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Muerte al amanecer

Intriga. Cine negro Tras la muerte en extrañas circunstancias de un hombre muy conocido, su hijastro parece el principal sospechoso: su coche ha sido visto cerca de la casa de su padrastro la noche en que murió. Cuando es detenido y conducido a comisaría, salta del coche y emprende la huida. Las sospechas aumentan. Además, interviene en la investigación un inspector de la compañía de seguros que acaba creando pruebas falsas para implicarlo. La autopsia, ... [+]
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
27 de diciembre de 2019
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine español trató de adaptar los códigos narrativos del cine negro desde bien poco después el final de la Guerra Civil, así que el país comenzó a despertar, poco a poco, de tan trágico suceso. Las películas policiacas barcelonesas, muchas y muy buenas, en la década de los 50 están presentes en la cuidada realización de esta versión de una novela de Mario Lacruz, El inocente, cuyo guion escribieron al alimón él y Forn. La sinfonía de puntos de vista que es la novela, amén de los flash back que la estructuran, exigen del espectador una visión atenta para no perder el hilo de una trama que sigue en lo esencial, los pasos del hijo cuyo padre adoptivo es encontrado muerto en su casa, presumiblemente asesinado.
La acción se inicia en Sitges, donde la policía encuentra al hijo del fallecido, aunque los espectadores aún no sabemos nada del caso, en un hotel, completamente desorientado, como viviendo en una nube, pálido y sin saber ni qué le ocurre ni casi quién es y mucho menos dónde está. En el fantástico trayecto a través de las cuestas del Garraf, con planos espectaculares del coche bordeando los mojones que previenen de despeñarse por los riscos de esa carretera trazada prácticamente sobre el mar, el detenido sufre la tentación de abrir la portezuela del coche de policía y lanzarse al vacío. Lo que hace, sin embargo, es, tras llegar a Barcelona, aprovechar la parada en un semáforo para abrir la puerta y escaparse del policía que, antiguo futbolista, no puede alcanzar al huido por culpa de una lesión que le impide correr, y que sus superiores ignoraban que padeciera.
A partir de ese momento, se inicia la larga huida del sospechoso de asesinato, un Antonio Vilar -actor portugués que desarrolló una prolífica carrera en España, y a quien ya vi en La calle sin sol, de Rafael Gil, un drama social ambientado en el Raval de Barcelona, una película espléndida- ajustadísimo a un papel bien curioso, porque, como confesaría Lacruz en su momento, debido a la censura de la época, la acción y los personajes, con nombres extravagantes, buscaban descontextualizar una obra en la que, sin embargo, había referencias sociales inequívocas y que en la presente película han desaparecido, como la de los maquis, por ejemplo.
El protagonista está convencido de su inocencia, pero no descarta que pueda ser también culpable y que padezca una amnesia que le impida recordar las circunstancias del asesinato que bien podría haber cometido, por las malas relaciones que tenía con su padre, quien lo visitó para pedirle mucho dinero.
Hay, en la película una insinuación evidente de una relación incestuosa entre los hermanastros, porque la hermanastra enseguida se apresura a tratar de ayudarlo, como ya hizo otras veces, como cuando fue expulsado del colegio, lo cual nos pone en antecedentes de un hijo conflictivo que choca, sin embargo, con el presente del personaje. Ese presente desorientado, como si el protagonista viviera fuera de la realidad, lo asocian los críticos, al parecer, con la confusión y la angustia vital del existencialismo entonces dominante, como corriente filosófica en el continente.
A esta trama familiar ha de sumarse la aparición de un José María Rodero, siempre eficacísimo, que interpreta al inspector de la agencia de seguros que ha de pagar a la familia una póliza de vida bien cuantiosa, excepto que él sea capaz de «descubrir» que, frente a lo que parece presentarse como una muerte accidental, lo que en realidad ha habido es un asesinato. No tardaremos en descubrir que su interés viene alentado por el deseo de hacer méritos para ser destinado a la central suiza de la firma, razón por la que…, mejor lo dejo aquí, para no multiplicar las pistas, algo de lo que la película se encarga con profusión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Poz
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8 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una trama excesivamente complicada y dialogada, que parece más hecha para distraer la atención del espectador que para retenerla, junto con una resolución servida en bandeja, como si, de repente, se hubieran apiadado del público y pensaran que tenían que explicárselo hasta el último detalle, da al traste con una película que podría haber dado mucho más de sí si hubieran apostado por la sencillez y hubieran suprimido los personajes superfluos ( que los hay, y muchos).
No voy a resumir el argumento pues la sipnosis de esta página la cuenta casi en su totalidad. Tan sólo quiero destacar que tiene algunos ramalazos brillantes, casi todos a cargo del personaje de José María Rodero, cuyo magnífico papel en la trama es la que verdaderamente presta intriga y emoción. Un personaje interesantísimo y que, él sólo, debería ser la película.
Sin más que decir, se deja ver pero pretende y no llega. Lejos queda de " Los culpables", otra cinta de Forn muchísimo mejor que ésta y que recomiendo ampliamente.
Por cierto, eso de buscar al responsable último de un crimen o de indagar en los efectos de la culpabilidad y los remordimientos parecía interesar mucho a Forn. Esta película y la anterior citada dejan caer la misma reflexión en su final.
Izeta
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