Es la primera vez que hago una crítica en filmaffinity, y he decidido empezar por una película que en general creo que desafortunadamente tuvo poco éxito y reconocimiento.
Para mí, Gangs of New York supone una de las películas cumbre de Scorsese, y la única que he visto en toda la historia que muestra realmente qué fue Nueva York antes de la ciudad que conocemos realmente, un agujero en el que iba a parar toda la escoria de Europa y de medio mundo.
Toda la violencia, aunque nos parezca demasiado cruda, existió, y Scorsese incluso oculta detalles aún más macabros. Los que no hayan leído la novela de Herbert Asbury en la que se basa la película, por favor, que me crean, cosas como que las narices y orejas que se cortaban en una pelea y eran otorgadas como trofeos sucedían muy a menudo. Todo eso está documentado. Pero nadie quería mostrarlo. Porque resulta demasiado oscuro y duro. Porque nadie puede creer que una de las ciudades del capitalismo actual fuese una ciudad en la que estuvo a punto de existir una revuelta y de reinar el caos y la anarquía del pueblo.
Las interpretaciones son impresionantes, y Cameron Díaz tiene aquí su única película que vale la pena.
Por último me gustaría resaltar los increíbles escenarios que diseñó Dante Ferretti para la película. Porque ya nunca más se hará algo tan descomunal. Los efectos especiales ahora lo crean todo.
En fin, de todo el caos, la violencia, la miseria, la pobreza y corrupción, nació una de las ciudades más bellas y emblemáticas del mundo, cosa que Scorsese nos demuestra en su escena final dotada de un sentimiento increíble hacia la ciudad que lo vio crecer y que va acompañada de una de las mejores canciones compuestas por U2.

Íbamos el usuario Campillo y yo al teatro de San Sebastian donde se proyectaba la peli durante el festival de cine, sin ser conscientes de lo que nos íbamos a encontrar. Cuando empezó la peli, ya era muy tarde para dar marcha atrás, estábamos atrapados.
Para empezar, una tía con un ojo en Cuenca y otro en Pekín, que habla menos y es menos expresiva que Schwarzenegger en Terminator, que sólo grita y llora como una cría de 6 años. Un director con un ego tan grande que no sería capaz de tragárselo ni un agujero negro, que parece mover la cámara con la punta del pito (perdón por la expresión), y un sonido peor que el de un zoo en llamas y el de una pista de aeorpuerto juntos. Y un argumento que hace que todos los que alguna vez hemos soñado con escribir una historia o grabar algo nos queramos cortar las venas al ver lo que algunos son capaces de hacer por capricho.
Cuando la peli se acabó, teníamos dos filas delante nuestro a Álex de la Iglesia, Frances McDormand y compañía. Al pedirles una foto, McDormand me envío amáblemente a tomar por saco después de haberse tenído que tragar como presidenta de un jurado la mayor M**RD* del año, la década, y ya puesto del siglo y la historia. De la Iglesia, por suerto, me mandó a tomar por culo después de hacerle una foto. Y es que todo el mundo que salío de la sala estaba traumatizado. En el servicio de caballeros, sólo hubo mutuas alabanzas entre todos los espectadores por haber aguantado despiertos, sentados en la butaca y con los ojos abiertos hora y media y por ser suficientemente educados como para no ir a reclamar que nos devolvieran el dinero o ir a machacar a Kim Ki-duk en la sala de prensa posterior al pase de la peli.
Menos mal que no le dieron ningún premio, de ser así, Campillo y yo hubiesemos entrado en un estado de shock y en un coma irreversible del que no nos hubieran despertado ni aunque nos hubiesen abierto los ojos y nos hubieran puesto delante a Scorsese y DeNiro en persona.
Para colmo, mientras paseábamos por San Sebastian esa misma tarde, vimos a la actriz prota cerca de unos acantilados de la playa, y sabe Dios que a punto estuvimos de tirarla al mar.
Sé que me estoy pasando tres pueblos, pero por favor, entiendan lo que les digo, y no vean la peli. Yo desde que la vi sólo pienso en que Corea del Norte debería lanzar uno de sus miles de misiles sólo contra el ego de Kim Ki-duk y acabara pidiendo disculpas por lo que ha hecho.

Juntar a De Niro y Pacino parecía algo muy difícil que podía hacer que uno de los dos acabase muy mal parado. Y no obstante, el equilibrio que se consigue gracias a uno de los guiones más sólidos hechos en años, convierte a una película que podía haber sido sólo de policías y ladrones en el enfrentamiento más esperado por los espectadores.
El dibujo de los pesonajes es impecable, su ritmo, música y puesta en escena trepidante. Y la acción, la más creíble que he llegado a ver en un film de este tipo.
Y es que Michael Mann es de los pocos que es capaz de juntar acción y buen cine y conseguir grandes resultados.

Porque es una película para los que amamos el cine de verdad.
Porque en algún momento todos nos sentimos identificados con su protagonista Toto.
Porque de pequeños pensábamos que el cine era algo realmente mágico que aparecía en una pantalla blanca de la nada.
Porque es una historia sobre la amistad de dos personas que parecen muy distintas pero que les une una misma pasión.
Porque muchos hemos deseado formar parte del cine de alguna manera, aunque sea como proyeccionista
Porque nos muestra cómo se censuraban los films.
Porque ya no se hacen películas como ésta ni como las de antes. (aunque muchos lo nieguen)
Porque trata sobre la vida en torno a un pequeño pueblo siciliano y su cine.
Porque vale la pena saber cómo han cambiado los tiempos.
Porque los cines de verdad como los de la película están desapareciendo y están siendo substituidos por multisalas que ponen las mismas tonterías adolescentes en varias pantallas a la vez.
Porque Ennio Morricone compone algunos de sus temas más bellos para piano y violín.
Porque a los nostálgicos les traerá recuerdos y a los jóvenes les sorprenderá.
Y por último, porque su final es de los más bellos del cine.

Así empieza la mayor obra del cine americano, con una frase sencilla pero cargada de sentimientos y deseos. Qué más se puede decir que no se haya dicho ya de El padrino.
Todos tenemos alguna de sus escenas clavada en la retina, pero da igual la que sea, ya que uno puede analizar las escenas una a una y no terminar nunca de asombrarse y decidirse.
Quizás el mayor logro de la obra de Coppola es que tratándose ya de una película clásica para la que han pasado muchos años, él dio un paso gigante hacia el cine moderno. Y esa es su gran virtud. Es un clásico que nunca dejará de ser moderno. A los jóvenes muchas veces el cine más antiguo y clásico les aburre, pero rara vez opinan así de El padrino. Porque por mucho que pasen los años, siempre será actual, fresca, inteligente, poderosa, y un sin fin de adjetivos más que cada cual puede añadir.
En definitiva, el primer clásico moderno que mostró hasta donde podía llegar el cine.