Un monstruo viene a verme
2016 

6,6
39.161
Fantástico. Drama
Tras la separación de sus padres, Connor (Lewis MacDougall), un chico de 12 años, tendrá que ocuparse de llevar las riendas de la casa, pues su madre (Felicity Jones) está enferma de cáncer. Así las cosas, el niño intentará superar sus miedos y fobias con la ayuda de un monstruo (Liam Neeson), pero sus fantasías tendrán que enfrentarse no sólo con la realidad, sino con su fría y calculadora abuela (Sigourney Weaver). Con este nuevo ... [+]
13 de octubre de 2016
13 de octubre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
critica inteligible en spoilers aunque no digo nada que spoile, sino que hago mi propia reflexión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ininteligible critica, solo mi monstruo en el sueño puede captar su profundidad.
Dice el saber de la naturaleza en forma de árbol que nada es ni bueno ni malo o todo lo contrario, contradicciones que hacen de la vida lo que es, una contradicción, raíz de todo movimiento. Todos tienen su lado oscuro, su lado angelical, todo se péndula en un continuo de dos polos opuestos que se terminan encontrando, ciclidad infinita en su máxima expresión cuando el sentimiento acompaña a la acción, la verdad absoluta.
Película para reflexionar, pero la esperaba mejor, por lo escuchado.
Estuvo entretenida como si de cuentos se tratase, más que llegar a conmocionar demasiado.
Lo mejor, el tipo de película diferente en cuanto a imagen y mezcla de lo real y los sueños, pesadillas, que configuran otro mundo que se escapa a nuestro control, será este también parte de la realidad que desconocemos y forma parte también de nosotros, liberándonos y haciéndonos vivir todo aquello que tememos y no somos capaces de hacer en la realidad consciente. Como la mayoría de cosas fecientes, se queda en eso en habladurías del ser humano, que le gusta y necesita del pensamiento del más allá, de lo que no puede saber hasta ahora...y nunca mientras los sentidos físicos manden en nuestro mundo perceptivamente físico albergado por la energía suprema del Dios que solo se transforma, nunca muere, infinito es desde el momento que surgió.
No tiene nada que ver con la película. Don´t worry, be happy!! estas loco perdido, me encanta. O no! ajaj Continuo mi camino a la espera de la próxima película que critico!!
Dice el saber de la naturaleza en forma de árbol que nada es ni bueno ni malo o todo lo contrario, contradicciones que hacen de la vida lo que es, una contradicción, raíz de todo movimiento. Todos tienen su lado oscuro, su lado angelical, todo se péndula en un continuo de dos polos opuestos que se terminan encontrando, ciclidad infinita en su máxima expresión cuando el sentimiento acompaña a la acción, la verdad absoluta.
Película para reflexionar, pero la esperaba mejor, por lo escuchado.
Estuvo entretenida como si de cuentos se tratase, más que llegar a conmocionar demasiado.
Lo mejor, el tipo de película diferente en cuanto a imagen y mezcla de lo real y los sueños, pesadillas, que configuran otro mundo que se escapa a nuestro control, será este también parte de la realidad que desconocemos y forma parte también de nosotros, liberándonos y haciéndonos vivir todo aquello que tememos y no somos capaces de hacer en la realidad consciente. Como la mayoría de cosas fecientes, se queda en eso en habladurías del ser humano, que le gusta y necesita del pensamiento del más allá, de lo que no puede saber hasta ahora...y nunca mientras los sentidos físicos manden en nuestro mundo perceptivamente físico albergado por la energía suprema del Dios que solo se transforma, nunca muere, infinito es desde el momento que surgió.
No tiene nada que ver con la película. Don´t worry, be happy!! estas loco perdido, me encanta. O no! ajaj Continuo mi camino a la espera de la próxima película que critico!!
14 de octubre de 2016
14 de octubre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que viendo una película en el cine no miraba el reloj para ver cuánto faltaba para terminar. De la parte técnica no hablaré mucho porque me parece que está perfectamente resuelta. Sobre la historia: personalmente me parece increíble la gente que valora a la película con un 1 diciendo que ni siquiera se ha conmovido. ¿Cómo es posible que esta historia sobre un niño, sus traumas, su madre... te dejen "frío" ? Puede ser excesivamente drama en ocasiones, pero si no mueve tus sentimientos, al menos un poco, efectivamente, estás muerto por dentro o eres un trozo de mármol.
Por otro lado, el argumento, guste más o menos, me parece "original" para lo que se ve hoy en día en el cine actual. Bayona podía haber tirado por tramas más clásicas e igualmente edulcoradas, y no lo ha hecho.
En definitiva, si quieres pasar un rato donde tus emociones y sentimientos van a subir y bajar y te van a mantener pendientes hasta el final, esta película te gustará.
Por otro lado, el argumento, guste más o menos, me parece "original" para lo que se ve hoy en día en el cine actual. Bayona podía haber tirado por tramas más clásicas e igualmente edulcoradas, y no lo ha hecho.
En definitiva, si quieres pasar un rato donde tus emociones y sentimientos van a subir y bajar y te van a mantener pendientes hasta el final, esta película te gustará.
15 de octubre de 2016
15 de octubre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director español Juan Antonio Bayona ha rodado hasta la fecha tres largometrajes, conformando así una trilogía no oficial sobre las relaciones materno filiales. Sus dos anteriores títulos, “El orfanato” y “Lo imposible”, además de alcanzar rotundos éxitos en la taquilla española (extensible en el segundo caso a la internacional) ofrecían una mezcla muy correcta de intensidad y emotividad, cualidad muy difícil de conseguir. Se trata de un cineasta que posee la gran habilidad de saber contar las historias. Se vale de su gran dominio de la técnica para convertir en imágenes los relatos que quiere transmitir al espectador. Moldea con soltura y solvencia el elemento visual, la palabra, la música, los efectos especiales y a los actores, construyendo así una obra coherente y rigurosa que irradia sensibilidad y que provoca en el público un torbellino de sensaciones. Sólo por esa virtud, este ganador de dos premios Goya es digno de aplaudir y de admirar. Cabe esperar que su inminente salto profesional a la industria norteamericana (probablemente será el encargado de la próxima secuela de “Jurassic World”) no le arrebate sus señas de identidad como artista.
En “Un monstruo viene a verme” combina con acierto el género fantástico y el drama. Por lo tanto, no se trata de una cinta de acción ni de terror. En ese sentido, quien acuda a la sala de proyección con la intención de pasar miedo o de presenciar escenas vertiginosas acabará desconcertado porque la esencia del film es netamente dramática. Y a la pregunta de si contiene una excesiva carga emotiva o lacrimógena, la respuesta dependerá de dónde sitúe cada persona la frontera entre ambos sentimientos. En mi opinión, aunque a veces bordea el precipicio del sentimentalismo, nunca cae en él. La cinta es tierna y triste porque debe serlo. Del mismo modo que es fantasiosa e imaginativa porque también debe serlo.
Connor, con apenas doce años, se ve obligado por las circunstancias a asumir una serie de problemas no acordes con su edad. Unos padres separados, una madre gravemente enferma, una abuela con la que mantiene una difícil relación y un situación de acoso escolar por parte de sus compañeros de clase le empujan a refugiarse en un mundo alternativo de fantasía. Comparte ese peculiar universo con un árbol, un tejo anciano de aspecto monstruoso que, a veces en sus pesadillas y a veces estando despierto, le ayuda a soportar su amargo día a día.
Reconociendo la dificultad a la hora de mantener el mismo nivel de intensidad e interés durante todo el metraje, o el hecho de que la carga dramática afecte a la fuerza de la narración, la verdad es que la cantidad de aciertos sobrepasa ampliamente cualquier pequeño fallo. Bayona firma una obra muy conmovedora -característica cada vez más insólita en la actual deriva del Séptimo Arte-, aunando la mejor faceta fantástica y tierna de Tim Burton con la más vibrante y afectiva de Spielberg en la mítica “E.T. El extraterrestre”. De hecho, me atrevo a aventurar que una de las últimas frases que pronuncia el entrañable monstruo (“Estaré aquí mismo”) es un homenaje al diálogo de despedida entre E.T. y el pequeño Elliott.
El jovencísimo actor Lewis MacDougall, visto ya en “Pan: Viaje a Nunca Jamás”, se alza como la gran revelación del largometraje gracias a su creíble y efectiva actuación. Sin duda, él es el alma del film. Le acompañan en un oportuno reparto la también solvente Felicity Jones (“La teoría del todo”, “Like Cracy”) y la reciente premio Donostia del Festival de Cine de San Sebastián, Sigourney Weaver (“Alien, el octavo pasajero”, “El año que vivimos peligrosamente”, “Armas de mujer”, “Gorilas en la niebla”). Liam Neeson es el encargado de prestar su voz al árbol en la versión original.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
En “Un monstruo viene a verme” combina con acierto el género fantástico y el drama. Por lo tanto, no se trata de una cinta de acción ni de terror. En ese sentido, quien acuda a la sala de proyección con la intención de pasar miedo o de presenciar escenas vertiginosas acabará desconcertado porque la esencia del film es netamente dramática. Y a la pregunta de si contiene una excesiva carga emotiva o lacrimógena, la respuesta dependerá de dónde sitúe cada persona la frontera entre ambos sentimientos. En mi opinión, aunque a veces bordea el precipicio del sentimentalismo, nunca cae en él. La cinta es tierna y triste porque debe serlo. Del mismo modo que es fantasiosa e imaginativa porque también debe serlo.
Connor, con apenas doce años, se ve obligado por las circunstancias a asumir una serie de problemas no acordes con su edad. Unos padres separados, una madre gravemente enferma, una abuela con la que mantiene una difícil relación y un situación de acoso escolar por parte de sus compañeros de clase le empujan a refugiarse en un mundo alternativo de fantasía. Comparte ese peculiar universo con un árbol, un tejo anciano de aspecto monstruoso que, a veces en sus pesadillas y a veces estando despierto, le ayuda a soportar su amargo día a día.
Reconociendo la dificultad a la hora de mantener el mismo nivel de intensidad e interés durante todo el metraje, o el hecho de que la carga dramática afecte a la fuerza de la narración, la verdad es que la cantidad de aciertos sobrepasa ampliamente cualquier pequeño fallo. Bayona firma una obra muy conmovedora -característica cada vez más insólita en la actual deriva del Séptimo Arte-, aunando la mejor faceta fantástica y tierna de Tim Burton con la más vibrante y afectiva de Spielberg en la mítica “E.T. El extraterrestre”. De hecho, me atrevo a aventurar que una de las últimas frases que pronuncia el entrañable monstruo (“Estaré aquí mismo”) es un homenaje al diálogo de despedida entre E.T. y el pequeño Elliott.
El jovencísimo actor Lewis MacDougall, visto ya en “Pan: Viaje a Nunca Jamás”, se alza como la gran revelación del largometraje gracias a su creíble y efectiva actuación. Sin duda, él es el alma del film. Le acompañan en un oportuno reparto la también solvente Felicity Jones (“La teoría del todo”, “Like Cracy”) y la reciente premio Donostia del Festival de Cine de San Sebastián, Sigourney Weaver (“Alien, el octavo pasajero”, “El año que vivimos peligrosamente”, “Armas de mujer”, “Gorilas en la niebla”). Liam Neeson es el encargado de prestar su voz al árbol en la versión original.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
23 de octubre de 2016
23 de octubre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayuda creativa, para soportar la vida.
No me gusta cuando me venden tanto, publicitariamente, una película, me insta a una actitud negativa respecto la misma, una involuntaria actitud defensiva ante el torpedeo continuo de información sobre ella, y Telecinco lleva más de un año agobiando sobre la grandeza y espectacularidad de la susodicha, multiplicado aun más tras su estreno y récord de taquilla.
Y con esas, y sin haber oído un comentario negativo sobre ella, acudo a su encuentro, para cerciorar su emocionante despliegue de sentimientos, o descubrir que la mayoría opta por una pasapalabra que nadie se atreve a interrumpir, o negar con una voz distinta.
Cuando tanta gente te habla maravillosamente de una cinta te pregunta ¿son exagerados?, ¿será para tanto?, no hay neutralidad receptiva de origen y, por tanto, por inercia esperas y deseas algo grande, no te conformarás con menos.
Y, aunque al principio crees que no es para tanto, resulta que sí lo es, que poco a poco, con seguridad y firmeza, sobriedad y arte, se va metiendo en tu corazón hasta hacerte emocionar con cerciorada lágrima incluida; “la vida siempre está en los ojos”, y la mirada de Lewis McDougall es pura expresividad magnífica, a la cual se enfoca la cámara con obsesión y devoción de dedicación plena, un gran acierto de elección para ese papel tan importante y decisivo, tan complicado de interpretar y transmitir en su conjunto.
Detener el tiempo, cambiar la realidad, la fuerza y coraje para llevarlo a cabo, a las 12:07 surge el tejo, ese fantástico árbol medicinal de la vida que le enfrenta a una verdad dolorosa aún no revelada, gracias a unas mentiras piadosas que cubren temporalmente el dolor y la angustia amenazante, pues para evitar éste, para demorar su llegada, se cree en la dulcificada falsedad, amoldada a unas necesidades que estallarán, más pronto que tarde.
J. A. Bayona acierta de lleno, en todos los sentidos, con esa delicada y afectiva historia de miedo y valentía, de desasosiego y pena, y su mayor logro es escoger con inteligencia, de aportado beneficio para el placer del vidente, a cada uno de los elementos integrantes del proyecto...
..., desde la emotividad de un guión sabiamente desarrollado, a unos diestros efectos especiales, cuya equilibrada y concisa sincronización y aportación es perfecta en cada fotograma, a la concienzuda fotografía, el detallismo escénico, la sensibilidad envolvente, la humanidad respirable..., y por supuesto, a su excelsa dirección, de ideas claras en el supremo objetivo a plasmar en esta maravillosa pesadilla, que va más allá de los sueños, para convertirse en una historia cuya criatura salvaje, danza libremente en el interior de la expectante audiencia, sin saber ni controlar qué desastre pueda causar en sus emociones.
“La mayoría no comen perdices”, y no va a ser diferente para este chaval “demasiado mayor para ser un niño, demasiado joven para ser un hombre”, que ha de enfrentarse a una anticipada madurez invisible, pero muy presente en su realidad, que golpea y castiga decidiendo condiciones y ruta de andadura, siendo el enfado, la culpa, la rabia y el sufrimiento piezas de viaje incorporados.
Es buena, obviedad sencilla ratificada por todo el que acuda a verla; te cautiva, te abraza y te emociona lentamente, de menos a más, con certeza de diana en las sensaciones evocadas.
Impresiona el monstruo/hechiza el niño/conmociona el relato, te devuelven el favor de ir a verles con la complacencia de lo visionado, el gusto de lo recibido, el sabor del recuerdo dejado..., sin duda alguna, la agresiva campaña publicitaria estaba justificada.
Lo mejor; el artístico talento de Bayona.
Lo peor; no verla en gran pantalla.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
No me gusta cuando me venden tanto, publicitariamente, una película, me insta a una actitud negativa respecto la misma, una involuntaria actitud defensiva ante el torpedeo continuo de información sobre ella, y Telecinco lleva más de un año agobiando sobre la grandeza y espectacularidad de la susodicha, multiplicado aun más tras su estreno y récord de taquilla.
Y con esas, y sin haber oído un comentario negativo sobre ella, acudo a su encuentro, para cerciorar su emocionante despliegue de sentimientos, o descubrir que la mayoría opta por una pasapalabra que nadie se atreve a interrumpir, o negar con una voz distinta.
Cuando tanta gente te habla maravillosamente de una cinta te pregunta ¿son exagerados?, ¿será para tanto?, no hay neutralidad receptiva de origen y, por tanto, por inercia esperas y deseas algo grande, no te conformarás con menos.
Y, aunque al principio crees que no es para tanto, resulta que sí lo es, que poco a poco, con seguridad y firmeza, sobriedad y arte, se va metiendo en tu corazón hasta hacerte emocionar con cerciorada lágrima incluida; “la vida siempre está en los ojos”, y la mirada de Lewis McDougall es pura expresividad magnífica, a la cual se enfoca la cámara con obsesión y devoción de dedicación plena, un gran acierto de elección para ese papel tan importante y decisivo, tan complicado de interpretar y transmitir en su conjunto.
Detener el tiempo, cambiar la realidad, la fuerza y coraje para llevarlo a cabo, a las 12:07 surge el tejo, ese fantástico árbol medicinal de la vida que le enfrenta a una verdad dolorosa aún no revelada, gracias a unas mentiras piadosas que cubren temporalmente el dolor y la angustia amenazante, pues para evitar éste, para demorar su llegada, se cree en la dulcificada falsedad, amoldada a unas necesidades que estallarán, más pronto que tarde.
J. A. Bayona acierta de lleno, en todos los sentidos, con esa delicada y afectiva historia de miedo y valentía, de desasosiego y pena, y su mayor logro es escoger con inteligencia, de aportado beneficio para el placer del vidente, a cada uno de los elementos integrantes del proyecto...
..., desde la emotividad de un guión sabiamente desarrollado, a unos diestros efectos especiales, cuya equilibrada y concisa sincronización y aportación es perfecta en cada fotograma, a la concienzuda fotografía, el detallismo escénico, la sensibilidad envolvente, la humanidad respirable..., y por supuesto, a su excelsa dirección, de ideas claras en el supremo objetivo a plasmar en esta maravillosa pesadilla, que va más allá de los sueños, para convertirse en una historia cuya criatura salvaje, danza libremente en el interior de la expectante audiencia, sin saber ni controlar qué desastre pueda causar en sus emociones.
“La mayoría no comen perdices”, y no va a ser diferente para este chaval “demasiado mayor para ser un niño, demasiado joven para ser un hombre”, que ha de enfrentarse a una anticipada madurez invisible, pero muy presente en su realidad, que golpea y castiga decidiendo condiciones y ruta de andadura, siendo el enfado, la culpa, la rabia y el sufrimiento piezas de viaje incorporados.
Es buena, obviedad sencilla ratificada por todo el que acuda a verla; te cautiva, te abraza y te emociona lentamente, de menos a más, con certeza de diana en las sensaciones evocadas.
Impresiona el monstruo/hechiza el niño/conmociona el relato, te devuelven el favor de ir a verles con la complacencia de lo visionado, el gusto de lo recibido, el sabor del recuerdo dejado..., sin duda alguna, la agresiva campaña publicitaria estaba justificada.
Lo mejor; el artístico talento de Bayona.
Lo peor; no verla en gran pantalla.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
23 de octubre de 2016
23 de octubre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me decidí a ver la película ( a pesar de que huyo de las películas con monstruos y todo tipo de seres fantásticos) tras la emisión en un telediario de una pequeña entrevista a algunos espectadores que habían asistido a la proyección. Todos respondían emocionados y con lágrimas aún en los ojos que la película de Bayona era bellísima, que no tenían palabras para describirla.
Es de entender ese aluvión de emociones que la película provoca en espectadores de cualquier edad, adultos, jóvenes, adolescentes. Una lectura literal de la historia contada por Patrick Ness y adaptada maravillosamente por Juan Antonio Bayona nos acerca a los miedos de la infancia, a esos monstruos que perturbaban nuestro sueño y de los que, incluso alcanzada la edad adulta, no conseguimos liberarnos.
Connor O´Malley, un muchacho de trece años, demasiado mayor para ser un niño y demasiado joven para ser un adulto – como explica el narrador, se despierta cada noche a las 12.07 por causa de una pesadilla que lo atormenta. Una noche un monstruo gigantesco nacido del tejo que puede contemplarse desde su ventana irrumpe en sus terrores nocturnos para contarle historias a las que Connor no encuentra ningún sentido. El gigante enfrentará al niño a sus miedos: la enfermedad de su madre que lucha contra el cáncer, el acoso que sufre en el colegio al que no sabe poner freno.
Tras ese plano literal, que despierta en el espectador una sensación de dolor e impotencia, se esconden en la película grandes cuestiones trascendentales que han preocupado al ser humano desde el principio de los tiempos: el conocimiento de la verdad, la dicotomía entre el bien y el mal, la culpa, el castigo...
El tejo milenario del jardín podría ser un trasunto del bíblico árbol de la ciencia del bien y del mal. El gigante-árbol empuja a Connor a buscar en su interior, a descubrir las causas de su tormento. A medida que el niño se aproxima a la verdad , su carácter sumiso se desvanece, su ira va creciendo y estallando en un torrente de destrucción que lo lleva a la culpa. Por querer conocer Adán y Eva fueron expulsados del paraíso. El descubrimiento de Connor le abrirá la entrada a una edad adulta a la que accede, tristemente, demasiado pronto. La verdad se muestra en toda su extensión cuando su abuela le entrega la llave de la puerta por cuya cerradura él buscaba antes descubrir los secretos de una habitación cerrada.
Adán y Eva fueron castigados, como lo fue Caín tras matar a su hermano Abel. Connor no puede entender que en las historias del gigante los malvados vivan una vida feliz,que los bondadosos cometan actos de maldad. “En todos nosotros se encierran el bien y el mal”- le responde el monstruo. Pero el niño no entiende por qué no es castigado cuando destroza todo aquello que encuentra a su paso. Del mismo modo que en Caín las semillas de la violencia contra su hermano fueron sembradas por los constantes elogios de los padres hacia Abel y el desprecio de los sacrificios del hijo labrador por sacar adelante la cosecha, Connor, el hijo que cuida de las tareas de la casa abnegadamente mientras su madre está postrada en la cama, sólo se revelará ante la incomprensión y los reproches de su abuela, ante la invisibilidad con la que le amenaza su compañero. Ya no te golpearé más, a partir de ahora serás invisible, eso te dolerá más – le dice.
Ante este arranque de ira tampoco es expulsado del colegio y de nuevo el muchacho pregunta por qué no lo castigan. Caín fue condenado a no morir mientras quedaran sobre la tierra hombres que hubieran conocido su felonía. Al no ser castigado, Connor tiene que sufrir la peor carga de todas: la tortura de la propia culpa.
Una vez más Juan Antonio Bayona ha volcado el universo de sus miedos infantiles en su cine, como lo hizo en “El orfanato”. “Yo de pequeño pensaba, y esto es cierto, que iba a venir Jack Nicholson en El Resplandor, e iba a entrar con un hacha en mi habitación y me iba a degollar... Esto lo pensaba. Pero cuando tenía siete u ocho años. Yo creo que por eso me gusta tanto el cine de terror, porque es una manera de superar esos miedos" -comenta el joven director en una reciente entrevista. Pero la cinta va mucho más allá. Nos cautiva la belleza del mundo onírico de las historias relatadas por el gigante, la energía vital que surge del tejo, árbol sagrado en el mundo celta. Nos enseña a rechazar el maniqueísmo: nadie es totalmente bueno, ni totalmente malo. Pero, sobre todo nos invita a buscar la verdad, que aun cuando nos produzca un enorme sufrimiento, siempre nos hará más libres.
Es de entender ese aluvión de emociones que la película provoca en espectadores de cualquier edad, adultos, jóvenes, adolescentes. Una lectura literal de la historia contada por Patrick Ness y adaptada maravillosamente por Juan Antonio Bayona nos acerca a los miedos de la infancia, a esos monstruos que perturbaban nuestro sueño y de los que, incluso alcanzada la edad adulta, no conseguimos liberarnos.
Connor O´Malley, un muchacho de trece años, demasiado mayor para ser un niño y demasiado joven para ser un adulto – como explica el narrador, se despierta cada noche a las 12.07 por causa de una pesadilla que lo atormenta. Una noche un monstruo gigantesco nacido del tejo que puede contemplarse desde su ventana irrumpe en sus terrores nocturnos para contarle historias a las que Connor no encuentra ningún sentido. El gigante enfrentará al niño a sus miedos: la enfermedad de su madre que lucha contra el cáncer, el acoso que sufre en el colegio al que no sabe poner freno.
Tras ese plano literal, que despierta en el espectador una sensación de dolor e impotencia, se esconden en la película grandes cuestiones trascendentales que han preocupado al ser humano desde el principio de los tiempos: el conocimiento de la verdad, la dicotomía entre el bien y el mal, la culpa, el castigo...
El tejo milenario del jardín podría ser un trasunto del bíblico árbol de la ciencia del bien y del mal. El gigante-árbol empuja a Connor a buscar en su interior, a descubrir las causas de su tormento. A medida que el niño se aproxima a la verdad , su carácter sumiso se desvanece, su ira va creciendo y estallando en un torrente de destrucción que lo lleva a la culpa. Por querer conocer Adán y Eva fueron expulsados del paraíso. El descubrimiento de Connor le abrirá la entrada a una edad adulta a la que accede, tristemente, demasiado pronto. La verdad se muestra en toda su extensión cuando su abuela le entrega la llave de la puerta por cuya cerradura él buscaba antes descubrir los secretos de una habitación cerrada.
Adán y Eva fueron castigados, como lo fue Caín tras matar a su hermano Abel. Connor no puede entender que en las historias del gigante los malvados vivan una vida feliz,que los bondadosos cometan actos de maldad. “En todos nosotros se encierran el bien y el mal”- le responde el monstruo. Pero el niño no entiende por qué no es castigado cuando destroza todo aquello que encuentra a su paso. Del mismo modo que en Caín las semillas de la violencia contra su hermano fueron sembradas por los constantes elogios de los padres hacia Abel y el desprecio de los sacrificios del hijo labrador por sacar adelante la cosecha, Connor, el hijo que cuida de las tareas de la casa abnegadamente mientras su madre está postrada en la cama, sólo se revelará ante la incomprensión y los reproches de su abuela, ante la invisibilidad con la que le amenaza su compañero. Ya no te golpearé más, a partir de ahora serás invisible, eso te dolerá más – le dice.
Ante este arranque de ira tampoco es expulsado del colegio y de nuevo el muchacho pregunta por qué no lo castigan. Caín fue condenado a no morir mientras quedaran sobre la tierra hombres que hubieran conocido su felonía. Al no ser castigado, Connor tiene que sufrir la peor carga de todas: la tortura de la propia culpa.
Una vez más Juan Antonio Bayona ha volcado el universo de sus miedos infantiles en su cine, como lo hizo en “El orfanato”. “Yo de pequeño pensaba, y esto es cierto, que iba a venir Jack Nicholson en El Resplandor, e iba a entrar con un hacha en mi habitación y me iba a degollar... Esto lo pensaba. Pero cuando tenía siete u ocho años. Yo creo que por eso me gusta tanto el cine de terror, porque es una manera de superar esos miedos" -comenta el joven director en una reciente entrevista. Pero la cinta va mucho más allá. Nos cautiva la belleza del mundo onírico de las historias relatadas por el gigante, la energía vital que surge del tejo, árbol sagrado en el mundo celta. Nos enseña a rechazar el maniqueísmo: nadie es totalmente bueno, ni totalmente malo. Pero, sobre todo nos invita a buscar la verdad, que aun cuando nos produzca un enorme sufrimiento, siempre nos hará más libres.
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