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Harakiri

Drama Un samurái pide permiso para practicarse el Seppuku (o Harakiri), ceremonia durante la cual se quitará la vida abriéndose el estómago al tiempo que otro samurái lo decapitará. Solicita también poder contar la historia que le ha llevado a tomar tan trágica decisión. (FILMAFFINITY)
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Críticas 109
Críticas ordenadas por utilidad
27 de junio de 2017
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13 de Mayo de 1630. Hanshiro Tsugumo, antiguo samurái, llega al castillo del clan Iyi con la intención de hacerse el harakiri y encontrar un padrino para completar el suicidio con la ceremonia del sepuku . Los once años de paz bajo el poder del shogun Tukugawa han hecho que numerosos clanes de señores feudales hayan sido disueltos, como el de Geishu, para el que trabajaba, lo que ha abocado a la miseria a los antiguos guerreros; los más honorables buscan el final adecuado a su condición, otros tan solo utilizan el falso deseo de morir con el honor de un samurái para obtener una limosna con la que subsistir un poco más. Al no estar presentes ninguno de los tres hombres del clan Iyi que Tsugumo propone como padrinos éste comienza a relatar su historia...

Película de Masaki Kobayashi, director muy prolífico, pero no demasiado conocido fuera de su país, al menos no tanto como Kurosawa, Mizoguchi, Ozu o Ichikawa, si bien todo el cine que ha Occidente ha llegado de él demuestra que fue un gran maestro. Con guion de Shinobu Hashimoto (guionista, director y productor cinematográfico, colaborador habitual de Akira Kurosawa), basado en una novela de Yasuhiku Takiguchi, Kobayashi lleva a la gran pantalla una tragedia en la que se nos habla, principalmente, del HONOR (creo que en este caso es preciso escribirlo con mayúsculas) y contra la impostura de este por parte de quienes ostentan el poder, pero no deja de lado por ello, es más, los une a lo anterior, otros deberes y razones del ser humano, como el amor a la familia y la amistad. El maestro Kobayashi, con un estilo pausado, muy cercano al del teatro kabuki, no solo en la puesta en escena, sino también por el perfecto uso que hace, recalcando la acción de cada escena que lo requiere, de la música tradicional, compuesta aquí por Toru Takemitsu (prestigioso compositor tanto de música clásica occidental como de tradicional japonesa e incluso electroacústica, que compuso cerca de cien bandas sonoras para películas, entre ellas las de 'Ran', de Akira Kurosawa y 'Black Rain', de Ridley Scott), consigue crear una auténtica obra maestra con similar estilo épico al de Kurosawa utilizado en filmes de este género.

'Harakiri' compone un todo que no tiene desperdicio, siendo completa en su majestuosidad, de la que también forma parte la interpretación de Tatsuya Nakadai, uno de los actores vivos más laureados y mejor considerados de Japón; Nakadai trabajó mucho con Kobayashi, así como con Kurosawa e Ichikawa.
Juan Ignacio
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14 de septiembre de 2017
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"Ignorar nuestra propia misión, no nos convierte en personas superiores", rezan las lecciones morales en las férreas casas de un Japón feudal completamente asolado por las consecuencias de las guerras civiles a principios del siglo XVII. Es así como Kobayashi enmarca a una rígida sociedad nipona que se debate entre la libertad individual frente al orden establecido, en una pugna constante para discernir entre el deber, lo ético y lo necesario.

Mediante un portentoso manejo de la cámara, Masaki parece decirnos que la historia tiende a repetirse en un bucle constante de vencedores y vencidos, de jerarquía social infranqueable. Destacan los hipnóticos encuadres, el uso del travelling y una fotografía espectacular, para mostrarnos una trama quizás no muy compleja pero que reporta una tensión permanente invitando a la reflexión sobre las cosas que de verdad son importante en nuestras vidas. Poniendo en tela de juicio los códigos ancestrales de honor y dignidad, nos da tiempo a visionar una historia de esperanza, un relato dramático de necesidad y una venganza de la que beberán futuros maestros como Tarantino, aunque solo sea porque rescatar esta cinta para la eternidad, también era una cuestión de honor.
Cineaste
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18 de agosto de 2018
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Por esas casualidades de la vida, me vi en corto espacio de tiempo dos películas japonesas sobre samuráis, ésta “Harakiri” y “El ocaso del samurai”, y es increíble la cantidad de coincidencias que tienen ambas: historias de samuráis hundidos en la pobreza, desplazados de su terreno habitual, lejanos ya los tiempos gloriosos de los clanes, encadenados vitalmente a unos códigos de obediencia hacia sus superiores desproporcionados y desfasados, y con la virtud cinematográfica de ser capaces de mostrarnos personajes sumidos en la miseria que brillan por sus profundas creencias personales sobre el honor y la integridad del individuo. Los personajes se muestran tan humanos que es imposible no acabar padeciendo con ellos.

Realmente la historia de “Harakiri” es bien sencilla e incluso se podría contar en apenas 10 minutos, sería una de esas historias cortas que se usan de modo ejemplarizante para utilizar finalmente su moraleja, pero Kobayashi utiliza un tono pausado y reflexivo, rico en matices, lleno de gestos, con intercambios de diálogos sin tomar ningún atajo, que va calando en el espectador. Es una película eminentemente de palabras, diálogos sólidos y profundos que apenas dejan hueco a las imágenes de los recuerdos narrados por el protagonista. Y lo que más sorprende, es que todo resulta ser una crítica feroz al sistema de clanes y al código obsoleto del samurai en tiempo de paz, basado en una servidumbre absoluta hacia su señor, que lo convierte en un títere que es manejado muchas veces de forma incongruente. Tras las ropas relucientes y los gestos ceremoniosos se esconden samuráis que corresponden a generaciones que nunca han estado en una guerra, y que pregonan discursos sobre el honor sin saber su verdadero significado.
Como occidental siempre me había parecido el acto del harakiri un sinsentido, pero viendo con el tiempo películas de samuráis he llegado a la conclusión de que no sólo era utilizado en casos de faltas extremas del honor, sino también por otras cuestiones que resultaban relativamente banales en comparación al valor que tiene una vida humana. Muchas veces ordenaban harakiris a samuráis cuando el clan caía en deshonra por una derrota o su señor sufría algún desagravio del emperador, menospreciando así sus vidas alejados de su señor y negándoles su individualidad fuera del clan. Era como decirles “sin tu señor tu vida no tiene sentido”.

El protagonista, Hanshiro Tsugumo, enfundado en su kimono sucio y con su aspecto físico desmejorado, brillará en cambio con su determinación entre tanta pose e hipocresía encubierta. Demostrará con su historia que el verdadero honor es hacer en cada momento lo que se considera justo, y afrontar con entereza cada faceta de la vida hasta cuando resulte adversa. La breve pero intensa participación en la historia de su yerno Motome Chijiiwa y sus espadas de bambú, le darán al conjunto una profundidad dramática que cambiará la percepción de todo lo que habíamos visto hasta ese momento.

Los últimos quince minutos de “Harakiri” dan sentido a las dos horas previas, el final del relato de Tsugumo acabará atando los cabos sueltos, hará confluir la historia de su vida con el presente de los que la escuchan, e interpretaremos con un nuevo sentido sus actos y sus intenciones. Una vez que suceda lo inevitable, no sólo sus palabras de reproche hacia el honor ficticio del clan seguirá resonando entre los muros, sino que seremos capaces nosotros mismos de sacar las conclusiones oportunas leyendo el epílogo escrito por el clan Lyi.

Maravillosa.
Orson_
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29 de mayo de 2019
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El Bushido o "Camino del Guerrero" seguido en Japón durante los periodos de las distintas guerras que ha sufrido el país se ve excelentemente reflejado en esta película rodada en un sistema In Extremis (cercano al final) y con gran cantidad de saltos en el tiempo a lo largo del guión (flashbacks).

Presenta una narrativa excelente y muy bien expuesta a lo largo del largometraje. Este ritual ceremonial funerario cobra todo el sentido tras ver los acontecimientos de la trama y pone al espectador en situaciones de cierta grima o asco con suma excelencia y elegancia.

Una película de la que se puede aprender muchísimo sobre este país y su cultura durante la transición de las épocas del Shogunato Tokugawa o Edo a la Restauración Meiji y la progresiva caída de los Samurai.
EnriqueVG
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8 de abril de 2020
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Un título que nos introduce al universo disciplinario de los samuráis. Harakiri es un relato y una oda al orgullo y honor de los samuráis, así como a su voluntad “inquebrantable”. Masaki Kobayashi articula una historia contundente, hipnotizante y abrumadora, construida a partir de diálogos y secuencias de planos -sobre todo la ejecución de los zooms- muy bien elaborados y estructurados. Su evolución es esencial para apelar esa película como un pilar del cine oriental. Harakiri es un viaje a la época de los samuráis, un destino marcado por la muerte y la crueldad.
danillobet
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