Truman
7,0
30.082
20 de septiembre de 2015
20 de septiembre de 2015
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película durilla pero altamente recomendable. Alterna de manera acertada momentos tristes y golpes de humor que ayudan a sobrellevar la mas de hora y media en el cine. No me gusta Ricardo Darin, pero reconozco que borda el papel. Y Javier Cámara (que tampoco es santo de mi devoción) le acompaña bastante bien. Me ha sorprendido y sobre todo me ha pasado algo extraño. Las lagrimas han aparecido ya avanzados los títulos de crédito.
Especialmente sensible para los que, como yo, tenéis un perro fiel que os acompaña
Especialmente sensible para los que, como yo, tenéis un perro fiel que os acompaña
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Increíble el abrazo con el hijo
Me ha sobrado la escena de Javier cámara con la prima. Me ha resultado extraño, no por no inesperado, sino por la manera en que la,historia estaba siendo contada.
Me ha sobrado la escena de Javier cámara con la prima. Me ha resultado extraño, no por no inesperado, sino por la manera en que la,historia estaba siendo contada.
2 de noviembre de 2015
2 de noviembre de 2015
139 de 260 usuarios han encontrado esta crítica útil
Produce rabia y desánimo asistir a la malversación cansina del talento. Destellos de buen cine – cine de altura, ambicioso, irreductible y corajudo – echados por tierra y desperdiciados entre tanto oropel, falsedad, impostura y pretenciosidad. Ponerse grandes retos es muy loable y tratar de tomar caminos novedosos o poco transitados produce respeto y simpatía en una cinematografía tan parca, cateta, cautelosa y adocenada como la española, donde cualquier atisbo de originalidad suele ser censurado con el escarnio público y la indiferencia en taquilla. Pero una cosa es ser valiente y proponer algo fresco y otra cosa distinta es partir de una premisa tan falsa, tan fallida, tan inverosímil, tan impostada que acabe invalidando toda la propuesta.
Porque aquí partimos de un pecado original que lo hace naufragar todo: la relación de amistad entre sus dos protagonistas carece de entidad, de pasado, de sentido, de sustancia y de propósito… e invalida lo que viene a continuación porque lo convierte en algo sin interés, sin dirección, sin enjundia. Y por eso estamos ante un artilugio defectuoso aunque tenga destellos de buen cine (hay al menos cuatro o cinco escenas brillantes, eficaces, intensas y emocionantes, pero que se quedan en estampitas asiladas que se han perdido entre un fárrago de ardides y argucias). Pero en conjunto estamos ante un armatoste vacuo que se indigesta porque usa balas de fogueo que suenan a fingimiento y cuya pólvora está mojada.
Cuando todo el andamiaje depende del punto de partida, si éste hace aguas, el conjunto de desmorona sin remisión. Y la falta de explicaciones por parte de los guionistas contribuye a la ofuscación del espectador que asiste perplejo a un conjunto de estampitas llenas de buenas intenciones, buenos actores, lustroso acabado técnico, hacendosa labor de orfebrería y cuidada ambientación puntillosa, pero del todo inverosímil, opaco, forzado y enigmático. Y hay una escena de sexo tan risible como patética que agrava la sandez en su conjunto, porque toma por iluso y crédulo al sufrido espectador. Tanto elogio casi unánime para tan insulsa piececita fallida produce irritación y perplejidad. ¿Qué han creído ver que yo no he sabido desentrañar? Arcano irresoluble…
Nadie duda del talento y magnetismo de Ricardo Darín. Pero Javier Cámara es un actor de recursos limitados, más una presencia que un intérprete, que basa su gancho en despertar la simpatía del espectador más que por sus dotes histriónicas (que se limitan a la mueca bobina o a la medio sonrisa bobalicona). Y aquí es incapaz de proporcionar el necesario contrapunto dramático de la historia. En definitiva, una decepción sin paliativos.
Porque aquí partimos de un pecado original que lo hace naufragar todo: la relación de amistad entre sus dos protagonistas carece de entidad, de pasado, de sentido, de sustancia y de propósito… e invalida lo que viene a continuación porque lo convierte en algo sin interés, sin dirección, sin enjundia. Y por eso estamos ante un artilugio defectuoso aunque tenga destellos de buen cine (hay al menos cuatro o cinco escenas brillantes, eficaces, intensas y emocionantes, pero que se quedan en estampitas asiladas que se han perdido entre un fárrago de ardides y argucias). Pero en conjunto estamos ante un armatoste vacuo que se indigesta porque usa balas de fogueo que suenan a fingimiento y cuya pólvora está mojada.
Cuando todo el andamiaje depende del punto de partida, si éste hace aguas, el conjunto de desmorona sin remisión. Y la falta de explicaciones por parte de los guionistas contribuye a la ofuscación del espectador que asiste perplejo a un conjunto de estampitas llenas de buenas intenciones, buenos actores, lustroso acabado técnico, hacendosa labor de orfebrería y cuidada ambientación puntillosa, pero del todo inverosímil, opaco, forzado y enigmático. Y hay una escena de sexo tan risible como patética que agrava la sandez en su conjunto, porque toma por iluso y crédulo al sufrido espectador. Tanto elogio casi unánime para tan insulsa piececita fallida produce irritación y perplejidad. ¿Qué han creído ver que yo no he sabido desentrañar? Arcano irresoluble…
Nadie duda del talento y magnetismo de Ricardo Darín. Pero Javier Cámara es un actor de recursos limitados, más una presencia que un intérprete, que basa su gancho en despertar la simpatía del espectador más que por sus dotes histriónicas (que se limitan a la mueca bobina o a la medio sonrisa bobalicona). Y aquí es incapaz de proporcionar el necesario contrapunto dramático de la historia. En definitiva, una decepción sin paliativos.
6 de noviembre de 2015
6 de noviembre de 2015
35 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy tristemente harta de que últimamente las comedias dramáticas no sean películas sino meros trozos de la vida de las personas. Vamos a ver, que la fotografía es preciosa, que los responsables del vestuario, maquillaje y decoración son muy buenos, ¿y qué? La verdad es que el único motivo por el cual, como espectador, tienes que verla hasta el final es por ver qué pasa con el dichoso perro. La película es francamente simple, excesivamente larga, y con puntos con los que incluso me siento ofendida como espectadora. Ver una película ausente de guión y que te lleve de la mano es un insulto. Y si seguimos poniendo peros, la ausencia de realismo en una película que se vende como "la cruda realidad" entra en discusión con catastrófica interpretación del hijo del argentino o la sucesión de hechos completamente irrelevantes como la escena de sexo. ¿Es realmente importante ver cómo un tío con hijos y muy bien aconsejado por su mujer se va a ver a su amigo y se tira a la prima de este? En serio, el temita cuernos está completamente fuera de lugar y me dejó muy mala sensación en el cuerpo. Qué ofendida me siento...
3 de noviembre de 2015
3 de noviembre de 2015
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Truman, Cesc Gay aglutina los mejores rasgos de su estilo: la contención dramática y la humorística, el costumbrismo y la encantadora representación de la vida de las personas normales por medio de actores dirigidos de no sé qué manera única.
He visto en Truman a uno de los mejores Darines de los últimos años, aquellos en los que el actor se ha mantenido en la cresta de su propia ola. También al mejor Cámara, sin duda. Nunca lo sentido tan cercano, tan normal. Como un vecino. Los abrazos, eso sí, se los daría todos al argentino. Es inevitable llevarse todos los vítores haciendo maravillas con el mejor papel de la cinta.
Y luego está el ritmo, el mismo que llevaría cualquiera que hace una escapada para visitar al amigo que vive lejos: un desayuno aquí, unas compras allá; acompáñame que tengo que hacer un recado; vamos a emborracharnos esta noche. Me lo creo todo. Y el guión, que salta del precipicio del drama al mar del humor en el más estricto sentido del verbo.
Truman no provoca el llanto a base de música lacrimógena a un volumen excesivo; lo provoca, en parte, por empatía con los protagonistas. Pero creo que, sobre todo, aquellos que se emocionaron en la sala que compartimos, se vieron reflejados en alguna de las discusiones, encuentros nostálgicos, despedidas o redenciones de ambos protagonistas. Son tan creíbles y están tan bien ensambladas en los cuatro días que dura esta última copa que es inevitable.
Aunque sólo lo haga durante los cinco minutos que tarda uno en salir del cine, Truman despierta una fuerte sensación de querer pedir perdón a aquellos a quienes has jodido alguna vez, aquellos a quienes decepcionaste. También, ansia de abrazar a tus cercanos. A la mayoría, se nos pasa, pero nuestro orgullo y ese acusado alejamiento emocional que hoy nos caracteriza, no debe ensombrecer el logro. Meritorio es.
Son muchas las cintas que nos recuerdan lo puta que es la vida, pero me cuesta recordar alguna tan sutil, cercana, bien actuada y, sin más, divertida.
He visto en Truman a uno de los mejores Darines de los últimos años, aquellos en los que el actor se ha mantenido en la cresta de su propia ola. También al mejor Cámara, sin duda. Nunca lo sentido tan cercano, tan normal. Como un vecino. Los abrazos, eso sí, se los daría todos al argentino. Es inevitable llevarse todos los vítores haciendo maravillas con el mejor papel de la cinta.
Y luego está el ritmo, el mismo que llevaría cualquiera que hace una escapada para visitar al amigo que vive lejos: un desayuno aquí, unas compras allá; acompáñame que tengo que hacer un recado; vamos a emborracharnos esta noche. Me lo creo todo. Y el guión, que salta del precipicio del drama al mar del humor en el más estricto sentido del verbo.
Truman no provoca el llanto a base de música lacrimógena a un volumen excesivo; lo provoca, en parte, por empatía con los protagonistas. Pero creo que, sobre todo, aquellos que se emocionaron en la sala que compartimos, se vieron reflejados en alguna de las discusiones, encuentros nostálgicos, despedidas o redenciones de ambos protagonistas. Son tan creíbles y están tan bien ensambladas en los cuatro días que dura esta última copa que es inevitable.
Aunque sólo lo haga durante los cinco minutos que tarda uno en salir del cine, Truman despierta una fuerte sensación de querer pedir perdón a aquellos a quienes has jodido alguna vez, aquellos a quienes decepcionaste. También, ansia de abrazar a tus cercanos. A la mayoría, se nos pasa, pero nuestro orgullo y ese acusado alejamiento emocional que hoy nos caracteriza, no debe ensombrecer el logro. Meritorio es.
Son muchas las cintas que nos recuerdan lo puta que es la vida, pero me cuesta recordar alguna tan sutil, cercana, bien actuada y, sin más, divertida.
8 de noviembre de 2015
8 de noviembre de 2015
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Porque, a las cinco de la mañana, cuando estás realmente jodido y necesitas ayuda ¿a quién llamas? No llamas a los padres, ni a los colegas ni a conocidos, llamas a un verdadero amigo, y los nombres que te vienen a la memoria ¡no son muchos!..., de eso va la película”, Javier Cámara; “ ¡ahí le has dao!”, Ricardo Darín. Sinceridad a raudales.
¡Qué bueno que viniste!, qué bueno salir del cine pudiendo confirmar ¡es lo que esperaba!, ¡expectativas cumplidas!, rotunda afirmación cuyo previo temía y dudaba no poder expresar dicha sentencia con eficiencia sentida; pero se ratificó lo que se intuía y anhelaba, para complacencia de la persona que tenga la inteligencia de no dejar pasar la oportunidad de tastar tan exquisito manjar.
Imparcial no soy, adoro a ambos protagonistas, su talento y facilidad para la interpretación, para la transformación y evocación de sus personajes es asombrosa, magistral para deleite y gozo del espectador; fan o no, imposible no reconocer el respeto que se han ganado dentro de suprofesión.
Y si se añade un guión cálido y humano, que da la oportunidad de explayar tan deliciosas y buscadas habilidades, más un director que tuvo el ojo, o la fortuna, de reunir tanto ingenio y agudeza en un mismo filme ¡qué quieres que te diga!, el resultado no puede ser otro que esta ¡subliminal pieza!
Película de sentimientos encontrados, dureza de silencios que hablan a través de aquello que no se comunica pero todos entienden presente, fragancia de espíritu que debe acompañar en esa preparación de difícil viaje venidero donde sólo se requiere estar, observar y amparar; no importa tu opinión, no se solicita tu intervención, unicamente el respeto de una decisión, entendible o no, que ya ha sido tomada pues eres leal amigo que “no pedís nada, no pasáis factura, sois generoso”. Y hay que ser paciente y generoso para digerir y absorber una amistad de tantos años, profunda confianza que no necesita expresar lo que está dicho con su sola comparecencia y mutismo.
“Los inseparables”, que llenan la pantalla con su sólida presencia y penetrante mirada, que te cogen de la marno para volcar una inmensidad de sensaciones sin que puedas digerirlas con emoción distante, que con música de respiración lenta y esencia intimista, ofrecen la partitura final de esa alma cansada y agotada, querida y añorada a quien cobija un cautivador solitario de guitarra como preparación melancólica de esa forma entrañable, dura y espinosa de recepción elegida; no es fácil el tema, arde el asunto a tratar entre las manos, aquieta la aspiración y aliento, anula las ideas pues ¿cómo despedirse por siempre de un íntimo amigo?, ¿qué decir en ese último encuentro?, ¿hay algo no expresado que no se sepa e intuya?; de ahí que este hondo, abismal y categórico guión viva de prolongación y rutinarias pausas para cuatro días únicos e inolvidables, nada que añadir a la especial situación enfrascada que no sea la cotidiana andadura de quien se conoce sin abrir boca; tensión lagrimal, anímica angustia, inquietud colosal y lo único para aliviarla es callarse, caminar junto al protagonista y respetar aquello que comparte.
Cesc Gay realiza un hermoso trabajo, de arduo calado y enorme pesadez espiritual, con la sabiduría de olvidarse de la cámara como personaje y dejar, que esta potente pareja, actúe y deslumbre cada fotograma con sólo recitar sus memorizadas palabras, o simplemente sin pronunciar nada, robustez de dos figuras que sufren su dolor sin parlotear, que nutren su necesidad con su existencia mutua y que te permiten arroparles en sus fatigosos y definitivos encuentros.
Punto y aparte es la conclusión que se saque de esta preciosidad emocional, pues depende en toda medida de la afinidad que logres con las afecciones vertidas, simbiosis imprescindible para apreciar cada tesoro sensitivo, cada afecto personal e interno que ofrece con derroche y altruismo este esplendor de argumento; si te involucras, tu hipnosis dejará paso a esa blanda impresión emotiva de quien está sintiendo cada uno de los momentos con veracidad humana; en caso contrario, la asimilación puede ser de lentitud, vacío y distancia por la poca consistencia sentida para tanta transquilidad y letargo.
“No has venido para convercerme de nada ¿no?” No, pero salgo absolutamente convencida y rendida, por el placer y honor de ser la extensión de ese callado amigo que sólo debe aparecer, escoltar, servir de apoyo y facilitar la elección tomada pues, aunque no siempre “cada uno se muere como puede”, en esta ocasión es solemne tránsito de trago amargo, pero gustoso de presenciar, para quien sirve de testigo, de tan temblorosa firmeza, de quien lo tiene todo dispuesto y claro.
Truman, mi segundo hijo, totalmente dependiente, se solicita tutor que se haga cargo, hombre a ser posible, amante de los perros a poder ser, amigo del alma/de toda la vida sería inmejorable, gusta de magdalenas y baños de vez en cuando, tratar con cuidado y cariño pues me desprendo de una parte de mi irrecuperable, cuyo amor es irreemplazable, como todo el amor desprendido a mansalva en cada fotograma, pues si algo hay en la pantalla es amor, amor y más inmenso amor, único constante e indispensable amor que no todos tienen la fortuna de respirar y apreciar con la soberbia que se solicita.
Lo mejor, la pareja protagonista, la emotividad del guión, el ensimismamiento de su observación.
Lo peor, la visita sólo dura 4 días.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
¡Qué bueno que viniste!, qué bueno salir del cine pudiendo confirmar ¡es lo que esperaba!, ¡expectativas cumplidas!, rotunda afirmación cuyo previo temía y dudaba no poder expresar dicha sentencia con eficiencia sentida; pero se ratificó lo que se intuía y anhelaba, para complacencia de la persona que tenga la inteligencia de no dejar pasar la oportunidad de tastar tan exquisito manjar.
Imparcial no soy, adoro a ambos protagonistas, su talento y facilidad para la interpretación, para la transformación y evocación de sus personajes es asombrosa, magistral para deleite y gozo del espectador; fan o no, imposible no reconocer el respeto que se han ganado dentro de suprofesión.
Y si se añade un guión cálido y humano, que da la oportunidad de explayar tan deliciosas y buscadas habilidades, más un director que tuvo el ojo, o la fortuna, de reunir tanto ingenio y agudeza en un mismo filme ¡qué quieres que te diga!, el resultado no puede ser otro que esta ¡subliminal pieza!
Película de sentimientos encontrados, dureza de silencios que hablan a través de aquello que no se comunica pero todos entienden presente, fragancia de espíritu que debe acompañar en esa preparación de difícil viaje venidero donde sólo se requiere estar, observar y amparar; no importa tu opinión, no se solicita tu intervención, unicamente el respeto de una decisión, entendible o no, que ya ha sido tomada pues eres leal amigo que “no pedís nada, no pasáis factura, sois generoso”. Y hay que ser paciente y generoso para digerir y absorber una amistad de tantos años, profunda confianza que no necesita expresar lo que está dicho con su sola comparecencia y mutismo.
“Los inseparables”, que llenan la pantalla con su sólida presencia y penetrante mirada, que te cogen de la marno para volcar una inmensidad de sensaciones sin que puedas digerirlas con emoción distante, que con música de respiración lenta y esencia intimista, ofrecen la partitura final de esa alma cansada y agotada, querida y añorada a quien cobija un cautivador solitario de guitarra como preparación melancólica de esa forma entrañable, dura y espinosa de recepción elegida; no es fácil el tema, arde el asunto a tratar entre las manos, aquieta la aspiración y aliento, anula las ideas pues ¿cómo despedirse por siempre de un íntimo amigo?, ¿qué decir en ese último encuentro?, ¿hay algo no expresado que no se sepa e intuya?; de ahí que este hondo, abismal y categórico guión viva de prolongación y rutinarias pausas para cuatro días únicos e inolvidables, nada que añadir a la especial situación enfrascada que no sea la cotidiana andadura de quien se conoce sin abrir boca; tensión lagrimal, anímica angustia, inquietud colosal y lo único para aliviarla es callarse, caminar junto al protagonista y respetar aquello que comparte.
Cesc Gay realiza un hermoso trabajo, de arduo calado y enorme pesadez espiritual, con la sabiduría de olvidarse de la cámara como personaje y dejar, que esta potente pareja, actúe y deslumbre cada fotograma con sólo recitar sus memorizadas palabras, o simplemente sin pronunciar nada, robustez de dos figuras que sufren su dolor sin parlotear, que nutren su necesidad con su existencia mutua y que te permiten arroparles en sus fatigosos y definitivos encuentros.
Punto y aparte es la conclusión que se saque de esta preciosidad emocional, pues depende en toda medida de la afinidad que logres con las afecciones vertidas, simbiosis imprescindible para apreciar cada tesoro sensitivo, cada afecto personal e interno que ofrece con derroche y altruismo este esplendor de argumento; si te involucras, tu hipnosis dejará paso a esa blanda impresión emotiva de quien está sintiendo cada uno de los momentos con veracidad humana; en caso contrario, la asimilación puede ser de lentitud, vacío y distancia por la poca consistencia sentida para tanta transquilidad y letargo.
“No has venido para convercerme de nada ¿no?” No, pero salgo absolutamente convencida y rendida, por el placer y honor de ser la extensión de ese callado amigo que sólo debe aparecer, escoltar, servir de apoyo y facilitar la elección tomada pues, aunque no siempre “cada uno se muere como puede”, en esta ocasión es solemne tránsito de trago amargo, pero gustoso de presenciar, para quien sirve de testigo, de tan temblorosa firmeza, de quien lo tiene todo dispuesto y claro.
Truman, mi segundo hijo, totalmente dependiente, se solicita tutor que se haga cargo, hombre a ser posible, amante de los perros a poder ser, amigo del alma/de toda la vida sería inmejorable, gusta de magdalenas y baños de vez en cuando, tratar con cuidado y cariño pues me desprendo de una parte de mi irrecuperable, cuyo amor es irreemplazable, como todo el amor desprendido a mansalva en cada fotograma, pues si algo hay en la pantalla es amor, amor y más inmenso amor, único constante e indispensable amor que no todos tienen la fortuna de respirar y apreciar con la soberbia que se solicita.
Lo mejor, la pareja protagonista, la emotividad del guión, el ensimismamiento de su observación.
Lo peor, la visita sólo dura 4 días.
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