Las buenas compañías es un film que asusta. Nos sitúa a finales de los setenta, con un grupo de chicas que lucha por los derechos de las mujeres, en concreto por legalizar el aborto.

Con esta finalidad, todo vale. Reclaman un privilegio, pero no respetan los de los demás. Esto se manifiesta en los detalles groseros dirigidos a otras personas que quizás no piensan como ellas. Además, las situaciones que se muestran son siempre dolorosas y no nos permiten detenernos a reflexionar, a buscar posibles soluciones o entender por qué hemos llegado ­­hasta allí.

El segundo gran tema que trata la película es la relación entre las dos protagonistas. Rápidamente, observamos cómo por parte de Miren, que es algo mayor, hay cierta manipulación hacia Bea. Ella admira a Miren: su personalidad, sus talentos, su físico. A su vez, Miren se aprovecha de Bea: de sus posibilidades, de su inmadurez, de su cuerpo.

Estas dos grandes cuestiones, especialmente el modelo de relación que acaba convirtiéndose en algo tóxico, captan nuestra atención y no permiten que advirtamos otras virtudes que podría tener el film.

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Dani de la Orden y Enric Navarro recogen el testigo de un film francés de 2015, que tuvo también su versión italiana en 2017. El resultado es una comedia de escaso impacto en la risa.

La esencia de su libreto consiste en subvertir cánones y convenciones para hacer, como marca el paradigma del género, un retrato de los peores, en contraposición a las historias de protagonistas de corte más heroico.

El problema es que Mamá o papá se convierte en un encadenar situaciones ridículas en el propio sentido de la palabra. No hay un hilo evolutivo y, enseguida, nos damos cuenta de que vamos a tener que aguantar giros complacientes y moralinas insultantes sin mediar ninguna estrategia de guion.

Como muchas otras películas del género que también nos llegan en fechas navideñas, la atmósfera se construye a base de una decoración con buenos estándares en lo arquitectónico, en el diseño de interiores e incluso con un vestuario como si se tratara de un escaparate de las tendencias. De hecho, no hay ninguna prenda u objeto que parezca usada de todas las que llevan o utilizan los personajes.

El problema real –añadido al de que no haga gracia– es que el argumento ensarta una serie de coyunturas absolutamente abusivas y violentas para los menores. No creo que sea especialmente sensible hacer broma con este tipo de conflictos. La cosa se agrava si, además, no existe elaboración dramática y no se abordan sus consecuencias.

Una lástima que, mientras no se escatiman esfuerzos en poblar el elenco con rostros conocidos, el conjunto sea tan poco jugoso.

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El hecho de titular la película como Ocho apellidos marroquís es una buena estrategia de marketing, pero esta no cuenta ni con los guionistas ni con el director de las dos anteriores. Y sucede lo mismo con el humor paródico, ausente en todo el metraje.

Los tópicos culturales y los estereotipos están llenos de rancios clichés y la trama romántica está muy forzada. A pesar de ello, las actuaciones de Julián López y María Ramos son bastante convincentes. Asimismo, en el desenlace, al menos los personajes terminan con transformaciones que distraen de la vergüenza ajena del arranque y, al final, aunque tenga poca gracia, el largometraje consigue tocar la fibra sensible.

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Taika Waititi vuelve a dirigir una película de Thor extravagante, divertida y llena de acción. El cineasta se ríe de los tópicos de Marvel y crea un producto bromista y juvenil, aunque no para niños (sorprende el desnudo sin censura y la alusión a una orgía en un tipo de film hasta ahora para el público familiar). No obstante, quizá ese exceso de humor resta trabajo a los personajes y a la historia, simplificando el resultado a una ligera comedia romántica salpicada de batallas épicas.

Los efectos especiales, la banda sonora y el ritmo ágil acompañan al musculado Chris Hemsworth interpretando a un Thor bonachón y sensible en busca del amor. A él se le unen graciosos cameos y un equipo de secundarios que hacen bien su trabajo.

Para variar, Disney ha incluido algunas escenas forzadas –protagonizadas por Korg y la reina, o rey, Valkiria– para dar visibilidad al colectivo LGTB. Dejando de lado esta agotadora costumbre, Thor: love and thunder es una propuesta entretenida y emotiva con la que pasar un rato agradable estas vacaciones.

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Tras su debut en La casa del caracol, Macarena Astorga da un giro radical para presentar una comedia dirigida a todos los públicos. Aunque su promoción incita a pensar que es un film navideño, hay que remarcar que, más allá de la decoración y los sentimientos positivos que transmite, el argumento no tiene nada que ver con las fiestas.

Probablemente, el mayor reclamo para darle una oportunidad sea el reparto tan afamado que protagoniza la cinta; de hecho, la mayoría de ellos han participado ya antes en proyectos similares. Este elenco encarna personajes tópicos en una trama surrealista, pero bastante dinámica para que la generación TikTok mantenga la atención. Es cierto que hay varios sinsentidos, chistes fáciles –alguno incomprensible o incómodo para los más pequeños– y que es un producto simple. No obstante, el ritmo ágil impide que el público se haga preguntas y siga adelante con ganas de ver qué más sucederá.

Para el espectador más exigente, la película puede resultar aburrida y trivial e incluso irritante, puesto que se ve interrumpida múltiples veces por dos niños impacientes que escuchan un relato de su abuelo. De todas maneras, es de agradecer que se lance un título amable, sin bromas de mal gusto ni ideologías impostadas, que pueda entretener tranquilamente a toda la familia.

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