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Plácido

Comedia En una pequeña ciudad provinciana, a unas burguesas ociosas se les ocurre la idea de organizar una campaña navideña cuyo lema es: "Siente a un pobre a su mesa". Se trata de que los más necesitados compartan la cena de Nochebuena con familias acomodadas y disfruten del calor y el afecto que no tienen. Plácido ha sido contratado para participar con su motocarro en la cabalgata, pero surge un problema que le impide centrarse en su trabajo: ... [+]
Críticas 131
Críticas ordenadas por utilidad
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10
1 de noviembre de 2012 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué gran película, qué sorpresa ha sido poder ver un cine tan bueno ya en los años sesenta, sin duda, una obra maestra, no he dudado para nada en ponerle un 10.

Un retrato y una crítica de la triste España de posguerra, una España muy parecida a la actual, donde la pobreza es real y donde la riqueza será y es tan arrogante como ha sido, es y será siempre.

La película es simplemente genial, aquí no se libra nadie y todo el mundo que aparece en escena merece una gran crítica, para bien o para mal pero los únicos que aquí tienen un consuelo son los pobres.

Berlanga parece exagerar la arrogancia de los ricos pero no, todo es muy real, esas campañas de ayudas a los pobres son reales, funcionan y existen, esa manera de tratar al pobre, de humillarlo, de utilizarlo, de manejarlo como si tuvieran el poder de hacer cualquier cosa en esta vida como si ellos no se fuesen a morir.

La película es genial y muy triste también pues vemos un retrato muy real de la pobreza en España, una pobreza que cada día se va pareciendo más a la actual y un retrato irónico de la realidad de la burguesía, una gente odiosa y terrible, son peores que un psicópata.

La dirección en genial, es formidable y nada fácil pues la cámara tiene escenas muy largas en un solo plano donde los actores van y vienen con una naturalidad sorprendente.
La película se ve como si nada, es tan divertida que no se siente, está escrita y dirigida como si fuera una farsa en la pantalla y todo se sucede a tal velocidad que es necesario volver a verla una segunda vez para ver la crítica de todos los personajes que aparecen.

Merecen una crítica especial los siguientes personajes: Plácido y su mujer, la organizadora de la campaña, los actores de Madrid, en especial el actor tan premiado en el extranjero, la banda del pueblo que desafina de lo lindo, el jefe del banco, la monjita de los ancianos, el notario y su mujer…cada personaje da lástima…pero es navidad y todo el mundo ha de estar feliz.

Hay una escena muy triste, en el final cuando ya la familia de Plácido llega a casa y se ven retratados en su pobreza…es sin duda, una escena triste y real donde coloca al espectador otra vez más en la realidad y lo aparta de la comedia, una escena dolorosa.

Me ha sorprendido esta película y me ha parecido una joya de nuestro cine, digna de ser estudiada.
10
10 de diciembre de 2012 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película NO es de la posguerra, es actual en el momento que se hizo (1961). Mejor no se la enseñéis a los niños para que sepan lo que fue la posguerra (como piden algunos foreros), porque haréis mal.
Placido siempre me ha parecido la mejor de Berlanga y cuantas más veces la veo (ya serán unas 20), mejor me parece, más cosas le saco y más la disfruto y para mí esa es la señal de que una "peli" trasciende la excelencia para pasar a ser una obra maestra.
A mi, solo me gusta Berlanga (y no siempre), hasta "Tamaño natural", que es una pelmada. Siempre he creído que Berlanga ha sido un director inflado.
Pero Placido lo tiene todo: un guión redondo (que no se nota, como decía Azcona de los guiones buenos: "que la historia fluya sin que se note el guión"); una filigrana de dirección del coro de actores y unos planos secuencia que parecen sacados de la chistera de un mago. La dirección de actores es milimétrica, el elenco es fantástico y Cassen se sale (te lo crees, siempre, hasta en las situaciones más inverosímiles). Es una de esas películas que te abrazan el primer día que las ves y no te sueltan nunca, aliviándote la broma pesada que es la vida (que es para lo que sirven las obras maestras).
JMN
10
24 de diciembre de 2014 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las mejores películas. Debería ser visión obligatoria en todo centro escolar que se precie de serlo. Viva recreación de la España de posguerra y de la pobreza, con un humor negro y acido.
8
2 de noviembre de 2010 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es Nochebuena y el lema es "Siente un pobre a su mesa".

Con esta idea básica empieza la película, de una manera bastante clara y ordenada, cualidades que irá perdiendo poco a poco para que nos metamos de lleno, en un segundo, en la sociedad española de esos años, en los que el caos, el desconcierto, el alboroto, la desorganización, el follón y el jaleo premeditado, que no llevaba a ninguna parte, se convierten en una parte imprescindible del día a día.

En el final, con un sórdido insulto de cierto individuo que reclama una cesta, el director de la película consigue que nos impliquemos aún más, si cabe, en la desgracia de los pobres, desdicha ésta que resulta potenciada por unos ricos ingratos que carecen de herramientas mentales para distinguir entre el precio de las cosas y su valor, y lo inalcanzable y perfectamente imprescindible que resulta para otros, no tan semejantes como deberían serlo. Todos parecen aceptar esta situación, nadie se queja, nadie dice nada, no hay protestas. Y lo peor de todo es que son nuestras raíces.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Plácido es un hombre humilde, incluso demasiado, que hace todo lo posible por contrarrestar su suerte con pequeños trabajillos que le salen a cualquier hora de cualquier día. Está muy preocupado por el pago, a tiempo, de una de las letras de su vehículo, extrañamente curioso.
Un desfile, con algún que otro condecorado, se convierte de repente en lo más importante. Apenas han pasado quince minutos y ya estamos viviendo un descontrol total: las conversaciones se superponen, los intereses individuales quedan relegados a un segundo plano, la gente habla y no dice nada...
Y, luego, vendrá el lío que los Galán, familia rica y distinguida del pueblo, debe resolver. Las marchas nocturnas que tendrán que emprender debido al malestar de uno de los pobres de la campaña, que hasta el momento "marchaba tan bien", se confunden varias veces con los paseos de Plácido y su familia, los ricos y los pobres, una vez más. No falta la hospitalidad, eso sí, pero la Navidad está empezando y ellos aún no han probado bocado.
Poco a poco, la situación se irá mejorando para todos los pudientes, porque , claro está, con la crítica social desmesurada que desborda la película, los más humildes no podían salir demasiado bien parados, reflejo de la cochina realidad de apariencias vacías y no demasiado sutiles: Concheta sufre al perder a su -recién proclamado- marido (¿vosotros no pensásteis que finalmente abriría los ojos, ya en su cama?) y el consuelo que recibe es prácticamente nulo y solo por parte de aquellos que no tenían nada que ver, y Plácido no consigue lo que pretendía hasta el final, pero cosnigue transmitirnos su nerviosismo ansioso durante los 90 minutos que dura.
10
2 de diciembre de 2010 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luís García Berlanga poseía en sí mismo una cosmovisión penetrante de la coyuntura que le había tocado vivir; practicándola en pantalla desde la conjugación de la sátira, lo grotesco y una mala leche estrepitosa y fina al mismo tiempo. Dotado del sentido del humor (Plácido es su más contundente ejemplo) hace respirar comedia y amargura trágica a partes iguales: te desternillas y al volver te quedas frío, te engatusa y la crueldad inherente en el fondo resulta ser un bramido que desvela tal encantamiento.

El primitivo título de la película que nos ocupa: Siente un pobre a su mesa, explicitaba a más no poder todo el tinglado que enmascara el humanismo (intentando desintoxicarse del cinismo inherente del crítico social) propio de la obra berlanguiana: siempre pegada a tierra y a nuestros errores más comunes -vanidad, egocentrismo, intolerancia, falsedad, apariencias, felicidad, violencia- que son sugeridos y remarcados en nuestro subconsciente de espectador como mea culpa silencioso.

Bajo ese eslogan de acto benéfico que resulta ser el subtítulo comentado anteriormente, se nos introduce en un marco provinciano (los maestros que airearon el cine español de la segunda mitad del siglo XX, bien sabían que la ciudad de provincias era un teatro de innumerables posibilidades tragicómicas para mostrar quiénes habíamos sido, éramos y somos) así como un territorio para la comedia y el realismo más condescendiente de patética verdad.

Si cinco años antes (con Los jueves, milagro) el director valenciano había destapado la farsa con una trascendencia mucho menos cercana y tangible, en Plácido, Berlanga sintetiza la aguda crítica social y concentra prodigiosamente los hilos, manejos y maniobras con halo de improvisación, deformándose absolutamente todo cuando la síntesis y el clímax se esconden bajo la inquietante escena del pobre agonizando en casa de un ex-republicano.

Si en la obra maestra del teatro de Valle-Inclán, Luces de bohemia, resulta patético que un ciego (Max Estrella) sea el más clarividente, en Plácido resulta igual de esperpéntico que el más honrado, el que parece sosegar, aliviar y ayudar incansablemente a todos los “animales” perdidos en su propia vorágine cegadora de ego y vanidad, sea el que más necesite.

A visionar, recuperar, revisionar, repetir, reincidir, insistir, y volver a ella siempre que sea necesario. Por algo, seguramente podría ser cuñada, sin ningún tipo de atrevimiento suicida, como la mejor película del cine español.
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