homosexualidad era considerada un trastorno psiquiátrico sobre el cual se podían ejercer toda suerte de terapias de aversión incluyendo descargas eléctricas y otras agradables medidas para cambiar las preferencias sexuales de los pacientes. En 1973 la APA dejó de considerar la homosexualidad como un trastorno pero siguió considerándola un desorden de la orientación sexual hasta 1987 en que se eliminó completamente del manual. La OMS tardó tres años más en eliminar la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. Es decir, solo hace 29 años de ello.

Dicho esto, no sé si es de extrañar que todavía queden en el mundo mentes estrechas que consideren que se puedan “curar” a los homosexuales y que en pleno siglo XXI, 36 estados de los EEUU de América permitan legalmente realizar terapias de conversión a menores de edad en centros de internamiento, generalmente de marcado carácter ultrarreligioso. Identidad borrada es el segundo film que veo en el plazo de unos meses sobre este tema tras The Miseducation of Cameron Post (Desiree Akhavan, 2018). En ambas he tenido la misma sensación de incredulidad ante lo que veía en la pantalla y de desazón ante algunas de las barbaridades escuchadas, si bien en la película de Akhavan se respiraba un ambiente más distendido que en este largometraje escrito y dirigido por el actor Joel Edgerton que se reserva el papel de terapeuta en el “Programa Refugio” al que es enviado el protagonista, un muchacho llamado Jared interpretado por Lucas Hedges (Manchester frente al mar) hijo de un predicador baptista (Russell Crowe) y su ferviente esposa (Nicole Kidman).

Desde el mismo inicio del film, Edgerton deja clara una marcada voluntad melancólica, los personajes son presentados con una pátina de tristeza existencial con la que el trío Hedges-Crowe-Kidman parecen sentirse cómodos y realizan unos excelentes trabajos interpretativos que suponen el punto fuerte de un largometraje en el que, a causa de su parsimonioso ritmo, cuesta entrar. Le falta a Edgerton cierto atrevimiento narrativo y capacidad para evitar ciertos lugares comunes que restan fuerza dramática al conjunto. Los personajes secundarios, especialmente los compañeros de Jared, están desdibujados cuando no estereotipados y resulta bastante previsible lo que acaba ocurriendo con algunos de ellos.

El relato de la terapia está someramente abocetado en un guion un tanto escuálido. Las clases de masculinidad, la historia familiar indagando en todos aquellos antecedentes que han podido determinar la “desviación” o el inventario moral que a modo de lista de pecados deben realizar todos los “pacientes” sirven para mostrar el sinsentido de la idea misma. “Finge hasta que lo consigas” es el mantra que se repiten continuamente hasta entender que puede ser reversible. Del “finge que no te atraen las personas de tu mismo sexo hasta que lo consigas interiorizar” al “finge que la terapia funciona en ti hasta que consigas que te den por curado y te dejen largarte de aquí”.

La falta de ritmo y de potencia narrativa pueden ser disculpadas gracias al convincente trabajo interpretativo de un Lucas Hedges en grave riesgo de encasillarse en personajes atormentados, la sutileza de Nicole Kidman apoderándose del tercio final del film y la fuerza de un Russell Crowe que da la sensación de haberse comido a Gladiator.

Emotiva banda sonora, elegante fotografía y académica puesta en escena para una película que, por la bisoñez de su director, se queda lejos de lo que sus reputados intérpretes y la potencia de su trasunto podrían hacer esperar.
No es cine todo lo que reluce
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5 de abril de 2019
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema invitaba a ir con ganas al cine para ver una película transgresora y emotiva. Nada más lejos de la realidad. Por desgracia, guionistas y director han realizado una película plana, insulsa y que no te permite empatizar en ningún momento con ninguno de los personajes, que no terminan de germinar.
Cualquier película con tintes modernos y temática LGTBI va a tener una gran acogida por la sociedad, sin que esto signifique que esté a la altura.. No todo vale. Me he quedado con las ganas de más. Una lástima, porque prometía.
tmr
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