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El cuento de la princesa Kaguya

7,6
9.393
Animación. Fantástico. Drama Basada en un cuento popular japonés anónimo del siglo IX, "El cortador de bambú". La historia comienza cuando una pareja de ancianos campesinos encuentra a una niña diminuta dentro de una planta de bambú, y deciden adoptarla como si fuera su hija. Pasan los años, y rápidamente se convierte en una hermosa mujer pretendida por muchos hombres poderosos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
14 de enero de 2017
28 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el «Cuento de la princesa Kaguya» ocurre lo de siempre: se modifica la historia original y todo va a peor.

El estudio Ghibli puede que tenga una política de feminismo y ecologismo como dicen por ahí, pero si es el caso que sigan con sus propias historias y no alteren a su conveniencia ideológica leyendas tradicionales de tanto contenido, belleza y profundidad como la del Cortador de bambú. Creo que en otras ocasiones he comentado la fuerza y la importancia que tienen estas historias que nacieron en tiempos remotos y que se han perpetuado hasta nuestros días como prueba, como constancia de una forma de ver el mundo, de un modo de entender las sociedades y las naturalezas de las personas que ya parece olvidado.

Siento la reflexión, es posible que ni yo me entienda, pero me ha salido así mientras pensaba un poco sobre este «Cuento de la princesa Kaguya», sin duda una cinta que destaca por su forma artística: un dibujo tradicional, artesano, con trazos sucios en los que casi pueden verse cómo los lápices rayan las hojas y los pinceles gotean los colores pastel. La primera media hora con Kaguya niña en el campo me ha parecido precioso, lo que más me ha gustado, con un encanto mágico y bucólico muy bien transmitido, y esa canción maravillosa con la que se llora sin saber por qué: «gira, gira, sigue girando molino de agua...». Todo esto es digno de mención y de una originalidad que yo en pleno siglo veintiuno aplaudo.

Hasta ahí, había posibilidades, sentía que podía encontrarme ante una obra de envergadura, que quizá la animación moderna no iba a defraudarme una vez más. Es entonces cuando poco a poco, aunque sin aburrir ni resultar tediosa, vamos viendo que la leyenda ha dejado de ser leyenda, que Kaguya no sabemos quién es ni qué quiere, que nos chirría esa crítica antisistema en un cuento que aspira a ser eterno, que no es creíble una historia de amor en la que los enamorados no se ven durante la mayor parte de metraje y donde uno de ellos está dispuesto a abandonar mujer e hijos como si fuesen animales. ¿Qué es esto, doncella celestial? ¿Acaso tú lo permitirías? Que Kaguya sufra en la tierra, ¿influye en su destino? Cuando reconoce que ha sido caprichosa y egoísta, ¿lo cree de verdad? Si fuese así, iría en contra del mensaje de libertad e independencia que la historia propone. Entonces, ¿con qué nos quedamos? No sé los demás, pero yo me quedo con la idea de aceptación de los sentimientos humanos, tanto tristes como felices, que forman parte de la existencia terrena y que aparece en el desenlace.

Pero por encima de todo, me quedo con ese emperador enamorado de un imposible que en el monte más alto de su imperio quemó una carta de amor dirigida a la luna. Un amor y una visión sublime que la leyenda tradicional recoge y que nosotros, ideólogos y racionales, ya hemos olvidado.
Kaori
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1 de enero de 2015
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-hime no monogatari, en su título en japonés, 2013), la, confirmada por el propio director, última película de Isao Takahata, co-fundador de Studio Ghibli junto a su amigo Hayao Miyazaki, otro mítico director de la historia del cine japonés más reciente, quien también ha anunciado el cese de producción de largometrajes este mismo año, está inspirada en un cuento japonés de finales del siglo IX: El cortador de bambú, de autoría anónima y considerada una de las piezas más míticas de la historia de la literatura nipona, al estar hablando de la primera pieza de ficción de la que se tiene constancia y precursora absoluta de toda la literatura de ficción posterior en el mismo país, un mito que ha dado lugar incluso al nacimiento de las erupciones del mítico Monte Fuji, según el folclore japonés, cuando la princesa Kaguya se enfada.

Narra la historia de un anciano campesino que encuentra a una recién nacida dentro de un tallo de bambú que brilla en medio de la montaña y quien, junto a su mujer, decide adoptarla como si fuera su propia hija e intentar hacerla feliz. Poco a poco, el destino de esta mujer y el papel que debe ejercer en el mundo van destapándose…

La protagonista de esta historia es Kaguya (literalmente “Luz Brillante”), un personaje bondadoso, de sabiduría casi-divina y, sobre todo, muy humano, que se ve fuertemente influenciado durante toda la cinta por los intereses de sus allegados y no por los de ella misma, haciendo que su (rápido) crecimiento tanto físico como mental se vean muy influenciados por decisiones que ella misma no ha decidido seguir.

Aunque a primera vista pueda parecer una historia bastante simple, lo cual sería consecuentemente lógico teniendo en cuenta que se basa en una obra literaria muy prematura, lo cierto es que cuenta con varias lecturas y personajes cuya complejidad puede llegar a sorprender. Puede leerse desde dos prismas: el primero, una parábola existencialista que busca hablarnos sobre la vida, sobre cómo vivirla como uno mismo desea, y no como una sociedad nos dicte (también, como en muchas otras producciones de Studio Ghibli, el mensaje podría llevarnos por caminos naturalistas, aunque en este caso es una lectura que no comparto, pues se centra en lo que Kaguya quiere y no en que Kaguya tenga apego hacia una vida más primitiva y rural). Y es que la película se dedica a diseccionar los arquetipos aristócratas propios del Japón feudal desde un punto de vista irónico, destacando la vacuidad del sistema, enseñándonos que, al fin y al cabo, sus ideales no valen nada y están sujetos a un mundo donde reinan las apariencias y los protocolos; contraponiendo esto a la infancia de Kaguya en el campo, en la que absolutamente todo era más vital y las personas vivían en unas circunstancias muchísimo más humanas. El segundo prisma desde el que podemos analizar la película: el punto de vista del padre de Kaguya (incluso también su madre, aunque en menor medida, pues funciona más de apoyo entre personajes que como entidad propia). Un hombre que recibe una niña por gracia divina, una hija que de forma biológica no podría haber tenido, una mujer que pasa a ser el eje de su existencia, haciendo que todas sus decisiones y acciones pasen a un supuesto beneficio de ella, aunque él mismo, ignorante, cometa el error de dejarse llevar por ese sistema vacío que es la nobleza, centrándose en la idea de que lo más importante en la vida y el secreto de la verdadera felicidad está en la riqueza o en casar a su hija con un hombre, cuanto más importante mejor.

Dejando de lado su historia, uno de los aspectos que más destaca de la película, tanto antes como después de verla, es su estética. Isao Takahata vuelve a incidir en el estilo pictórico de su anterior y poco conocida obra Mis vecinos los Yamada (Hôhokekyo Tonari no Yamada-kun, 1999), aunque mucho más depurado y perfeccionista; y a reivindicar la animación tradicional, como siempre desde Studio Ghibli, en unos tiempos donde no abunda precisamente entre los grandes estudios de animación a nivel mundial. El cuento de la princesa Kaguya es una película cuya realización y puesta a punto ha durado alrededor de siete años, todos y cada uno de ellos dedicados a dibujar a mano miles de fotogramas, con un resultado, obviamente, fantástico.

Aunque en un primer análisis este estilo pudiese parecer torpe o molesto a la hora de narrar correctamente la historia, lo cierto es que la “estética cuento”, al final, acaba metiéndote más en la obra. La expresividad que logra la imagen gracias a los retazos pictóricos, por momentos impresionistas, es muy, muy difícil de conseguir. Quizás suene a típica frase sin sentido para encumbrar películas con un buen tratado visual, pero ciertos fragmentos son cuadros en movimiento, al más puro estilo de Aleksandr Petrov (El viejo y el mar, 1999) o el ya póstumo Frédéric Back (El hombre que plantaba árboles, 1987), amigo íntimo de Isao Takahata y una de las primeras personas en disfrutar El cuento de la princesa Kaguya, unos meses antes de su muerte: dos magos de la animación al óleo con un trabajo puramente artesanal.

*Sigue en "spoiler" sin spoilers*
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rdosdedos
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20 de febrero de 2015
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El último largometraje del estudio Ghibli, realizado durante ocho años por Isao Takahata (La tumba de las luciérnagas) se estrenará en España directamente en Blu-Ray a pesar de su nominación a los Oscars al Mejor largometraje de animación. Pese a haber supuesto un auténtico fracaso comercial no podemos sino deleitarnos con la hermosura de este bello dibujo nipón.

Basada en el cuento popular El cortador de bambú, la película narra la historia de un campesino que, cortando un tallo de bambú, se encuentra a una pequeña princesa. Él y su esposa decide cuidarla como su fuera su hija. Aunque la pequeña princesa, llamada Tallo de bambú por sus amigos es muy feliz en el campo, jugando y saltando con los demás niños, animales y plantas, los padres deciden llevarla a la ciudad y convertirla en una verdadera princesa. El tallo de bambú les proporciona los ropajes y el oro necesario para cumplir el destino de la joven princesa. Al trasladarse a la ciudad la joven chica será sometida por las duras normas de la nobleza y se verá completamente privada de libertad y felicidad, atada a las convenciones sociales para hacer felices a sus padres adoptivos que creen que así satisfacen de verdad la vida de su hija.

La cinta de Isao Takahata, dibujada de forma artesanal, con trazos limpios y claros y con una utilización del color realmente vistosa, nos deleita con una serie de imágenes animadas de apabullante belleza. Es evidente el sentimiento del que el autor dota cada imagen, realizada con mimo y amor por el detalle, delietándonos con su luminosidad y movimiento.

Con una historia, a priori, fantasiosa, la película nos regala un gran mensaje universal sobre la vida y la felicidad. Nos habla de la importancia de la libertad, la falsedad de los rangos sociales, los convencionalismos o la educación y el protocolo. Al igual que una heroína del maestro Kenji Mizoguchi, la princesa Kaguya se enfrentara a su propia sociedad y nos hará sentir su historia como propia.

Reflexionando sobre la vida, el film de takahata nos trasmite no solo ganas de vivir sino de hacer, durante el poco tiempo que tenemos, lo que en realidad nos gusta, lo que podríamos definir como vivir para ser felices. Al igual que le ocurre a la protagonista, la felicidad parece estar siempre en un segundo orden de prioridades pero, cuando se necesite, ya será demasiado tarde.

Lamentablemente, la mezcla de realidad con toques de fantasía se ve descompensado en un final demasiado brusco y fantasioso que rompe la armonía del precioso relato de época contado hasta entonces empañando, solo ligeramente, la obra maestra que el estudio Ghibli nos regala de nuevo.

En fin, una película realmente hermosa, preciosa, triste y llena de sabiduría vital al que deseamos, porque se lo merece, mucha más surte que hasta ahora.

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wilder marx
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31 de julio de 2015
15 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la ultima película de Ghibli por el momento, pero no es de Miyazaki, sino de su socio Isao Takahata, aunque ambas se estrenaron a la vez.
Takahata suele ahcer historias más "adultas" (añadid todas las comillas que querais) o al menos más realistas, que Miyazaki, sin embargo esta es una excepción: un cuento tradicional japonés, todo muy lírico, muy poético y muy fantástico, como corresponde a un cuento.
La técnica de animación también es peculiar... quiero decir, esz animación 2D (como todo Ghibli que yo sepa) pero es una animación minimalista, con una línea de contorno marcada en las figuras pero poco definida en los fondos, con colores suves, pasteles, y muy pocos de hehco (fondos no coloreados completos). No es la primera vez que Ghibli la usa, de hecho el propio Takahata ya utilizó una parecida en su película Mis vecions los Yamada. Creo que le va muy bien a este tipo de historia...

Parece ser que no a tenido muy buena aceptación en Japón, y supongo que la tendrá mucho peor fuera (de hecho creo que no se ha estrenado en españa, ni siquiera directamente a Blu-Ray). A mi particularmente me gusta sobre todo la primera parte de la historia, menos la parte central y aún menos la última. Quizás el metraje sea un poco excesivo...

En cualquier caso no está entre las mejores películas de Ghibli, ni es la mejor película de Takahata. En ese sentido es una obra menor, pero ya quisieran muchas otras ser obras tan menores como esta.
Seldon
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29 de junio de 2015
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 1999 Isao Takahata estrenó "Mis vecinos los Yamada" (Hôhokekyo Tonari no Yamada-kun), la historia de una familia de clase media japonesa basada en un manga de tiras cómicas de Hisashi Ishii. Lo más relevante de esta notable película es cómo consigue Takahata reflejar la cotidianidad y los sentimientos de las personas con un tipo de animación muy minimalista, aunque en ningún modo sencilla. Catorce años después, Takahata vuelve a la dirección con una película, "El cuento de la princesa Kaguya" (Kaguya-hime no Monogatari) que recurre al mismo tipo de animación, arriesgado por tanto, pero que muestra una evolución muy notable desde entonces. Desde luego se puede intuir el gran esfuerzo realizado por dibujar esta historia y se debe agradecer enormemente el resultado obtenido ya que es realmente increíble, pura poesía visual.

Curiosamente, en "Mis vecinos los Yamada" ya nos presentaba Takahata el nacimento de los hijos de la familia basándose en cuentos tradicionales japoneses. Más concretamente en el caso de la hija, Nonoko, que es encontrada por el padre dentro de una planta de bambú, tal como nace la princesa Kaguya en el cuento tradicional japonés en el que se basa la película. Desde luego me inclino a pensar que ya por entonces estaba en la mente del maestro el plasmar el cuento en imágenes, pero es que además, ha sido una producción muy prolongada en el tiempo, iniciada en el año 2008 cuando el estudio Ghibli anunció que Takahata estaba produciendo un nuevo largometraje que, finalmente, no ha visto la luz hasta el año 2013.

De entre las películas de Takahata ya es posible decir que, personalmente, hay tres que me llegan hasta lo más profundo del corazón gracias al don que tiene el maestro en saber transmitir los sentimientos humanos a través de unos "simples dibujos". Primero fue "La tumba de las luciérnagas" (Hotaru no Haka, 1988) que me parece un relato devastador, una película durísima que muestra como ninguna otra (animada o no) el camino hacia la fatalidad de unos personajes arrastrados hacia una situación que no pueden evitar de ninguna de las maneras. Después vino la, para mí, obra maestra de Takahta, "Recuerdos del ayer" (Omohide Poro Poro, 1991), que muestra como ninguna la nostalgia de la infancia, el anhelo por revivir en el presente todos aquellos momentos, pero también la imposibilidad de conseguirlo porque somos arrastrados por las necesidades de la sociedad. Y en tercer lugar, ahora tenemos "El cuento de la princesa Kaguya", una película que argumentalmente tiene mucho de las dos anteriores.

Sigo con algún pequeño spoiler.....
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
fresenius
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