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La librería

Drama En un pequeño pueblo de la Inglaterra de 1959, una joven mujer decide, en contra de la educada pero implacable oposición vecinal, abrir la primera librería que haya habido nunca en esa zona. (FILMAFFINITY)
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Críticas 100
Críticas ordenadas por utilidad
28 de septiembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La Librería”, de la directora española Isabel Coixet, es una película preciosa, realizada por amor a los libros, verdaderas ventanas para explorar el mundo.

Que polémico puede tener abrir una librería, como puede generar envidia en los poderosos abrir una para que la gente pueda descubrir otros mundos en una época donde la radio y los periódicos eran el único referente. Es la premisa que tiene este correcto film de la española Isabel Coixet, que se basa en la novela de Penélope Fitzgerald. En ella retrata la vida de un pequeño poblado inglés que se ve convulsionado ante los deseos de una mujer viuda y foránea llamada Florence, que quiere cumplir el sueño de tener su propia librería para que los habitantes del pueblo se motiven en leer y se acerquen más a la cultura, hecho que molesta a algunos personajes de esferas de poder que se no quieren perder el control sobre los otros habitantes.
Coixet arma un puzle con un relato sin vértigo, detallista con un arte destacado en cada cuadro que ves en pantalla. A medida que trascurren los minutos la cinta te va atrapando con su personaje central que es tranparente y bien intencionado, que no tiene dentro de sus objetivos deseos alturistas de ser un referente cultural sino mas bien difundir su pasión por la lectura armando esta librería que desde sus inicios presenta múltiples obstáculos y desafíos a los cuales sobreponerse.
El personaje es valiente y utiliza este amor a la lectura como una excusa para hablar de los humanos, sueños, incluso la oscuridad del alma humana y la envidia. Este personaje que vive un duelo decide florecer, asomarse al mundo nuevamente y reinvindicarse como una mujer determinada y empoderada donde todo costada el doble, es un personaje muy querido y entrañable que cuesta no sentir empatía y dolor cuando todo no va como desea.
Deambulan por esta historia diversos personajes solitarios, presos de los rumores de pueblo pequeño lo que hace que muchos busquen albergue en la lectura. “Entre libros no te puede sentir solo”, es muy cierta esta frase que nos invita a mirar ese estado con un poco más de optimismo y pureza de una época de post guerra que habían sufrido muchos países de Europa
La cinta es protagonizada por la actriz inglesa Emily Mortimer, da el tono preciso al personaje retratando a Florence con una intrigante mezcla de inseguridad social y determinación tranquila, impulsada en su búsqueda de un sueño que debería ser perfectamente alcanzable pero que los obstáculos aumentan, Florence se transforma a poco andar en un verdadero oasis de cordura entre los personajes de ese pequeño pueblo que tienen reacciones muy diversas ante el poder.
Hoy cuando hay libros digitales, internet, televisión e impuestos, que cada vez marginan al querido libro, aparece esta película que ganó un Goya para acudir a su rescate, para recordarnos ese amor que sientes al haber leído una buena novela que devoraste sin parar, ese objeto que ha perdido un espacio fundamental que siempre gozo de privilegios y que esta cinta románticamente nos recuerda el amor por los libros que esta implícito en cada segundo del metraje.
David Lizana Barros
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15 de febrero de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La librería es un ejemplo perfecto de como hacer una buena película y como contar una historia sencilla en dos horas y que resulte interesante. La directora Isabel Coixet consigue atrapar desde los primeros fotogramas aportándonos pequeñas historias que se cruzan, relatadas con precisión y sensibilidad haciendo de este film un ejercicio cinematográfico impecable.

Emily Morimer actúa muy bien y su interpretación de viuda emprendedora en una época donde eso era una combinación ardua y difícil. La lucha de clases, una mujer luchando contra el machismo de otras mujeres y de fondo los libros, protagonistas secundarios de esta sensible historia.
Patricia Clarkson tiene un físico muy parecido a Helen Mirren, pensé que era la actriz británica la que hacia esta magnifica interpretación de villana, de nemesis de nuestra protagonista.
Recientemente he visto otra película donde aparecía Bill NIghy y ciertamente tiene un físico que impone en cualquier papel de hombre distinguido y elegante.

Un reparto de lujo para la catalana, que es en mi opinión la mejor directora/director de nuestro país. Decía Chavela Vargas que las personas mas interesantes son las mujeres con pasado y los hombres con futuro. La librera tiene un pasado del que huye, un pasado donde fue feliz donde tuvo un gran amor y lo perdió.
pikuet
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27 de marzo de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha parecido una película notable, creo que es un relato tratado con mucha sensibilidad, propio de Coixet. Buena música y buenas interpretaciones con un buen guión.
Un lenguaje refinado y exquisito, que recuerda las películas inglesas (no he leído la novela en la que se basa, ni es mi intención hablar de ella).
Son los libros el hilo conductor, pero Coixet nos habla de la maldad, nos habla del grupo sometido, nos habla de pesimismo y la falta de esperanza en la colectividad, en el rebaño.
Pero, también nos habla de la esperanza en el individuo (pocos en el rebaño), del coraje, de la rebeldía, es verdad que lo hace de forma delicada y tranquila, no es con una explosión violenta llena de ruido en plan western, y a mí me gusta.
No te deja indiferente, quizás cierto mal gusto en la boca.
La recomiendo
frasquito
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21 de noviembre de 2017
12 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Da igual los libros que hayas leído, te puedes haber tragado bibliotecas enteras, comprado librerías solo para ti, deglutido, digerido y vomitado miles de páginas, aprendido de memoria bellos poemas, recitado las líneas más importantes de los clásicos más señeros, nada, humo, vaho, bagatelas, triste máscara, fantoche que con su velo nos sobrevuela y apenas afecta.
Adorno, pose, barniz, disimulo.
Los libros no te cambian ni te descubren, no te vuelven más listo, culto o bueno, por mucho libro que hayas conocido (hay pruebas a patadas y no miro a nadie), seguirás siendo igual de lerdo o creído, de vanidoso o solemne, de pelma, cerdo o bobo, de simple, mentiroso o demagogo, a lo sumo (y es mucho) lo que pueden lograr (y no es poco) es dar forma a lo que en ti alienta, dotarte de un instrumento, la lengua, con el que poder desarrollar tu sensibilidad o pensamiento, con el que conseguir expresar con mayor o menor claridad lo que en tu interior es solo un balbuceo, darte un contexto, situarte en el mundo y el tiempo, hacerte sentir que no eres tan raro como pareces ni quizás estés tan solo como piensas (o sí, pero qué importa), pero todo eso ya estaba desde siempre en ti, y si no es así, por mucho libro que devores, nada se podrá sacar de ese pozo seco, ningún milagro logrará transformar el agua salada del mar en vino para gozar.
Y esta película es una buena prueba. Su sustrato, cimientos y tema son los libros, presentes por todas partes, fundamentales, el alma y la vida de la obra. Y esa obra, a pesar de ese paseo somero por algunos de los grandes
títulos, no puede ser más pueril, maniquea, acartonada, convencional, pacata, tontorrona y simplista, imposible. Ni hablar de comparar la enrevesada, diabólica complejidad de un Nabokov, por poner un ejemplo citado, con esta mirada chata, beata, inerme, de redacción de instituto con la que está contada la trama.
Ya que la buena literatura debería se justo lo contrario de este caso (nunca jamás aceptaría su banal publicidad, el grotesco y fútil autobombo, ya que esa alabanza solo demuestra o total falta de interés al respecto, es lo más habitual esa convencional hipocresía, o un enorme desconocimiento sobre lo que supone, lo que tiene de verdadero goce o alto sufrimiento, la literatura no es una jarabe para la tos ni un baño a la luz de las velas, ni un masaje institucional, ni cualquiera de todas esas boberías que aquí se dan como buenas), debería ensanchar nuestra percepción (no repetir lo que dicen en los telediarios y los anuncios del gobierno), cuestionarnos nuestros más rígidos esquemas (¿leer puede ser malo, puede hacer más tontos o malos a los ya potencialmente susceptibles?, ¿depende?, ¿de qué?, ¿se puede vivir perfectamente feliz y sabio sin leer un libro?) y bondades, negarnos la visión dualista del mundo, abrazar nuestra intuición indagadora y revoltosa, a la contra cuando toca o a la mesura si la cordura es poca, dificultarnos la fácil identificación con los rasgos más obvios, ponernos un espejo deformante delante, nos tendría que presentar personajes ricos en matices, turbadores, contradictorios, llenos de dudas, miedos, anhelos y traiciones, nada que ver con estos titanes mediocres de un solo rasgo y pobre trazo, más marionetas arcaicas que seres de ficción con entidad y sustancia.
Protagonista santa, viuda, casta, literata lectora, paciente, justa, generosa y tan buena, tan buena que parece/o se hace boba, de nada se entera la pobre y todo le medio sorprende, con su cara de pasmo, sus ridículos y desesperantes melindres y el rictus conservado en salmuera.
Y por ella pelean dos fuerzas antagónicas y muy antonomásicas. El rico bueno (sí, aunque no lo parezca, los hay, solo se trata de buscar con más ahínco) y la pérfida rica (la perversidad, en cambio, es un atributo que no se oculta tanto). El rey sin corona y la bruja vampiro. El hado bueno de lectura eterna y la arpía ladina que con sus brevajes y ponzoñas nos quiere quitar la librería que tanto el alma (y el cuerpo) nos alegra.
El resto de la función serán peones de la aristocrática venenosa o, en el mejor de los casos, ignorados espectadores que casi ni bulto hacen los pobres.
Todo lo cual no nos ciega ni evita que reconozcamos su buena factura, su trabajo artesano, su fachada impoluta y buen trato. Una narración plasmada con tiento y delicadeza, cuidada, bonita de mirar, sin tacha ni queja.
En la balanza de la justicia nos encontramos, por un lado, con un fondo inane y tan pobre humana e intelectualmente, y en el otro con una partitura delicada, esmerada, como zurcir calcetines al calor de la lumbre en un invierno duro, pero con la compañía vivificante y tan reconfortante del gato y el perro, a tu lado, llenos de recia mansedumbre.
Se dice en un momento dado que el mundo se divide entre los exterminadores y los exterminados. Sin ánimo de ser crueles, no es el caso, esta película se juntaría con los del primer grupo, con los aniquiladores de la buena literatura entendida esta como un arte iluminador y arriesgado, vidrioso, profundo y hermoso, no con hacer calceta, tomar té o irte de vacaciones con tu querida esposa y toda la parentela, además de la criada inglesa, a la campiña francesa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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26 de julio de 2018
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No he leído la obra literaria original, por lo que al desconocer la fidelidad con la que se ha llevado a la gran pantalla, mi apreciación conceptual se limita estrictamente a lo sugerido por su versión cinematográfica, que no ha sido demasiado.
En síntesis me parece una obra con buena factura en cuanto a lo técnico: fotografía, montaje, dirección de actores... Lo artístico es otra cosa. Principalmente me ha parecido aburrida. Le sobra más de media hora y mucha voz en off, sobre todo en el primer tercio de la película ¿De verdad hace falta recurrir en tal medida a ella para llevar al cine una novela de nula acción? ¿No es posible trasladar al espectador las mismas impresiones mediante diálogos informativos y sugerentes, insinuaciones, etc.). Propongo el experimento de cerrar los ojos durante los tres primeros cuartos de hora e imaginarse que se está escuchando un relato radiofónico. Se podrá echar de menos la buena fotografía, pero hasta la ambientación se logrará evocar con facilidad sin abrir los ojos, al acercarse bastante a la estereotipia que muchos españoles llevamos dentro por efecto de nuestra lectura infantil de las aventuras de Guillermo Brown (interpreto las gorras de los niños como todo un homenaje) y las parsimoniosas relaciones personales entre los personajes de algunas versiones televisivas de las novelas de Agatha Christie, de por más o menos los años 70.
Y prácticamente eso sería todo, si no fuera por la importancia que le otorgo a otro aspecto, sobre el cual paso a dar abiertamente mi opinión, procurando no caer en el spoiler; no sin previamente rogar que se perdone mi torpeza si en el fondo no se encuentra otra cosa que mis escasas luces, que no dan para más.
La cuestión es que el mensaje que aprecio en este film (aunque no se haya pretendido dar ninguno, que no lo sé, lo que a efectos de lo que se trata no es esencialmente trascendente) se centra en que, al poder ser la ley manipulada por los poderes fácticos de las clases dominantes, la moral y la ética no valen para nada. Siendo factible reducirlo todo, en clave de fábula clásica, a un sólo valor: el coraje al servicio de nuestras propias aspiraciones. Valor sin duda sumamente etéreo, indefinido y en última instancia subjetivo. Según deducimos y casi se explicita en este film, quien introyecte y se apoye en el coraje como su exclusiva guía y referencia, estará en consecuencia autorizado (matizaría yo que psicopáticamente) a tomarse la justicia por su mano, logrando mágicamente a la larga su loables y maravillosas aspiraciones (en este caso una librería). Quien por el contrario acate el orden social establecido, ejemplarizado en la película por una estereotipada comunidad rural anglosajona de los cincuenta, no debe esperar otra recompensa que el exilio ¿De verdad podemos quedarnos en ese eslabón de la verdad? ¿De verdad hay que seguir empobreciendo la reflexión de nuestra tambaleante cultura con tan manidos mensajes, en su fondo realmente moralistas al quedarse en su contrario?
En consecuencia, estimo que con cierta indulgencia. los méritos de esta película pueden calificarse a lo sumo con tres puntos, frente a los siete negativos que aprecio en sus deméritos
Tobias de Jalon
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