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Guerreros de antaño

Drama En Nueva Zelanda, una familia descendiente de guerreros mahoríes vive, al igual que muchos otros, en los suburbios de una gran ciudad, en una situación de marginalidad respecto a las personas de raza blanca. La vida familiar del clan estará presidida por los problemas de alcoholismo, la delincuencia y los escasos medios económicos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
23 de noviembre de 2010
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer plano de la película anticipa ya de forma resumida su argumento: durante unos segundos se nos muestra el paisaje idílico de un lago rodeado de montañas (la imagen de una Nueva Zelanda primigenia), pero luego la cámara retrocede y, al ampliarse la perspectiva, descubrimos que se trata de un cartel publicitario en la autopista; junto a él sobreviven como pueden los “guerreros de antaño”, los maoríes desposeídos de su tierra por el hombre blanco y arrojados a una vida marginal en la periferia de las ciudades de finales del siglo XX.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Samizdat
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31 de julio de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A muchos sorprendió esta película, que muestra el lado menos amable de un país desarrollado como es Nueva Zelanda, que uno se lo imagina como un paraíso terrenal. La historia centrada en los integrantes de una familia de origen maorí, nos muestra la dura vida en los suburbios de Auckland y como el alcoholismo y la violencia destruyen la vida de éstas personas. Lo interesante es que la película no muestra actos de discriminación de la población blanca hacia los maoríes, no es necesario, ya viven marginados del desarrollo del país y desde ésta marginalidad se nos muestra la autodestrucción de ésta familia, donde la inocencia encarnada por la hija de la familia es aplastada sin piedad. Convincentes actuaciones de Temuera Morrison, intimidante con su violencia, y de Rena Owen como la estoica esposa, así como también los jovenes actores que interpretan a los hijos. El guión más que contar una historia, es mas bien descriptivo de la realidad social en la que esta inmersa ésta familia maorí, a la cual le ocurrirá una tragedia, que cambiará sus vidas.
A pesar de ser una película que transcurre en Nueva Zelanda, la marginación de los pueblos originarios es una realidad que lamentablemente afecta a muchos países; desde Chile puedo decir que los mapuches viven en su mayoría sumidos en la pobreza, luchando por mantener su identidad cultural.
Lamentablemente, como ha ocurrido muchas veces con nuevos cineastas que logran destacar, Lee Tamahori se fue a Hollywood y terminó dirigiendo una película de James Bond (otro talento perdido).
maximiliano
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4 de junio de 2018
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mi no me ha gustado, no está bien interpretada, ni resuelta, ni la trama me ha sugerido algo diferente al tedio. Parece como si estuviéramos necesitados de pertenecer al rebaño. He visto críticas negativas con valoraciones altas.
Tenemos por norma valorar con elevada nota, cuando una minoría encuentra absurdeces intelectualoides que rodeadas de frases elaboradas, parece que entienden más de cine que el resto, y nos ofrecen sus profundos argumentos, que no podemos más que seguir en ordenada piara.

El cine es un arte y como tal, así debemos disfrutar esa obra pictórica, o una escultura, o una interpretación musical. Cualquier expresión artística debe transmitir emociones. Ahí radica la auténtica esencia del arte; no en la cola de un rebaño.
MIRADA MILENARIA
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20 de noviembre de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lee Tamahori, Rena Owen, Temuera Morrisson, Mamaengaroa Kerr Bell…Como podemos comprobar, no son nombres que suenen demasiado europeos. Guerreros de Antaño (1994) trata precisamente este tema, el de la etnia maorí que ha quedado desplazada por la cultura europea que llegó a los prados vírgenes de Nueva Zelanda para imponer su cultura a la fuerza. El director de la película, Lee Tamahori tiene precisamente ascendencia Maorí (por parte de padre) y con este film nos ha querido mostrar los problemas de adaptación que sufre su etnia, que se ha obligado a vivir y a trabajar en un ámbito de vida ajeno en el que la mayoría de los descendientes de los guerreros de antaño, se siente totalmente inutilizada.

En este sentido es más que significativo el primer plano de la película, en que aparece la vista de un hermoso paraje. A todos nos han llegado de oídas comentarios acerca de las maravillosas vistas que debía ofrecer el territorio antes de la llegada de los europeos, y más después del boom que supuso la saga del señor de los anillos, la cual ambienta muchas de sus ubicaciones fantásticas en Nueva Zelanda. Pues bien el plano resulta ser el de un montaje fotográfico publicitario, a continuación la cámara realiza un movimiento para mostrarnos el engaño y se nos muestra la industrialización (y deshumanización) de la zona. Es en este nuevo mundo donde los maoríes tienen que aprender a vivir ahora.

Los maoríes eran guerreros sí, pero antes, cuando vivían en una vida totalmente diferente a la moderna de ahora. El padre de familia era el que se encargaba de proteger a su familia y el de administrar justicia. El problema viene cuando el padre de familia tiene que adaptarse a unas nuevas leyes que no tienen nada que ver con las de antes. La película nos muestra un núcleo familiar totalmente destrozado, donde el maltrato doméstico forma parte de la vida cotidiana de la familia, precisamente porque el padre no puede hacer nada más que sentarse en un rincón y llenarse de cerveza. El alcohol es otro elemento degradante que se ha introducido en la etnia maorí, y que hace auténticos estragos ante una población que está poco acostumbrada a su uso.

La película tiene muchas coincidencias con el cine de Spike Lee, director de origen afroamericano y que en casi todas sus películas nos habla de los problemas raciales y de cómo los negros han tenido que intentar sobrevivir en los barrios más marginales de los Estados Unidos. No sólo porque muchos de los temas parezcan muy semejantes (y las coincidencias entre el pueblo maorí y muchos de los guetos de negros son más que parecidas) sino también por el tratamiento de sus personajes.

Si tenemos al padre de familia que es un auténtico monstruo, y que a duras penas sabe llevar a una familia, en la otra cara de la moneda tenemos al resto de los miembros de la familia, que intentan aclimatarse y sobrevivir de la manera que pueden. La película dignifica el papel de la mujer, como es la esposa, interpretada por Rena Owen y que tiene que aguantar toda la carga familiar (podemos comprobar además el maltrato en una secuencia magnífica que pone los pelos de punta) Es interesante la óptica del director, porque propone una solución muy interesante para que sus personajes puedan seguir adelante.

No traiciona su herencia, sino que pretende rescatar parte de su memoria, para que los maoríes puedan seguir sobreviviendo. No hay que quedarse anclado en el pasado, como personifica en el papel del personaje interpretado por Temuera Morrisson, pero se puede recuperar la memoria para afrontar el presente.

Por este motivo, vemos como la película se pone a favor de ciertas soluciones como el de reforzar los lazos de la comunidad (como hace el hijo mayor de la familia, que se integra en una especie de banda) o recuperar la historia (uno de los hijos aprende en el reformatorio muchas de las tradiciones que había perdido). En todo caso el amor es uno de los pilares básicos para que la familia pueda redimirse, y eso queda bastante claro en la figura de Rena Owen.

Es cierto que la película es bastante rutinaria y que muchas de sus acciones se vienen venir desde lejos, y en este sentido el guión resulta bastante plano. Por otra parte el director cuenta con un reparto totalmente de etnia maorí (muchos no son actores profesionales) que cumple de una manera magistral con el cometido.

Y del director…resulta bastante paradigmática su propia carrera. Lee Tamahori, después del éxito que supuso esta película, que incluso consiguió ganar el premio de mejor ópera prima en el festival de Venecia, se marchó a las Américas para continuar su carrera. Y ahí está, aclimatándose a la industria cinematográfica americana, perdiendo su esencia y creando historias comerciales (dirigiendo películas como la secuela de Triple X) que poco tienen que ver con su primera película. Quizá Tamahori sea el caso más famoso de un Maorí que ha tenido que renunciar a casi todo por seguir sobreviviendo.

http://neokunst.wordpress.com/2013/11/20/guerreros-de-antano/
Kyrios
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20 de enero de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio parece que se reivindica un costumbrismo de machotes en las Antípodas. En esta primera parte, los tópicos, aunque demasiado conocidos, funcionan: Jake el Músculos ganándose el sobrenombre en el bar, el hijo adolescente problemático, la hija tan buena que es de película, un marido que es un encanto pero un desastre en el trabajo, y las juergas que justifican la posible sordidez moral. Y entonces, cuando la trama parece que se va a deslizar por el derrotero de una más sobre bandas, moteros tatuados y violencia vistosa, se produce el giro drástico al infierno y se cambia de tercio. La película se centra en la protagonista y la ilusión se desvanece. Ante nosotros, la tragedia del maltrato doméstico, la marginación social y la degradación moral. Se escenifica así un poderoso drama familiar con unos personajes protagonistas que son también alegorías de dos universos de valores enfrentados: Por una parte, la masculinidad guerrera, totalmente fuera de lugar en nuestra aburrida sociedad sin héroes. Misógina, violenta, hedonista, despreocupada, excesiva, en esta cultura no tienen cabida la vida doméstica, la felicidad conyugal y, allá en el horizonte, la civilización. Por otra parte, como contrapartida, el esplendor del matriarcado: Integrador, amante, irreductible a la maldad sin ambages, respetuoso con lo mejor de la tradición, promotor de la vida familiar y del sedentarismo, uno de los óptimos refugios de la dignidad en nuestra libérrima sociedad abierta y plural, que también podría ser Nueva Zelanda, allá en las antípodas.
Talladal
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