El imaginarioAnimación
6,4
269
Animación. Fantástico. Aventuras. Drama. Infantil
Rudger es el amigo imaginario de Amanda Shuffleup. Nadie más puede ver a Rudger... hasta que el malvado Sr. Bunting llega a la puerta de Amanda. El Sr. Bunting caza seres imaginarios. Se rumorea que incluso se los come. Y ahora ha encontrado a Rudger. Rudger está solo y huye para salvar su vida imaginaria. Necesita encontrar a Amanda antes de que el Sr. Bunting lo atrape... y antes de que Amanda lo olvide y él se desvanezca en la nada. ... [+]
6 de noviembre de 2024
6 de noviembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Yaneura no Rajâ" (The Imaginary) es la nueva adaptación de la novela homónima de A.F. Harrold de 2014, dirigida por Yoshiyuki Momose, director japonés habitual colaborador de los estudios Ghibli, a partir de un guión escrito por Yoshiaki Nishimura, quien también produjo la película. La producción corre a cargo de Studio Ponoc, un estudio japonés fundado en 2015 y cuya primera película, "Mary y la flor de la bruja" (2017), tuvo un éxito de crítica.
Los protagonistas de la historia son la joven Amanda, hija de una madre librera que se ve obligada a cerrar la librería abierta por su padre tras la desaparición de éste, y Rudger, un niño imaginario que sólo Amanda puede ver y con el que vive deslumbrantes e imaginativas aventuras en su mundo imaginado.
La película, que cuenta con varios artistas formados en Studio Ghibli, destaca por una animación deslumbrante, especialmente en los lugares mágicos donde los elementos se transforman rápidamente siguiendo las visiones de los niños. Momose, que trabajó en el departamento de animación de obras maestras como “La tumba de las luciérnagas”, “La princesa Mononoke” y “El viaje de Chihiro”, refleja su experiencia con Hayao Miyazaki e Isao Takahata en el tratamiento conmovedor, pero sutil, del material y en la cálida estética visual. Ciertos elementos y efectos, como una bandada de pájaros de origami, hacen evidente el uso de tecnologías digitales para complementar a los personajes, en su mayoría dibujados a mano. Sin embargo, los fondos exquisitamente detallados de la casa de Amanda, que también funciona como librería, y más adelante en el universo paralelo donde habitan amigos imaginarios, muestran la calidad del arte que se muestra aquí.
La calidad del joven estudio de animación japonés es excepcional. Muchos de los artistas, incluido el fundador del Studio Ghibli, evitan la rigidez en sus trabajos. El diseño refleja claramente el estilo Ghibli, con formas redondeadas que aportan suavidad a los rasgos. Además, las paletas de colores son variadas y brillantes, proporcionando un verdadero deleite visual al que contribuye una hermosa banda sonora.
"The Imaginary" no es una película perfecta; la historia obviamente está llena de intensidad, pero no de continuidad. El concepto de utilizar la fantasía como forma de defensa o lugar para alternar con la realidad está bien reiterado, pero a menudo cae en la melancolía. El mensaje de crecimiento o maduración personal está obviamente dirigido a un público muy joven, pero se deja ligeramente de lado o se deja implícito y se reitera muy rápidamente incluso al final de la historia. Una producción con las ideas muy claras y bien trabajada pero con algunas escenas y personajes colaterales que bajaron ligeramente el tono y alargaron la duración general.
Los protagonistas de la historia son la joven Amanda, hija de una madre librera que se ve obligada a cerrar la librería abierta por su padre tras la desaparición de éste, y Rudger, un niño imaginario que sólo Amanda puede ver y con el que vive deslumbrantes e imaginativas aventuras en su mundo imaginado.
La película, que cuenta con varios artistas formados en Studio Ghibli, destaca por una animación deslumbrante, especialmente en los lugares mágicos donde los elementos se transforman rápidamente siguiendo las visiones de los niños. Momose, que trabajó en el departamento de animación de obras maestras como “La tumba de las luciérnagas”, “La princesa Mononoke” y “El viaje de Chihiro”, refleja su experiencia con Hayao Miyazaki e Isao Takahata en el tratamiento conmovedor, pero sutil, del material y en la cálida estética visual. Ciertos elementos y efectos, como una bandada de pájaros de origami, hacen evidente el uso de tecnologías digitales para complementar a los personajes, en su mayoría dibujados a mano. Sin embargo, los fondos exquisitamente detallados de la casa de Amanda, que también funciona como librería, y más adelante en el universo paralelo donde habitan amigos imaginarios, muestran la calidad del arte que se muestra aquí.
La calidad del joven estudio de animación japonés es excepcional. Muchos de los artistas, incluido el fundador del Studio Ghibli, evitan la rigidez en sus trabajos. El diseño refleja claramente el estilo Ghibli, con formas redondeadas que aportan suavidad a los rasgos. Además, las paletas de colores son variadas y brillantes, proporcionando un verdadero deleite visual al que contribuye una hermosa banda sonora.
"The Imaginary" no es una película perfecta; la historia obviamente está llena de intensidad, pero no de continuidad. El concepto de utilizar la fantasía como forma de defensa o lugar para alternar con la realidad está bien reiterado, pero a menudo cae en la melancolía. El mensaje de crecimiento o maduración personal está obviamente dirigido a un público muy joven, pero se deja ligeramente de lado o se deja implícito y se reitera muy rápidamente incluso al final de la historia. Una producción con las ideas muy claras y bien trabajada pero con algunas escenas y personajes colaterales que bajaron ligeramente el tono y alargaron la duración general.
30 de diciembre de 2024
30 de diciembre de 2024
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El Imaginario es un proyecto que prometía explorar emociones complejas a través de la mirada infantil, pero termina siendo un relato fragmentado y sin dirección. Aunque visualmente pueda tener sus méritos, el guión falla en construir personajes sólidos, en desarrollar un conflicto significativo, y en brindar un cierre satisfactorio. La película se pierde en su propia ambición de abarcar demasiados temas, sin llegar a profundizar en ninguno. Lo que podría haber sido una lluvia refrescante para los sentidos se evapora en el aire, dejando al espectador con una sensación de vacío.
La historia, que debería construirse en torno a un evento central que altera la vida de la protagonista, se queda estancada. El desarrollo de la trama se convierte en un cúmulo de episodios inconexos que parecen más un relleno que un esfuerzo por construir una narrativa coherente. Los personajes, aunque visualmente atractivos y diseñados para captar la atención, carecen de profundidad. No se logra establecer una conexión emocional con ellos, ni siquiera con la protagonista, cuyas vivencias se presentan de manera superficial y a menudo son olvidadas por el propio guion.
La incorporación de múltiples subtramas y personajes secundarios no hace más que dispersar la atención del espectador. En lugar de enriquecer la historia, estos elementos la sobrecargan y la vuelven incoherente. Por ejemplo, las relaciones familiares –particularmente la de la niña con su madre y padre– y el enfrentamiento con el villano son tratados de manera apresurada y sin desarrollo suficiente. El clímax, que debería ser un momento catártico, resulta más confuso que emotivo. Y el desenlace para el villano es tan abrupto y carente de simbolismo que se siente inmerecido, casi como un descuido narrativo.
Queda reducido a la nada, visuales atractivos con una desmerecida historia llena de historias que no lograban finalizar.
La historia, que debería construirse en torno a un evento central que altera la vida de la protagonista, se queda estancada. El desarrollo de la trama se convierte en un cúmulo de episodios inconexos que parecen más un relleno que un esfuerzo por construir una narrativa coherente. Los personajes, aunque visualmente atractivos y diseñados para captar la atención, carecen de profundidad. No se logra establecer una conexión emocional con ellos, ni siquiera con la protagonista, cuyas vivencias se presentan de manera superficial y a menudo son olvidadas por el propio guion.
La incorporación de múltiples subtramas y personajes secundarios no hace más que dispersar la atención del espectador. En lugar de enriquecer la historia, estos elementos la sobrecargan y la vuelven incoherente. Por ejemplo, las relaciones familiares –particularmente la de la niña con su madre y padre– y el enfrentamiento con el villano son tratados de manera apresurada y sin desarrollo suficiente. El clímax, que debería ser un momento catártico, resulta más confuso que emotivo. Y el desenlace para el villano es tan abrupto y carente de simbolismo que se siente inmerecido, casi como un descuido narrativo.
Queda reducido a la nada, visuales atractivos con una desmerecida historia llena de historias que no lograban finalizar.
13 de enero de 2025
13 de enero de 2025
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¿Quién no ha tenido algún amigo imaginario de pequeño? Pues, por ejemplo, yo, y no era por falta de imaginación, simplemente porque tenía una vida social y familiar tan rica que no me hacía falta.
Esta justificación innecesaria y que nadie me ha pedido es ideal como introducción para escribir sobre esta cinta tan imaginativa, en la que Momose propone que esos amigos y amigas invisibles de la infancia, ya sean humanos, animales o cualquier otra criatura, existen realmente y viven en una realidad ajena a la nuestra, y que nacen en el momento en el que son imaginados por los niños y niñas de nuestro mundo. En esa realidad, llamada “El Imaginario” (no confundir con tienda cara de juguetes), conviven todos esos seres a la espera de que esos niños y niñas los reclamen cuando quieran jugar con ellos. El filme es la historia, cuasi dramática, de un niño imaginario en su búsqueda de la niña que lo parió, con perdón.
Momose derrocha imaginación, presentándonos un mundo colorido repleto de personajes y con una animación que recuerda muy mucho al gran Miyazaki. Donde hay buen rollo, color y luz, suele haber contrapartida de sombras y malas intenciones, como es el caso del personaje llamado Sr. Bunting, con aspecto de guiri jubilado en Ibiza, que se empeña en zamparse a todo imaginario que se le cruza.
El filme busca entretenernos y conmovernos a partes iguales con una historia de ritmo irregular, a ratos trepidante, a ratos cansina, que va de más a menos y acaba descansando en la predictibilidad.
La cinta no deja de recordarnos otra historia, aquella interminable, en la que también existía un mundo imaginario en peligro y una oscuridad que amenazaba con tragárselo todo. Al final, ambas mandan el mismo mensaje: no abandonar al niño que llevamos dentro, que cada vez enterramos más profundamente en nuestras vidas adultas, porque puede que alguna vez sea él quien nos salve.
Esta justificación innecesaria y que nadie me ha pedido es ideal como introducción para escribir sobre esta cinta tan imaginativa, en la que Momose propone que esos amigos y amigas invisibles de la infancia, ya sean humanos, animales o cualquier otra criatura, existen realmente y viven en una realidad ajena a la nuestra, y que nacen en el momento en el que son imaginados por los niños y niñas de nuestro mundo. En esa realidad, llamada “El Imaginario” (no confundir con tienda cara de juguetes), conviven todos esos seres a la espera de que esos niños y niñas los reclamen cuando quieran jugar con ellos. El filme es la historia, cuasi dramática, de un niño imaginario en su búsqueda de la niña que lo parió, con perdón.
Momose derrocha imaginación, presentándonos un mundo colorido repleto de personajes y con una animación que recuerda muy mucho al gran Miyazaki. Donde hay buen rollo, color y luz, suele haber contrapartida de sombras y malas intenciones, como es el caso del personaje llamado Sr. Bunting, con aspecto de guiri jubilado en Ibiza, que se empeña en zamparse a todo imaginario que se le cruza.
El filme busca entretenernos y conmovernos a partes iguales con una historia de ritmo irregular, a ratos trepidante, a ratos cansina, que va de más a menos y acaba descansando en la predictibilidad.
La cinta no deja de recordarnos otra historia, aquella interminable, en la que también existía un mundo imaginario en peligro y una oscuridad que amenazaba con tragárselo todo. Al final, ambas mandan el mismo mensaje: no abandonar al niño que llevamos dentro, que cada vez enterramos más profundamente en nuestras vidas adultas, porque puede que alguna vez sea él quien nos salve.
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