En La La Land se da la mano prácticamente todo lo que se le puede pedir a una sesión de cine, unas interpretaciones sobresalientes, una fotografía excepcional, una dirección exquisita y una banda sonora fantástica, todo esto enmarcado en una direccion artística simplemente perfecta, haciendo que se sienta como un gran conjunto perfectamente orquestado.

Esta es la confirmación de Chazelle y Hurwitz como fantásticos artistas, que han dado un paso más en su discurso cinematográfico y musical, haciendo que sí, que queramos seguir soñando y amando la música.

La película consta de una fotografía magnífica, que sólo palidece ante un tratamiento del color que simplemente nos hace olvidar todo lo que no sea la historia de Mia y Sebastian, que es una historia sencilla, bella, triste y tan realista que es dificil no sentirnos parte de ella, porque todos somos un poco como el y un poco como ella.

Tan como ellos somos, que resulta dificil no acabar la película perdidamente enamorado de alguno de los protagonistas, que están realmente deslumbrantes tanto fuera como dentro de los números musicales.

Las interpretaciones de Gosling y Stone son geniales, la química entre ambos es el hilo que une todas las escenas y la dificultad de interpretar una película como esta sólo hace que merezcan más aun todos los premios que han recibido ya, y alguno que les quedará por recibir.

Salir de una sala de cine sabiendo que el espectáculo que se ha presenciado es redondo es de esas sensaciones que se producen muy de vez en cuando, pero cuando lo hacen, solo nos recuerda porqué el cine es el billete directo a nuestros sueños y a nuestra imaginación, es decir, nos recuerda porqué amamos el cine. Bravo!

La nueva película de Tom Ford es sin duda una de esas películas que te mantienen tenso en todo momento, que sabe coger elementos muy dispares y aunarlos creando un todo con un soporte visual muy potente y constante a lo largo de todo el film.

El guión es muy interesante, con temas muy variados que pasan desde la superficialidad de la vida moderna, hasta los sentimientos (la no realización y el acomodo) y la venganza personal. A priori éste parece un cóctel de lo mas extraño, sin embargo lo cierto es que no se llega a desentonar con la línea general de la película, a pesar de que tal vez, sea éste su punto más flaco.
Desde mi punto de vista, alguna de las temáticas que se abordan a lo largo de la función quedan algo "cojas" o desaprovechadas, pecando, tal vez, de querer abarcar demasiado en cuanto a temática, lo cual da lugar a algunas (pocas y breves) fases de la película en las que tal vez haya una cierta bajada de ritmo, aunque el film sea capaz de sacarnos de esos "puntos muertos" con su constante intriga y sensación de no saber muy bien que es lo que estamos presenciando en cada momento, dejando al espectador la labor de crear sus propias conclusiones.

Otro de los puntos fuertes de la película es su impecable labor visual y manufactura técnica, la fotografía es realmente atractiva, con algunas estampas de esas que no se olvidan, acompañado de un tratamiento excepcional del color a lo largo de todo el relato, lo que refuerza muchas veces el misterio y la inquietud que se transmite a través de la trama.

Las actuaciones son más que notables, con Amy Adams llevando prácticamente todo el peso de la función, haciendonos sentir que somos parte de la película, dada la naturaleza algo voyeur de su personaje, y un Jake Gyllenhaal que cumple su función, sabiendo medir bien la carga emocional de su personaje sin caer en la sobreactuación.
Sin embargo, desde mi punto de vista, la actuación de la película viene de la mano de Michael Shannon, si bien en parte, esto se debe al fantástico personaje que aquí le toca abordar, con muchísimos matices y la determinación de quien sabe lo que quiere y cuanto está dispuesto a hacer por ello.

No obstante, ésta es una de esas películas que no recomendaría a todo el mundo, ya que su amplia paleta de temáticas, su montaje y lo complejo de su trama exigen de mucha concentración al espectador, haciendo prácticamente necesario desgranar la película con calma, buena compañía y una cerveza.

Resumiendo, buena película, tecnicamente sobresaliente, dificil de digerir a ratos y con unas actuaciones muy buenas, sabiendo llevarnos por donde quiere en todo momento, si te gustó "Prisioneros", ésta también te gustará.

Esta no es la película que el mundo esperaba del maestro Scorsese.

Despegándose de todo cuanto venía haciendo en los últimos años, el director italoamericano sorprende e inquieta con esta impactante y dura historia, que trasciende de lo terrenal para hablarnos en un sentido muy abstracto e intangible de lo que la fe (y no solo de fe religiosa) provoca en quienes están (o creen estar) dispuestos a todo por sus creencias.

El dilema planteado es tan difícil de asimilar como de comprender, pues es sin duda una narración plena en matices y en sutiles aspectos que hacen el seguir la historia más dificil de lo que al gran público le gustaría, sin embargo Martin Scorsese vuelve a lo que inició allá por 1988 con la polémica (y a posteriori aplaudida) "La última tentación de Cristo"; Un viaje a través de las inquietudes que mueven la dimensión espiritual de los humanos.

No obstante, parece que la crítica general ha olvidado que Scorsese no solo ha dirigido películas de mafiosos y a Leonardo DiCaprio, ya que esta es, junto con la mencionada cinta de 1988, una de sus películas más personales, siendo además mucho menos onírica y sencilla que la protagonizada por Willem Dafoe.

Para los que sean familiares con la obra original de Shosuke Endo, sabrán que partir de esa base no da pie a una fácil adaptación cinematográfica, sin embargo Scorsese logra captar la práctica totalidad de dilemas y reflexiones que el padre Rodrigo (espectacular Andrew Garfield) padece durante su epopeya. El tratamiento que en esta película se da al Silencio (ausencia de sonido, entiéndase) que da nombre al film es sobrecogedor, la dureza de las imágenes y la impotencia total de los personajes ante aquello que no pueden controlar es narrado de forma impecable.

Hay no obstante momentos en los que no haber leído la obra original puede hacer difícil seguir el ritmo, así como algunas decisiones desde la sala de montaje que no considero del todo acertadas, aun así, la historia no pierde por estos defectos y el dilema que se plantea persiste a lo largo de todo el metraje.

La ausencia de música, la fantástica interpretación de Garfield, la presencia en pantalla de Liam Neeson y Adam Driver, la dirección artística y la adaptación del guión hacen de esta una película no perfecta, pero sí magnífica, le pese a quien le pese.

Al igual que los misioneros en Japón, a veces el silencio que oímos dice mas a los que lo escuchan, tal vez el maestro Scorsese nos sorprende a todos con esta película, que, tal vez, está hecha sólo para los que son capaces de ver en ella algo más que lo que la crítica general ha calificado.

Gracias maestro por otra lección de cine.

¿Qué es lo que nos hace enemigos? ¿De donde viene este odio? ¿Merece la pena matar por esto? Y más importante ¿Es necesario morir por una patria/religión/ideal?

Todas estas preguntas son las que, como espectador, se nos plantean en Mandarinas, una de esas películas duras, necesarias, y tristemente desconocidas para el gran público.

La película tiene un discurso claro, conciso y que no se pierde en contar lo que no necesita, con un guión que va al grano, sin detenerse demasiado, pero permitiendonos conocer a los cuatro protagonistas de la función, lo que hace que sea imposible no sentir una tremenda empatía por alguno de ellos en algún momento de la película.

Las preguntas planteadas al principio de esta crítica se nos plantean de una forma directa al tiempo que sutil, sin caer en esos tópicos de gritarnos a la cara del espectador lo que la película trata de decirnos, sino dejando que surjan en la conciencia de quien está viendo la película, exigiendonos además que nos sintamos parte de los eventos que se narran para prácticamente hacernos ver que estamos allí, y que actuaríamos como cualquiera de ellos en esas circunstancias, haciendonos conscientes de que podríamos haber sido nosotros cualquiera de ellos.