Intriga extranjera

Curiosa y entretenida película del año 1956 que narra la historia de Dave Bishop, ayudante de un afamado millonario llamado Danemore. A la muerte de éste se verá envuelto en una trama gigantesca e internacional cuando su único objetivo era visitar a un abogado en Viena.
Sheldon Reynolds, director desconocido (no sé si tiene alguna película más) mantiene un ritmo constante entre la banalidad y el suspense y,la imponente presencia de Mitchum, hace el resto. Sin embargo, el film no llega a emocionarnos, somos meros espectadores que al alejarnos tanto de los personajes ni sufrimos, ni reímos, ni amamos con ellos. Seguimos interesados la cinta y no entendemos muy bien el final.
El guión es bastante bueno, correctos los diálogos, correcta la fotografía y excesivos movimientos de cámara para llevarnos simple y llanamente a un primer plano de Mitchum o Page. Por cierto, Mitchum borda su papel y lleva claramente el peso de la película. Vamos casi podia haber actuado sólo él.

Siempre me han apasionado las películas de intriga y espionaje. Además está Robert Mitchum, perfecto para este tipo de papeles. Hay un buen guión, con un inicio que te atrapa. Están Viena y Estocolmo, marco idóneo para un trhiller como éste. Está ese color característico de la época. La trama se va complicando a medida que avanza la cinta, y el interés no decae. Sin embargo, falla el último tramo. Toda esa atmósfera de suspense que se ha ido creando, no se sabe rematar. El final te decepciona un poco. Con todo, es una película interesante de ver, aunque se la podría haber sacado más.

Tiene un gran atractivo esta intriga, rodada con buen gusto y bellamente fotografiada en Eastman Color, en la que un periodista a sueldo de un misterioso millonario para el que trabaja creándole una imagen pública investiga la misteriosa muerte de su jefe, lo que le llevará a entrar en un laberinto de intereses, pasados oscuros que deviene finalmente en una complicada historia de espías. Rodada como productora independiente, como si fuese un producto europeo en diversos y atrayentes escenarios –Niza, Viena, Suecia- y una atractiva, si bien a veces un poco perentoria, música de Paul Durand, lo que en principio parece el inicio un melodrama romántico de Douglas Sirk -nada más lejos- desembocará en una indagación al estilo de “Mister Arkadin” (1955) de Orson Welles, en la que destaca un impasible e irónico Robert Mitchum -con su siempre imponente presencia y mayor competencia-, acompañado de las beldades Genevieve Page y una jovenzuela Ingrid Thulin –Tulean según los títulos de crédito- antes de que Ingmar Bergman la convirtiese en fija en sus películas. Muy agradable.

Intriga extranjera es una película estrambótica. No sólo es una película fallida; es una de esas rarezas que, de vez en cuando, te dejan perplejo, hasta el punto de preguntarte por qué alguien en su sano juicio aportó dinero para financiar el proyecto. Ya sé que diréis, pero hombre, está Mitchum, está Thulin (ignoro de quién fue la demencial idea de modificar su apellido y convertirlo en Thulean para el mercado anglosajón; hay que estar mal del limón), hay bonitas postales de Estocolmo, y de Viena, y hasta un homenaje en toda regla a El tercer hombre... Pero, chic@s, eso no es suficiente. Es que el guión, por llamarlo de alguna manera... No quiero spoilar el intríngulis, pero creedme que me dio un pasmo cuando llegó la explicación. O sea, muy mal. Sí, se puede ver, en estado catatónico mejor, sin exigencias de ningún tipo. Es una peli de espionaje, con sus malos y sus buenos, y... y...
Para coleccionistas de Robert Mitchum e Ingrid Thulin. Está monísima, oigan, un bombón.

Impresionante despliegue interpretativo de Robert Mitchum en una intriga que no decae ni un minuto. Personajes que salen de las sombras no más extraños que los siguientes en aparecer. Mujeres que nos despistan y alguna debajo de las escaleras que da escalofríos. Crímenes y citas entre bellas panorámicas. Y de repente un rostro fresco, el de Ingrid Thulin, de efecto atrayente para el espectador y que relaja ante un clima opresivo y de expectación. Y de fondo, ese halo siempre maligno y extraño, de profundo misterio, que hay que saber exponer para que nos intrigue pero agradablemente, con inteligencia. No se trata tampoco de querer descubrir toda la red de siniestros personajes. Alguien maquina, aquí y allá, esperando en el camino la orden de iniciar un plan que seguro que ellos mismos ignoran sus consecuencias. Pero ahí están para cuando llegue el momento. Lo que cuenta en Intriga extranjera es la Intriga, y el atractivo encuentro entre un secretario que quiere saber y la hija de un hombre fallecido que no sabe nada.

La Riviera, Viena, Estocolmo... Allí, en dónde uno menos se lo espera, se esconden. No se trata de llegar a un final más o menos convencional, si no de seguir con la intriga y de esperar. Mientras ella espere, seguiremos investigando.