Días de vino y rosas
1962 

8,1
20.497
26 de septiembre de 2012
26 de septiembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo un recuerdo un poco lejano de esta película en bellísimo blanco y negro: recuerdo una fiesta en un yate, muchas disputas, el luminoso de un hotel, una reunión de alcohólicos anónimos y, sobre todo, la escena del invernadero, que me impresionó la primera vez; luego me parecería algo excesiva. Para entonces ya estaba enamorado de Lee Remick, que es la mejor actriz VERDADERAMENTE guapa que ha tenido el cine de los sesenta y setenta. Lemon estaba bien, porque su gesticulación exuberante, propia de la comedia, le iba al pelo a un personaje de alcohólico, especialidad en la que sentó cátedra, ganando por la mano a Ray Milland o Nicholson, por poner dos ejemplos ilustres, pero no a James Mason en Ha nacido una estrella, más sobrio (valga el juego de palabras) e infinitamente más sutil en sus cogorzas. Debe verse con gusto todavía, porque llevaba el sello de la obra bien hecha, aunque esté un pelín lejos de la obra maestra.
17 de febrero de 2013
17 de febrero de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, reconozco que soy de fácil impresión, el cine me conmueve y encoge con facilidad. Lloro, grito y aprieto la mano de cualquiera que sea mi acompañante. Pero... eso no quita que deba decir que ''Días de vino y rosas'' sea pura emoción y desgarre comprimido en casi dos horas de película.
La película empieza rozando la comedia, claro que está que para mí Jack Lemon ya me viene asociado a este género. Es de esos actores que tienen facilidades para hacerme reir... Buenos momentos y ligeras escenas, donde el tercer protagonista ya va dejándose ver una y otra de manera sutil y casi sin importancia. Lee Remick aparece espléndida, un personaje coqueto y divertido (no olvidemos el primer beso, uno de los más divertidos que he visto, sin duda). El personaje de Remick hace un cambio radical en la película, transformándose poco a poco en lo que ella considera que es la esposa perfecta. Ella y él, él y ella, lentamente absorviéndose por el tercer protagonista de la historia, el whisky que antes carecía de importancia, aquel que sólo les acompañaba a cenar y a alguna fiesta (asuntos laborales para él), ahora se ha convertido en algo indispensable para ambos.
Impresionada salí del cine, impresionada me dejó Lemmon en tantas escenas desgarradoras... No creo que sea una película sobre los problemas de alcoholismo, creo que es una película de AMOR, amor en estado puro, y sobretodo, amor propio... aunque no todos lo encontraran.
La película empieza rozando la comedia, claro que está que para mí Jack Lemon ya me viene asociado a este género. Es de esos actores que tienen facilidades para hacerme reir... Buenos momentos y ligeras escenas, donde el tercer protagonista ya va dejándose ver una y otra de manera sutil y casi sin importancia. Lee Remick aparece espléndida, un personaje coqueto y divertido (no olvidemos el primer beso, uno de los más divertidos que he visto, sin duda). El personaje de Remick hace un cambio radical en la película, transformándose poco a poco en lo que ella considera que es la esposa perfecta. Ella y él, él y ella, lentamente absorviéndose por el tercer protagonista de la historia, el whisky que antes carecía de importancia, aquel que sólo les acompañaba a cenar y a alguna fiesta (asuntos laborales para él), ahora se ha convertido en algo indispensable para ambos.
Impresionada salí del cine, impresionada me dejó Lemmon en tantas escenas desgarradoras... No creo que sea una película sobre los problemas de alcoholismo, creo que es una película de AMOR, amor en estado puro, y sobretodo, amor propio... aunque no todos lo encontraran.
15 de junio de 2013
15 de junio de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trascender es el verbo que define esta película. Trascender desde un medio, desde una narración hasta encresparse en la vida de uno y trasmutarla.
¿Cuantas veces no habremos colmatado nuestras noches entre los efluvios de esa perversa legalidad alcoholica? ¿Cuantas veces no nos habremos reído y llamado campeón a ese amigo que bebía noche tras noche con un riñón a prueba de bombas? ¿Cuantas veces no hemos celebrado, reido, festejado y peleado bajo su influencia, mientras besabamos el cuello de cristal y nos vanagloriabamos? Y de repente pasan los años y uno ve a aquellos amigos, aun bebiendo, cada vez más, menos divertidos, más taciturnos, reuniéndose con el único objeto de beber, abrazados a una falsa sensación de camaraderia. Y cada vez más agresivos, más tristes, más atrapados. Y uno piensa, cuando tanta felicidad se trasformó en tanta miseria.
Y allí aparece esta película, que explica tanto con tan poco. Y uno, con el corazón encogido, recuerda a tantos examigos, a tantas noches que mejor fuese borrar. Y esos tragos que jamás volverán a ser los mismos.
La película funciona. Por que de esa dulzura bien considerada, de esa sociedad que tan normal ve el alcohol, de esa pareja que como un juego se va sumergiendo, pasa sin abruptos giros a lo que va suponiendo caer. Y la sonrisa que antes nos afloraba se va trasformando en espanto, puro y duro.
Curioso ver como se va narrando todos los miles de actos cotidianos en donde beber parece una obligación para los personajes. Desde el trabajo de organizar fiesta, a la manera de ligar (con alcohol) a la manera de hacer negocios (en una barbacoa con todo el Whisky que se quiera, como dice uno de los personajes). Curioso ver como un fantástico Jack Lemon de repente se comienza a dar cuenta de sus problemas, y aún más inquietante es el personaje de Lee Remick... que tanto, personalmente, a mi me ha marcado.
Visión obligada...
¿Cuantas veces no habremos colmatado nuestras noches entre los efluvios de esa perversa legalidad alcoholica? ¿Cuantas veces no nos habremos reído y llamado campeón a ese amigo que bebía noche tras noche con un riñón a prueba de bombas? ¿Cuantas veces no hemos celebrado, reido, festejado y peleado bajo su influencia, mientras besabamos el cuello de cristal y nos vanagloriabamos? Y de repente pasan los años y uno ve a aquellos amigos, aun bebiendo, cada vez más, menos divertidos, más taciturnos, reuniéndose con el único objeto de beber, abrazados a una falsa sensación de camaraderia. Y cada vez más agresivos, más tristes, más atrapados. Y uno piensa, cuando tanta felicidad se trasformó en tanta miseria.
Y allí aparece esta película, que explica tanto con tan poco. Y uno, con el corazón encogido, recuerda a tantos examigos, a tantas noches que mejor fuese borrar. Y esos tragos que jamás volverán a ser los mismos.
La película funciona. Por que de esa dulzura bien considerada, de esa sociedad que tan normal ve el alcohol, de esa pareja que como un juego se va sumergiendo, pasa sin abruptos giros a lo que va suponiendo caer. Y la sonrisa que antes nos afloraba se va trasformando en espanto, puro y duro.
Curioso ver como se va narrando todos los miles de actos cotidianos en donde beber parece una obligación para los personajes. Desde el trabajo de organizar fiesta, a la manera de ligar (con alcohol) a la manera de hacer negocios (en una barbacoa con todo el Whisky que se quiera, como dice uno de los personajes). Curioso ver como un fantástico Jack Lemon de repente se comienza a dar cuenta de sus problemas, y aún más inquietante es el personaje de Lee Remick... que tanto, personalmente, a mi me ha marcado.
Visión obligada...
13 de enero de 2014
13 de enero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los más memorables films que haya dedicado Hollywood al alcoholismo, quizás el más importante e imperecedero junto al "Días sin huella" (1945) del maestro Billy Wilder.
Retrato de una pareja de alcohólicos que comienzan a beber por "cuestión social" (él es relaciones públicas y ella le acompaña) y que acabarán metiéndose en las más profundas huellas del alcohol: la subversión familiar, la autodegradación y la semilocura en un proceso conducente a un estado de inconsciencia alcohólica aún más peligroso que el propio hecho de beber.
La película, que comienza como una de esas clásicas comedias guatequeras de Edwards va paulatina y sólidamente adentrándose en el drama hasta hacerse un desasosegante y sobresaliente estudio de los dos personajes principales, con un final lleno de escepticismo y tristeza.
Película en sí ya magnífica, es una obra maestra por el recital interpretativo simplemente: un Jack Lemmon genial, demostrando una vez más su colosal ambivalencia interpretativa que le hacen ser el más divertido y mejor actor de comedia junto al más consistentemente actor dramático de su generación; y Remick, formidable y para nada abrumada por el talento de Lemmon y Bickford, un secundario también majestuoso para una película imperecedera, realista, a la que hay que volver una y mil veces.
Retrato de una pareja de alcohólicos que comienzan a beber por "cuestión social" (él es relaciones públicas y ella le acompaña) y que acabarán metiéndose en las más profundas huellas del alcohol: la subversión familiar, la autodegradación y la semilocura en un proceso conducente a un estado de inconsciencia alcohólica aún más peligroso que el propio hecho de beber.
La película, que comienza como una de esas clásicas comedias guatequeras de Edwards va paulatina y sólidamente adentrándose en el drama hasta hacerse un desasosegante y sobresaliente estudio de los dos personajes principales, con un final lleno de escepticismo y tristeza.
Película en sí ya magnífica, es una obra maestra por el recital interpretativo simplemente: un Jack Lemmon genial, demostrando una vez más su colosal ambivalencia interpretativa que le hacen ser el más divertido y mejor actor de comedia junto al más consistentemente actor dramático de su generación; y Remick, formidable y para nada abrumada por el talento de Lemmon y Bickford, un secundario también majestuoso para una película imperecedera, realista, a la que hay que volver una y mil veces.
17 de febrero de 2015
17 de febrero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas famosas que están a la altura de su leyenda o no lo están. Esta sí lo está y con razón.
No sé cuantas pelis tratan el tema del alcoholismo, pero dudo mucho que las cintas que haya dudo mucho que traten de una forma tan cruda y realista este tema y con dos interpretaciones colosales de Jack Lemmon y una guapísima Lee Remick. Y como la película va evolucionando convirtiéndose poco a poco en una sucesión de situaciones abominables hasta su final.
Pienso que una de las mayores virtudes de 'Días de vino y rosas' radica en su sencillez y crudeza a la hora de relatar esta adicción que aún sigue causando estragos hoy en día; si no fuera tan cruda ni hubiera sido tan buena ni podría haber sido utilizada como película para enseñar, porque ese es el valor añadido que tiene. Es una cinta para enseñar, enseñar que el peligro puede estar en una aparentemente inofensiva botella de bebida alcohólica, y que a veces la frase de "yo controlo" solo sea un auto-engaño.
Fuera de enseñanzas morales, artísticamente es soberbia. Guión directo, con algunas escenas tremendas como la búsqueda de la botella en el invernadero o el amable principio, que hubiera perdido algo de efectividad si no llega a ser por los trabajos de Lemmon y Remick que realizan unas actuaciones impresionantes. El final para sus personajes puede debatirse si es justo o no para ellos, pero yo pienso que este final es el mejor y es necesario.
Una lección de cine y una lección de vida.
No sé cuantas pelis tratan el tema del alcoholismo, pero dudo mucho que las cintas que haya dudo mucho que traten de una forma tan cruda y realista este tema y con dos interpretaciones colosales de Jack Lemmon y una guapísima Lee Remick. Y como la película va evolucionando convirtiéndose poco a poco en una sucesión de situaciones abominables hasta su final.
Pienso que una de las mayores virtudes de 'Días de vino y rosas' radica en su sencillez y crudeza a la hora de relatar esta adicción que aún sigue causando estragos hoy en día; si no fuera tan cruda ni hubiera sido tan buena ni podría haber sido utilizada como película para enseñar, porque ese es el valor añadido que tiene. Es una cinta para enseñar, enseñar que el peligro puede estar en una aparentemente inofensiva botella de bebida alcohólica, y que a veces la frase de "yo controlo" solo sea un auto-engaño.
Fuera de enseñanzas morales, artísticamente es soberbia. Guión directo, con algunas escenas tremendas como la búsqueda de la botella en el invernadero o el amable principio, que hubiera perdido algo de efectividad si no llega a ser por los trabajos de Lemmon y Remick que realizan unas actuaciones impresionantes. El final para sus personajes puede debatirse si es justo o no para ellos, pero yo pienso que este final es el mejor y es necesario.
Una lección de cine y una lección de vida.
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