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Pelo malo

Drama Junior es un niño de nueve años que tiene el pelo rizado. Él quiere alisárselo para la foto del anuario de la escuela, pues así lo llevan los cantantes pop que están de moda. Esta circunstancia lo lleva a enfrentarse con su madre. Lo que Junior quiere es ponerse guapo para que su mamá lo quiera, pero ella lo rechaza cada vez más. (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
22 de septiembre de 2013
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy una adicto a la ficción por un simple deseo de trascender. Ver otros mundos, paladear otras culturas y sentir cosas que mi realidad no me concede. Y Pelo Malo me ha dado eso de sobra. Con un tono de docudrama, como si de un Callejeros en Venezuela se tratara, he podido atisbar un barrio de vida acumulada en celdas, de tráfico caótico y de una tierna y dura lucha por la supervivencia distorsionada por ruidos constantes y necesidades esenciales. Me da la sensación de que he visto algo nuevo y lleno de una cruel belleza.
Bajo los focos la sala grande del Kursaal, tres actores de la película y la directora han recibido una ovación entre la que se colaban ligeras objeciones ¿Quién no podría aplaudir esa entrañable interpretación del joven Samuel Lange con su pelo rebeldemente ensortijado? Pero, entre los aplausos de cortesía, parapetado en mi posición camuflada de crítico sin acreditación, he oído a otros espectador preguntarse ¨dónde está la historia" o "por qué no pasa nada".
Y por ahí no paso. ¿Es que no han percibido ese amable retrato de la lucha por la supervivencia, la crítica a la homofobia o el esbozo de la increíble acumulación de mestizaje racial y de clase que se superponen en esas superpobladas capitales sudamericanas? ¿No han visto una pequeña polaroid del chavismo y el chabolismo filtrado en cada plano exterior?
Claro que no es una película americana. De esas en las que el protagonista, luchando contra todas las dificultades, consigue su propósito y es amado por su madre y reconocido como un extraordinario cantante de pelo liso Pero se ve desde el principio que el happy end es muy improbable. Y yo agradezco esta película, su tono y su textura, a su directora y a los actores. ¡Qué extraordinaria pareja la que forman Junior y su vecina! Me recuerda al mejor Tod Solondz. Y eso no es moco de pavo. Gracias.
Jmpg2012
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1 de octubre de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mariana Rondón se alzó con el codiciado galardón de la Concha de Oro de San Sebastián, con ésta su tercera película. En ella se narra la historia de Junior, un niño cuyo sueño, es tener el pelo liso, como uno de sus ídolos. La película enmarca a dos personajes en una ciudad Caracas, que la cámara muestra dura e intransitable, y deja al espectador como testigo de un duelo tan crudo como la ciudad en la que habitan.

En un juego de miradas continuo, entre lo que se ve, lo que se cree percibir, y lo que se atribuye, los personajes acaban por no reconocerse y cada cual proyecta en el otro sus miedos más profundos. Marta atribuye a su hijo algo que sólo ella percibe, una creciente actitud no masculina. Junior no entiende el rechazo, y quisiera compartir sus anhelos, sus sueños, su alegría, pero no hay respuesta. Su mirada de búsqueda, de comprensión se topa con la censura y la incomprensión de la persona que significa todo su mundo. Este duro enfrentamiento, narrado con una violencia no explícita pero latente, domina cada uno de los planos que comparten y genera en el espectador una sensación de empatía hacia el crío y de profunda incomprensión ante la madre. El juego de miradas no encontradas hace imposible la cercanía y la calidez, tan necesaria para el desarrollo de un niño, que demasiado pronto y en un territorio crudo, pierde recursos para afrontar el futuro con confianza y seguridad, aprendiendo el dolor de un rechazo, tan inhumano como infundado.

Transciende la anécdota, en una sociedad que no es capaz de aceptar y respetar las diferencias que hacen del ser humano alguien único.
marai
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16 de marzo de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa e interesante historia.
Cruce de Lucrecia Martel y el Truffaut de "Los cuatrocientos golpes"; entre la angustia y el lirismo, entre la carcoma y la poesía de la infancia. Con "La bicicleta verde" como referencia más cercana; con la que comparte una trama parecida y cierta similitud en la mirada, siendo la película de Arabia Saudí más sencilla y candorosa.
Película rica en sugerencias y significados. Inteligente, ambigua y generosa. Adopta la forma del drama con ribetes cómicos.
Es una mirada penetrante e incisiva sobre la relación madre (fabulosa Samantha Castillo) e hijo(estupendo Samuel Lange). Se narran las dificultades de una joven mujer venezolana con el trasfondo de la enfermedad de Chávez. Busca trabajo y vive con sus dos hijos (uno de ellos es un bebé). Vida dura que soporta con amargura, tristeza, desesperación y rabia. Tiene una relación de amor/odio con su hijo (de unos 10 años): lo quiere pero detesta sus tendencias femeninas/homosexuales y, quizás, siente que en él se refleja su fracaso como madre y persona; el agujero ominoso en el que se ha convertido su vida; un círculo vicioso en el que se ve atrapada; asediada por la falta de dinero/trabajo, la soledad y una sociedad indiferente y cruel. El niño se debate entre dos impulsos: lo que siente (le gusta un adolescente del barrio y prefiere los cantantes a los militares) y el deseo de agradar a su madre (ser "normal"). En el pelo se centran sus problemas y anhelos: lo tiene rizado pero lo quiere liso (gran acierto argumental: se utiliza una anécdota infantil e intrascendente para desdramatizar y aligerar un historia que podría haber caído en el tremendismo más oportunista). La abuela es el tercer vértice del triángulo: está sola y quiere al nieto para ella; ha perdido al hijo por la violencia e intenta fomentar las cualidades "artísticas" de su nieto ( "mi limón mi limonero"), atraerlo a través de lo que la madre rechaza; piensa que así podrá escapar de un destino trágico.
También hay un acercamiento a la sociedad venezolana (a los barrios humildes de Caracas): vemos cierta pobreza y hacinamiento (pisos en los que parecen enjaulados; con esos barrotes que les comunican con el exterior), injusticia (favores sexuales a cambio de trabajo), ignorancia (esa vecina que se gana la vida de aquella manera) y tontería (la televisión con concursos de Misses y noticias disparatadas sobre Chávez).
Hay drama y hay humor. Hay dureza y ternura. Película compleja y entretenida, de mirada independiente y adulta que, quizás, tiene su pequeño talón de Aquiles en una cierta indefinición: va desde el ejercicio de estilo críptico y puramente festivalero hasta la historia dramática más seria, convencional y modesta; desde el costumbrismo más tópico y amable hasta un tono cáustico, denunciador y trágico; pasamos del escepticismo humorístico a la crónica realista más desoladora. Esa amplia gama de registros en una película tan pequeña nos habla de su riqueza (virtud) y de su falta de concreción (no tiene por qué pero le resta potencia y rotundidad).
Ferdydurke
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29 de marzo de 2014
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ganadora de la Concha de Oro en el pasado Festival de San Sebastián, 'Pelo malo' (2013) es la nueva película de la polifacética directora venezolana Mariana Rondón, cuya corta filmografía permanece inédita en nuestro país. Es por esto que resulta casi un milagro poder acudir al cine y encontrarse, entre taquillazos y películas de autor de mayor recorrido comercial y conocimiento popular, con esta sencilla y poco convencional cinta, una muestra más de cine social latinoamericano, personalísimo y de fuerte raigambre, cuyas intenciones quizá sean mejores que los resultados.

La película nos muestra a una familia pobre que vive en un barrio marginal de una urbe de Venezuela (no importan los nombres, sí los espacios), compuesta por una madre viuda y sus dos hijos, un bebé y Junior, el protagonista de nueve años. El contexto es claro y diáfano, no alberga lugar a dudas o segundas lecturas pues nos encontramos ante un crudo retrato de la miseria, servido en frío. Sin embargo, lo que vertebra el relato no es sino la relación entre la madre y su hijo mayor, un niño solitario que carece (inexplicablemente) del amor de su madre, pues esta no parece sentir apego alguno por él. Es una premisa cuanto menos valiente e inusual, pero también tambaleante en lo que respecta a un espectador que debe lidiar desde los primeros minutos con el a priori chocante concepto del no-amor maternofilial. Mariana Rondón, al menos, deja bien claro que su film no va a resultar una experiencia fácil, cómoda ni ligera. Para este cronista, sin embargo, la honestidad de su planteamiento (amén de una primera descripción escueta, casi sibilina pero profundamente efectiva, de los personajes) no es suficiente, ya que los problemas surgen desde el primer cuarto de hora.

La cinta se guía por un determinismo social correctamente plasmado aunque algo maquillado, como si pareciera (para entendernos) demasiado premeditado y calculado para cumplir una función efectiva durante el más o menos ajustado metraje. Hay reminiscencias neorrealistas, bien sea en el reparto fundamentalmente amateur (sincero y entregado eso sí, no merece el más mínimo reproche) o en ese estilo de rodar cercano y cerrado en torno a los personajes. Lo que ocurre es que esos ecos se mueven entre los vaivenes (a veces harto caprichosos) de una narración en exceso morosa y cuya plasmación incurre con demasiada asiduidad en la sordidez y el patetismo. La exposición de la acción, por tanto, se aleja un tanto de los postulados más puramente típicos del neorrealismo para convertirse en algo diferente, que se rompe con esos ocasionales desvíos excéntricos que no se sabe con certeza a qué obedecen, quizá siendo sólo una pieza más de la estrategia desestabilizadora de la historia.

Rondón no ofrece salidas fáciles ni subterfugios, pero por no ofrecer no proporciona ni siquiera un poco de aire para respirar o algo de luz para iluminar esa realidad oscura y que forzosamente se nos presenta inamovible e inestable. Su hermetismo, que radica principalmente en el personaje de la madre (del cual hablaré más tarde), distancia al espectador del drama y lo arroja hacia una contraproducente espiral de extrañeza. Al contrario que ocurre en la reciente y notable 'Joven y bonita' (François Ozon, 2013), su opacidad y aparente frialdad no consigue hipnotizar ni atrapar al espectador, sino que lo enfría. Hay que saber cómo escatimar información con inteligencia. Así pues, ese neorrealismo antes mencionado se diluye para terminar pareciéndose a un sucedáneo del peor Iñárritu (el de 'Biutiful' -2010-), cuyo gusto por subrayar la obviedad y banalizar lo realmente importante es su sello de estilo. La historia es terrible y no emociona. Algo falla.

El principal lastre está encarnado en el personaje de la madre, sencillamente inexplicable. No es demonizado o juzgado y se retrata de hecho como una superviviente nata que lucha día a día contra los avatares de la vida. Ahora bien, aquí nace la principal pregunta de la película: ¿Qué madre no quiere a su hijo? Y no sólo eso, sino que se da el caso de que no quiere al mayor (podría decirse incluso que le profesa cierto desprecio) pero sí al pequeño, mostrándole un profundo afecto. La contundencia y radicalidad de tal decisión por parte de la directora marca profundamente (y para mal) todo lo demás. Es imposible zafarse del delicado hilo que sujeta todo el esqueleto (corazón incluido) de la cinta. La escasez de información, lo abrupto de cada nueva clave que se descubre (la duda sobre la homosexualidad), la opacidad expositiva y emocional que embriaga el relato… todo ello acaba provocando una (lógica) antipatía hacia el personaje y, por extensión, hacia la propia película, alejando al respetable del drama y de cualquier atisbo de, incluso, la más superflua identificación con hechos o personajes.

Rondón muestra una sola realidad, lo cual no sería ni muchos menos un problema si ofreciera algo más que incertidumbre y desconcierto, muy a menudo gratuitos, en muchos tramos de la película. Hay pespuntes interesantes y un trasfondo histórico muy bien traído, pertinente con la penosa existencia de tantas personas en un lugar donde no cabe la esperanza (no puede ser casualidad que se estrena esta película en plena guerra por los derechos y la libertad en Venezuela), pero la plúmbea narración puede neutralizar los aciertos sin hallar resistencia alguna, incluso esa pareja joven tan natural y auténtica que (casi) parece sacada de una película de Todd Solondz, salvando las distancias.

'Pelo malo' se enmarca dentro de esa línea personal y arriesgada del cine iberoamericano de los últimos años, que pueblan títulos como 'La teta asustada' (Claudia Llosa, 2009), también esquinada pero sin dar gato por liebre. Quizá un servidor, al que no se le escapan las bondades de un plano final triste e inclemente, esté en inferioridad. Acudan al cine. Indiferentes no saldrán.

http://www.asgeeks.es/movies/critica-de-pelo-malo-malamadre/
Pableras
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7 de marzo de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la obra representativa de la Venezuela Anti-chavista.

Quizás una somera aproximación o captura de esa devoción sin límites, algo caricaturizada pero también muy distante. Pareciera, desde la el miedo a la censura, que soslaya la crítica social. Lo hace muy violentamente presentado situaciones de sometimiento sexual de hombres hacia mujeres. Pero no es suficiente. Está claro que no. A la par, parece perder ritmo y no hendir demasiado en la herida.

Creo que, rodada unos meses después, no dudaría la directora en reírse explícitamente de Nicolás Maduro.

Ante todo urbana y por tanto caótica, Caracas es la capital del estropicio, del desorden, de la impuntualidad.

Tampoco cumple las expectativas creadas seguramente por la vuelapluma de críticos carismáticos pero pertrecheros. "Pelo Malo" nos acerca a las pequeñas viviendas de barriadas suburbanas de la terrible Caracas. Presentada como una ciudad desquiciada que parece sólo saber manifestarse a base de cláxones, chillidos, estruendos de motores viejos, pitidos, camiones y niños desatendidos en todas sus ilusiones. ¿A quién le importará la vida de un pequeño extraño en esa urbe desquiciada?

No sabemos si la madre rechaza la tendencia de su hijo, el pelo de su hijo, a su hijo o, mucho más probablemente, la situación que le ha tocado vivir y el destino del niño. La mujer es tan poca cosa y está tan debilitada en esa ciudad que sólo antiende al fanatismo chavista que... ¿qué más dará lo que necesiten esa mujer y sus hijos?

Han obviado construir una revolución contando con la mujer.

Y en ésa sociedad, ni ella puede consigo, ni menos con su bebé y su hijo preocupado por el pelo malo.

¿Qué no va a querer esa madre para su hijo que sea cualquier cosa menos algo parecido a una mujer?

No es cine social del que viene de los 70 y 80 de Chile y Argentina. Aquél era más político, más puramente involucrado en denuncias internacionales, conspiraciones de poder... Este, es cine más casero. Sin grandes giros ni aspavientos que han dado en familiarizarnos a todos con las situaciones cotidianas. Más familiares y más tremendas. Muestra opresión sin perder oportunidad de enseñarnos no represaliados ni ejecutados. Lo que se nos enseña son niños sin infancia, que es más jodido.
Valkiria
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