Plácido
1961 

8,1
21.437
Comedia
En una pequeña ciudad provinciana, a unas burguesas ociosas se les ocurre la idea de organizar una campaña navideña cuyo lema es: "Siente a un pobre a su mesa". Se trata de que los más necesitados compartan la cena de Nochebuena con familias acomodadas y disfruten del calor y el afecto que no tienen. Plácido ha sido contratado para participar con su motocarro en la cabalgata, pero surge un problema que le impide centrarse en su trabajo: ... [+]
21 de diciembre de 2011
21 de diciembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine español de cualquier periodo no goza en general de una gran consideración, pero conviene recordar que en nuestra cinematografía existen títulos que no tienen nada que envidiar y sí mucho que enseñar al compararlos con las mejores obras realizadas en paises con una tradición y una industria cinematográficas sensiblemente mayores. Sin duda uno de estos títulos es Plácido.
2 de enero de 2015
2 de enero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joya indiscutible de nuestro cine. Se produce en “Plácido” una acumulación de genio patrio como pocas veces se ha visto: Berlanga a los mandos, Azcona en el guión, y un reparto de campanillas encabezado por el entrañable Cassen y el irrepetible López Vázquez. Semejante reunión de talentos no podía sino dar a luz una obra maestra como la que nos ocupa.
Con ecos evidentes del neorrealismo italiano en su vertiente más chocarrera y un embriagador aroma surrealista del que ya advierten unos títulos de crédito sencillamente maravillosos, Berlanga y compañía dan rienda suelta a su sentido del humor, negro como la pez, su corrosiva mala baba y su cinismo implacable para retratar una nochebuena tan terrorífica como hilarante.
“Plácido” constituye una crítica feroz a la doble moral, la falsa mala conciencia y el culto de la apariencia tan arraigados en países de tradición católica como el nuestro. Se trata además de un ejemplo palmario de la admirable habilidad para sortear la censura –por zopenca y corta de miras que, con la perspectiva que da el tiempo, hoy día nos resulte- desarrollada por los cineastas –y artistas en general- que optaron por permanecer en el devastado suelo español y ahorrarse el duro pan del exilio a cambio de una libertad creativa limitada –denodadamente cercenada- pero, qué duda cabe, inmejorablemente aprovechada.
Todo en este film raya a una altura inaudita, desde un elenco que, además de los mencionados Cassen y López Vázquez, incluye a lo más granado de nuestros cómicos –Manuel Alexandre, Agustín González, Luis Ciges, Antonio Ferrandis-, hasta la portentosa dirección de Berlanga, en la que sobresalen los consabidos planos-secuencia, larguísimos y multitudinarios, prodigio cinematográfico al que muy pocos –nadie- se atreverían hoy. Todo ello pasando, ni que decir tiene, por la afiladísima -y afinadísima- pluma de Rafael Azcona, responsable de algunos de los mejores libretos llevados a la pantalla en este país.
“Plácido” es, en fin, un auténtico milagro navideño, una cinta que debería programarse en tan entrañables fechas con la misma insistencia, o más, que la bienintencionada –ojo, no por ello menos valiosa- “It´s a Wonderful Life” (Qué bello es vivir, 1946). Supondría un contraste interesante y una útil carga de profundidad con la que sacar a flote unas cuantas de las muchas hipocresías que suelen perpetrarse en nombre del manoseado espíritu de la navidad.
Con ecos evidentes del neorrealismo italiano en su vertiente más chocarrera y un embriagador aroma surrealista del que ya advierten unos títulos de crédito sencillamente maravillosos, Berlanga y compañía dan rienda suelta a su sentido del humor, negro como la pez, su corrosiva mala baba y su cinismo implacable para retratar una nochebuena tan terrorífica como hilarante.
“Plácido” constituye una crítica feroz a la doble moral, la falsa mala conciencia y el culto de la apariencia tan arraigados en países de tradición católica como el nuestro. Se trata además de un ejemplo palmario de la admirable habilidad para sortear la censura –por zopenca y corta de miras que, con la perspectiva que da el tiempo, hoy día nos resulte- desarrollada por los cineastas –y artistas en general- que optaron por permanecer en el devastado suelo español y ahorrarse el duro pan del exilio a cambio de una libertad creativa limitada –denodadamente cercenada- pero, qué duda cabe, inmejorablemente aprovechada.
Todo en este film raya a una altura inaudita, desde un elenco que, además de los mencionados Cassen y López Vázquez, incluye a lo más granado de nuestros cómicos –Manuel Alexandre, Agustín González, Luis Ciges, Antonio Ferrandis-, hasta la portentosa dirección de Berlanga, en la que sobresalen los consabidos planos-secuencia, larguísimos y multitudinarios, prodigio cinematográfico al que muy pocos –nadie- se atreverían hoy. Todo ello pasando, ni que decir tiene, por la afiladísima -y afinadísima- pluma de Rafael Azcona, responsable de algunos de los mejores libretos llevados a la pantalla en este país.
“Plácido” es, en fin, un auténtico milagro navideño, una cinta que debería programarse en tan entrañables fechas con la misma insistencia, o más, que la bienintencionada –ojo, no por ello menos valiosa- “It´s a Wonderful Life” (Qué bello es vivir, 1946). Supondría un contraste interesante y una útil carga de profundidad con la que sacar a flote unas cuantas de las muchas hipocresías que suelen perpetrarse en nombre del manoseado espíritu de la navidad.
25 de diciembre de 2015
25 de diciembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Plácido Alonso (Cassen) se acaba de comprar una motocarro y el día de Nochebuena cumple el vencimiento del pago de su primera letra. Se encuentra angustiado por reunir el dinero del importe del efecto mientras forma parte de una caravana benéfica que, creada por unas damas de la caridad de una ciudad de provincias (el rodaje se llevó a cabo, en su mayor parte, en Manresa) donde transcurre la acción, va a subastar en el casino de dicha localidad la compañía de señoritas supuestamente famosas del mundo del espectáculo en la cena de esa noche, al tiempo que las debe acompañar, a cada una de ellas, un pobre o un anciano del asilo del municipio. Gabino Quintanilla (José Luis López Vázquez) le acompaña como encargado de la caritativa comitiva y tratando de resolver cuanto incidente se presente, que no serán pocos.
Sexta película dirigida por Luis García Berlanga y primera de las siete colaboraciones con él, en el guion, de Rafael Azcona. 'Placido' (la censura no dejó que el título fuera 'Siente un pobre a su mesa') resultó nominada al óscar de mejor película en lengua no inglesa y participó en el Festival de Cannes.
Luis García Berlanga en esta película coral, 'Bienvenido, Mister Marshall' y 'Los jueves milagro', ya lo habían sido, utiliza por primera vez el plano secuencia, característica que desde entonces sería afín a su cine.
'Plácido' es una comedia negra que con un ritmo extraordinario, que no decae en ningún momento, llevado por el ir y venir del motocarro del personaje protagonista. Con acidez traza esta sátira sobre la vida angustiada por la falta de dinero de una gran parte de la sociedad y la vida inane de los ricos hipócritas, consiguiendo de esa manera, con tan gran ejercicio de dirección, pleno de buena técnica y buen pulso, y con una gran interpretación en su conjunto, que sea, sin lugar a dudas, una de las cimas más altas del cine español.
Sexta película dirigida por Luis García Berlanga y primera de las siete colaboraciones con él, en el guion, de Rafael Azcona. 'Placido' (la censura no dejó que el título fuera 'Siente un pobre a su mesa') resultó nominada al óscar de mejor película en lengua no inglesa y participó en el Festival de Cannes.
Luis García Berlanga en esta película coral, 'Bienvenido, Mister Marshall' y 'Los jueves milagro', ya lo habían sido, utiliza por primera vez el plano secuencia, característica que desde entonces sería afín a su cine.
'Plácido' es una comedia negra que con un ritmo extraordinario, que no decae en ningún momento, llevado por el ir y venir del motocarro del personaje protagonista. Con acidez traza esta sátira sobre la vida angustiada por la falta de dinero de una gran parte de la sociedad y la vida inane de los ricos hipócritas, consiguiendo de esa manera, con tan gran ejercicio de dirección, pleno de buena técnica y buen pulso, y con una gran interpretación en su conjunto, que sea, sin lugar a dudas, una de las cimas más altas del cine español.
3 de agosto de 2016
3 de agosto de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madrid, 24 de Diciembre de 1960. Once de la noche.
Ajeno a los villancicos y petardazos que suenan repetidamente en las adornadas calles del foro, Luis García Berlanga descansa en su confortable sofá de escay último modelo mientras repasa los detalles del inminente rodaje de su película Plácido, cuando de repente unos golpes secos en la puerta le alejan de su ensimismamiento.
—¿Qué demonios...?—exclama Don Luis demostrando su afición al cine norteamericano mientras se levanta contrariado.
—¡¡Abra!!, ¡¡Abra la puerta!!—gritan desde fuera.
—¿Y quién coño es usted para darme ordenes si puede saberse?
—Soy... LA CENSURA.
Don Luis siente como se le erizan los pelos del cogote, y abre la puerta forzando una sonrisa.
—Perdone, pase, pase usted, adelante, no le esperaba tan pronto.
—Nunca descansamos, ni siquiera en Navidad, debería saberlo.
—Siéntese por favor, ¿le apetece algo?
—Un sol y sombra sin hielo estaría bien—responde la censura. Una vez sentada, comienza a sacar de su maletín numerosos folios que extiende sobre la mesa con gesto adusto.—Muy bien, así que es usted Berlanga, ¿eh?, ya tenía yo ganas de conocerle en persona, que sepa usted que no voy a pasarle ni una, aquí no nos chupamos el dedo, ¿qué se cree?, ¿que no me di cuenta de su crítica encubierta al Régimen en Bienvenido Mister Marsal?, tiene suerte de que yo no estuviera en el cuerpo entonces.
—Perdone, pero es Marshall, con h y dos eles—contesta Berlanga apoyando con cuidado el sol y sombra en la mesa.
—¿De qué coño habla usted?, esto es una conversación privada, ¡qué más da!, nadie va a transcribirlo.
—Claro, que tontería, discúlpeme.
—En fin, cuénteme los detalles de ese aborto que está pergeñando, estoy como loco por estrenar mis tijeras nuevas.
—Puessss—Don Luis se rasca un poco la barbilla, meditabundo, por fin continúa—No tiene nada que temer, ya he madurado, nada de mensajes ocultos, nada de sutil ironía, en esta película hablo sobre la Navidad, precisamente.
La censura parece sorprendida.
—No me diga, vaya sorpresa, y cuente cuente, ¿habla usted sobre la caridad cristiana?, ¿sobre dar de comer al hambriento?, ¿sobre el espíritu navideño?
—Ahí me ha dao, pues sí, precisamente la trama gira en torno a una cabalgata benéfica a favor de los pobres. Verá, la gente de más dinero invita a cenar en Nochebuena a los más necesitados.
La censura empieza a cambiar su rostro serio por uno de complicidad.
—Eso me gusta, muy bien hecho, gente de clase alta demostrando su generosidad sin límites para esos muertos de hambre, supongo que la nobleza será tratada en la película como se merece su rango y condición.
—Tendrán lo que merecen, exacto.
—Perfecto, eso me gusta, ¿qué más?
—Bueno, el protagonista es un humilde padre de familia que gracias a la ayuda desinteresada de unos diversos personajes conseguirá que no le protesten una letra de cambio.
—¡¡Bravo!!, afán de superación, ayuda generosa del prójimo, un abnegado padre de familia como protagonista, me encanta, así se hace cine español del de verdad, me está usted sorprendiendo, no lo niego. ¿Y cuáles son esos diversos personajes?
—Pues gente que se dedica en la película a ayudar al protagonista, que si un banquero, que si un notario, que si los empleados del notario, que si un organizador del festejo, que si una marquesa, en fin...
—Y todos entregados a la ayuda al prójimo, me encanta, igualito que en Qué bello es vivir, ¿la ha visto?, ¡ah!, ese Capra es un genio, no hay manera de meter la tijera por ningún lado.
—Pues sí, viene a ser más o menos Qué bello es vivir, pero a la española.
—¿Y hay alguna historia de amor?, ya sabe que eso siempre tiene tirón.
—Pues sí, hay incluso una boda, pero la verdad es que no duran mucho de casados.
—¿Se separan?, eso es inadmisible.
—No, no, qué va, él se muere.
—¡Ah!, eso está mejor, mucho mejor.
—Me alegro que se alegre.
—Pues no se hable más, tiene usted mis bendiciones, amigo Luis, y espero poder presenciar en vivo algún día de rodaje.
—¡¡Cómo no, por Dios!!, eso está hecho, y hablando de todo un poco, verá, tengo un guión sobre la guerra civil en tono de comedia que no hay manera de que no me lo echen para atrás, verá, resulta que hay una vaquilla en la zona nacional...
—¿Cómo?, ¿en tono de comedia?, para eso señor mío tendrá que esperar algunos años, me temo mucho que mientras siga el Régimen...
—Sí claro, así estamos de delgados—murmura Don Luis.
—¿Cómo dice usted?
—No, nada.
Al fin la censura recoge sus folios, se levanta de la silla y juntos caminan hacia la puerta. Antes de marcharse sentencia:
—Venía aquí a condenar a un hereje y en su lugar he encontrado al redentor, ¡¡¡una película navideña, como Qué bello es vivir!!! me ha emocionado usted, ¡¡a mis brazos Don Luis!!
Ambos se funden en un abrazo y Don Luis puede notar a través de la tela de la chaqueta de la censura el frío acero de la tijera que descansa dentro del bolsillo de su camisa. Se estremece.
Finalmente la censura interrumpe el largo abrazo y con una enorme sonrisa sale caminando hasta perderse entre la multitud que continúa cantando villancicos.
Un reloj suena, son las doce de la noche.
Berlanga entonces resopla aliviado y sonríe, con una pícara sonrisa aún más enorme que la de la censura.
Luego da media vuelta y entra en casa, aún hay mucho que hacer.
Y que esconder…
Ajeno a los villancicos y petardazos que suenan repetidamente en las adornadas calles del foro, Luis García Berlanga descansa en su confortable sofá de escay último modelo mientras repasa los detalles del inminente rodaje de su película Plácido, cuando de repente unos golpes secos en la puerta le alejan de su ensimismamiento.
—¿Qué demonios...?—exclama Don Luis demostrando su afición al cine norteamericano mientras se levanta contrariado.
—¡¡Abra!!, ¡¡Abra la puerta!!—gritan desde fuera.
—¿Y quién coño es usted para darme ordenes si puede saberse?
—Soy... LA CENSURA.
Don Luis siente como se le erizan los pelos del cogote, y abre la puerta forzando una sonrisa.
—Perdone, pase, pase usted, adelante, no le esperaba tan pronto.
—Nunca descansamos, ni siquiera en Navidad, debería saberlo.
—Siéntese por favor, ¿le apetece algo?
—Un sol y sombra sin hielo estaría bien—responde la censura. Una vez sentada, comienza a sacar de su maletín numerosos folios que extiende sobre la mesa con gesto adusto.—Muy bien, así que es usted Berlanga, ¿eh?, ya tenía yo ganas de conocerle en persona, que sepa usted que no voy a pasarle ni una, aquí no nos chupamos el dedo, ¿qué se cree?, ¿que no me di cuenta de su crítica encubierta al Régimen en Bienvenido Mister Marsal?, tiene suerte de que yo no estuviera en el cuerpo entonces.
—Perdone, pero es Marshall, con h y dos eles—contesta Berlanga apoyando con cuidado el sol y sombra en la mesa.
—¿De qué coño habla usted?, esto es una conversación privada, ¡qué más da!, nadie va a transcribirlo.
—Claro, que tontería, discúlpeme.
—En fin, cuénteme los detalles de ese aborto que está pergeñando, estoy como loco por estrenar mis tijeras nuevas.
—Puessss—Don Luis se rasca un poco la barbilla, meditabundo, por fin continúa—No tiene nada que temer, ya he madurado, nada de mensajes ocultos, nada de sutil ironía, en esta película hablo sobre la Navidad, precisamente.
La censura parece sorprendida.
—No me diga, vaya sorpresa, y cuente cuente, ¿habla usted sobre la caridad cristiana?, ¿sobre dar de comer al hambriento?, ¿sobre el espíritu navideño?
—Ahí me ha dao, pues sí, precisamente la trama gira en torno a una cabalgata benéfica a favor de los pobres. Verá, la gente de más dinero invita a cenar en Nochebuena a los más necesitados.
La censura empieza a cambiar su rostro serio por uno de complicidad.
—Eso me gusta, muy bien hecho, gente de clase alta demostrando su generosidad sin límites para esos muertos de hambre, supongo que la nobleza será tratada en la película como se merece su rango y condición.
—Tendrán lo que merecen, exacto.
—Perfecto, eso me gusta, ¿qué más?
—Bueno, el protagonista es un humilde padre de familia que gracias a la ayuda desinteresada de unos diversos personajes conseguirá que no le protesten una letra de cambio.
—¡¡Bravo!!, afán de superación, ayuda generosa del prójimo, un abnegado padre de familia como protagonista, me encanta, así se hace cine español del de verdad, me está usted sorprendiendo, no lo niego. ¿Y cuáles son esos diversos personajes?
—Pues gente que se dedica en la película a ayudar al protagonista, que si un banquero, que si un notario, que si los empleados del notario, que si un organizador del festejo, que si una marquesa, en fin...
—Y todos entregados a la ayuda al prójimo, me encanta, igualito que en Qué bello es vivir, ¿la ha visto?, ¡ah!, ese Capra es un genio, no hay manera de meter la tijera por ningún lado.
—Pues sí, viene a ser más o menos Qué bello es vivir, pero a la española.
—¿Y hay alguna historia de amor?, ya sabe que eso siempre tiene tirón.
—Pues sí, hay incluso una boda, pero la verdad es que no duran mucho de casados.
—¿Se separan?, eso es inadmisible.
—No, no, qué va, él se muere.
—¡Ah!, eso está mejor, mucho mejor.
—Me alegro que se alegre.
—Pues no se hable más, tiene usted mis bendiciones, amigo Luis, y espero poder presenciar en vivo algún día de rodaje.
—¡¡Cómo no, por Dios!!, eso está hecho, y hablando de todo un poco, verá, tengo un guión sobre la guerra civil en tono de comedia que no hay manera de que no me lo echen para atrás, verá, resulta que hay una vaquilla en la zona nacional...
—¿Cómo?, ¿en tono de comedia?, para eso señor mío tendrá que esperar algunos años, me temo mucho que mientras siga el Régimen...
—Sí claro, así estamos de delgados—murmura Don Luis.
—¿Cómo dice usted?
—No, nada.
Al fin la censura recoge sus folios, se levanta de la silla y juntos caminan hacia la puerta. Antes de marcharse sentencia:
—Venía aquí a condenar a un hereje y en su lugar he encontrado al redentor, ¡¡¡una película navideña, como Qué bello es vivir!!! me ha emocionado usted, ¡¡a mis brazos Don Luis!!
Ambos se funden en un abrazo y Don Luis puede notar a través de la tela de la chaqueta de la censura el frío acero de la tijera que descansa dentro del bolsillo de su camisa. Se estremece.
Finalmente la censura interrumpe el largo abrazo y con una enorme sonrisa sale caminando hasta perderse entre la multitud que continúa cantando villancicos.
Un reloj suena, son las doce de la noche.
Berlanga entonces resopla aliviado y sonríe, con una pícara sonrisa aún más enorme que la de la censura.
Luego da media vuelta y entra en casa, aún hay mucho que hacer.
Y que esconder…
5 de marzo de 2020
5 de marzo de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El argumento de Plácido no es más que una gran excusa para que Berlanga haga un retrato desde un punto de vista muy personal de un momento de la historia de España (quizá de la humanidad entera). No nos importa demasiado que el personaje que interpreta Cassen logre o no su objetivo mientras el ojo crítico de Berlanga lo persigue por los distintos estratos sociales: los ricos, los pobres, los trabajadores, los empresarios, los pícaros, los desahuciados, la iglesia, los artistas, la prensa... Sin embargo hay alguna pequeña trampa en todo este recorrido pues el punto de vista de la narración no es siempre el personaje de Plácido. Hay escenas en las que no aparece o aparece después de la presentación de la escena y sus personajes. Esto le resta a Plácido algo de fuerza y protagonismo, cuando es sin duda el personaje principal de la película (incluso da el título a la misma) y la motivación inicial del argumento: el pago de la letra de su carromato. Al hacer esto (es un recurso de dirección) Berlanga desplaza intencionadamente la atención del espectador hacia los asuntos que le interesa mostrar a él, esta mirada incisiva sobre las desigualdades sociales, la hipocresía, la falsa caridad, las apariencias, la crueldad, el cinismo, etc. Muchos dicen que es una crítica social más bien política hacia el régimen franquista pero no es así, es aún peor. Berlanga no deja títere con cabeza: el egoísmo se muestra presente en casi todos los personajes, que van a lo suyo, a su asunto, incluyendo al mismo Plácido y su familia. No se salvan del egoísmo (egoísmo tal vez obligado por el hambre, aunque no deja de ser egoísmo) ni los pobres pese a sus duras circunstancias (atención a la triste, dura y tragicómica penúltima secuencia, donde la sonrisa se te congela en la boca, en la que no sabes si reír o llorar). Es un retrato cruel y pesimista del ser humano y por eso, pese a que todos los personajes logran sus objetivos, deja al terminar un regusto amargo en la boca, subrayado por el villancico final. Por eso en Plácido no te acabas riendo a carcajadas de la miseria de sus personajes como en otras películas de Berlanga, no es una comedia al uso sino una crítica feroz y despiadada maquillada con algunos chistes que no desvirtúan su esencia.
A nivel formal es espléndida la puesta en escena, el barullo que logra siempre Berlanga en sus planos-secuencia a los que va añadiendo personajes con un ritmo muy natural y ágil.
El mérito lo comparte por supuesto con el guion que escribe junto a Azcona.
Una obra maestra del cine que merece varios visionados.
A nivel formal es espléndida la puesta en escena, el barullo que logra siempre Berlanga en sus planos-secuencia a los que va añadiendo personajes con un ritmo muy natural y ágil.
El mérito lo comparte por supuesto con el guion que escribe junto a Azcona.
Una obra maestra del cine que merece varios visionados.
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